Martes, Noviembre 29, 2011 | Por Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Me contaba una amiga que
cuando asistió a una iglesia del municipio 10 de Octubre donde paró la
Virgen del Cobre, se encontró a una prima que vive en El Vedado.
Militante del Partido Comunista, de armas tomar, no cree ni en su
madre, pero desde hace 20 años, por órdenes del Partido o de Seguridad
del Estado, vaya usted a saber, no se pierde una actividad eclesiástica.
La mujer rezaba y se persignaba y no perdía pie ni pisada a los
asistentes a la peregrinación.
-¿Y tú viniste a chivatear desde tan lejos? -le preguntó mi amiga, que
no tiene pelos en la lengua.
-Imagínate, mi prima, la Virgen Mambisa es también de los
revolucionarios y uno no sabe qué se le puede ocurrir a ciertos
elementos antisociales -respondió.
Aunque luego de la aparición en la TV del cardenal Jaime Ortega, los
medios oficiales no informan acerca del recorrido de la Virgen del Cobre
por los municipios de la capital, la peregrinación es "atendida" por el
Partido Comunista y las llamadas organizaciones de masas. Y atentamente
–aunque con disimulo- vigilada por Seguridad del Estado, por si las moscas.
Teniendo en cuenta que en todas partes hay locos y fanáticos, en
previsión de cualquier incidente, es aceptable que la Virgen sea
custodiada por policías. No por la policía política, por muy discreta
que se porte. ¿Por qué Seguridad del Estado tiene que ocuparse de la
Virgen?
Un amigo, veterano del periodismo independiente, está muy molesto,
porque luego que el cura de su parroquia estuviera de acuerdo en que él
fuera uno de los cuatro hombres que cargara la urna de la Virgen cuando
la peregrinación llegara a su pueblo en las afueras de La Habana, sin
una explicación convincente y muy nervioso, días antes el cura le
anunció que no podría ser. Tan enojado se puso mi amigo que decidió no
asistir al recibimiento de la Virgen. A duras penas logré convencerlo de
que asistiera aunque no le permitieran cargar la urna.
¿Por qué vamos a permitir a los que nos robaron, entre otras cosas más,
la patria, sus símbolos y próceres, y la libertad, que nos roben también
a nuestra Santa Patrona?
Aunque no soy demasiado devoto, estuve frente a la Virgen, cuando la
peregrinación, en ruta al pueblo Las Guásimas, y luego a Managua, paró
en la iglesia de Parcelación Moderna, el barrio suburbano donde vivo, la
tarde del 21 de noviembre.
Es una iglesia pequeña, humilde, que por décadas, cuando creer en Dios
era mal visto y perjudicial, permaneció casi vacía, y que ahora sólo
abre las mañanas de domingo, cuando viene el cura que comparte con el
templo del vecino poblado El Calvario.
Con tantos militares, santeros y evangélicos recién conversos como hay
en mi barrio, nunca sospeché que la Caridad del Cobre tuviera allí
tantos devotos. Había cientos de personas con velas y flores rodeando la
iglesia. Rezaban, cantaban, se empujaban para acercarse a la urna y que
el sacerdote bendijera a sus niños. Muy emocionados, algunos lloraban.
Parecían no saber qué hacer para demostrar su veneración por la Virgen.
Ni falta que hacía. Sólo había que verlos.
Confieso que fui uno de los que no sabía qué hacer. Sólo recé en
silencio. Como pude. Sentí algo muy raro cuando tuve a la Virgen frente
a mí. Una luz en los ojos, un nudo por dentro que no sé explicar.
Nunca pensé que una imagen tan pequeña -que con todo lo que significa,
no es la original, sino una réplica de la que está en el Santuario del
Cobre-, pudiera impresionarme de tal forma.
Tal vez lo que recibí fue todo el dolor de mi pueblo que ha recogido la
Virgen en su recorrido por todo el país.
Me alegro de haber estado allí, a unos metros de la Virgen de la Caridad
del Cobre. Aunque no supiera exactamente cómo orar. Como todos mis
compatriotas, tengo mucho que pedir. Estoy seguro que con tanta fe, la
virgencita perdonará nuestros pecados e impericia religiosa y nos escuchará.
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