¿Vale la pena cobrarle a un país quebrado?
Resultan tan impracticables las indemnizaciones entre EEUU y Cuba, que
lo más sensato sería hacer borrón y cuenta nueva
jueves, julio 30, 2015 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba. – Con sus exigencias para la normalización de las
relaciones, el gobierno castrista lo que hace es subirle la parada de un
modo tal al gobierno de los Estados Unidos, que lo más probable es que
no se vaya más allá del frágil status quo conseguido con la reapertura
de las embajadas.
En definitiva, eso pudiera ser lo más conveniente, no solo para calmar
las aprensiones de los jerarcas y los bonzos comunistas más ortodoxos y
soberbios, sino para la propia supervivencia del régimen, habida cuenta
de su incapacidad para desenvolverse en condiciones de normalidad. No es
por gusto que 56 años después de la toma del poder y a casi 40 de su
institucionalización socialista siguen llamado "revolución" a su
(des)gobierno.
Las exigencias por el fin del embargo, la devolución del territorio
ocupado por la base de Guantánamo, el cese de las trasmisiones de Radio
y TV Martí y del apoyo a la oposición, sirven para que no se apague el
diferendo, para mantener las brasas, sino quemantes, al menos echando humo.
Lo que no puede el castrismo es quedarse sin un enemigo a quien culpar
por sus fracasos económicos y por la falta de libertades políticas de
los cubanos.
Respecto al embargo, una de las condiciones sine qua non para su
levantamiento por parte del Congreso de los Estados Unidos, es el pago
por el Estado cubano de indemnizaciones por las propiedades
norteamericanas confiscadas en los primeros años del régimen revolucionario.
Por su parte, el gobierno cubano insiste en demandar que Estados Unidos
pague una indemnización a Cuba – calculada sin escatimar ceros a la
derecha- por los daños ocasionados durante más de medio siglo por el
embargo.
Resultan tan impracticables las indemnizaciones que reclaman ambas
partes, que lo más sensato sería hacer borrón y cuenta nueva.
El régimen castrista exagera en su pose de guapo, al que hay que darle a
la cañona todo lo que pida, como si de veras se creyera el cuento de que
"el imperialismo yanqui" tuvo que rendirse ante la fuerza de las ideas
de la revolución –llamémosla así hasta tanto se acabe de convertir en
otra cosa-, aunque a duras penas logre tenerse en pie y pida agua (e
inversiones y turistas) hasta por señas.
Los reclamos norteamericanos por las propiedades confiscadas le darían
argumentos al régimen para lograr meter en su trinchera a los necios en
los que ha logrado inculcar el temor de que los echen de sus casas y les
pongan los bultos en la calle, además de tener que empezar a pagar los
hospitales y la educación de sus hijos.
Sería bien deprimente el espectáculo de los menesterosos habituales,
atrincherados junto a un puñado de privilegiados con migajitas, para
defender los hoteles, las fábricas y las mansiones de "esta gente" (como
invariablemente llaman a los de la Nomenklatura, por mucho que les teman
y obedezcan).
Del otro lado, deben acabar de convencerse de que en Cuba, luego de 56
años de terremoto castrista, no hay mucho que recuperar. Poco más que
industrias tan improductivas que dan pérdida, centrales convertidos en
chatarra, cañaverales transformados en marabuzales y criaderos de
santanillas, extensiones de tierra cubiertas por el agua de los
embalses, mansiones aristocráticas convertidas en cuarterías, edificios
en ruinas o a punto de derrumbarse…
Tampoco hay con qué indemnizar. Con tanta ruina y atraso, no hay de
dónde sacar dinero para pagar tantas indemnizaciones.
Ni soñar que la elite castrista, para poder pagar las compensaciones a
los confiscados, vaya a quedarse sin un centavo y estropear el futuro de
millonarios de sus descendientes.
Y ni remotamente estaría en condiciones de pagar las indemnizaciones a
los norteamericanos y cubano-americanos expropiados un eventual gobierno
democrático, que en vista de los éxitos diplomáticos raulistas con
Estados Unidos y la Unión Europea, ni con catalejo se ve venir a corto
plazo.
No obstante, si a pesar de los pesares, llegara a haber algún día un
gobierno democrático, no podría arriesgarse a hacer naufragar la
gobernabilidad con la imposición de medidas antipopulares para poder
exprimir centavo a centavo los millones que habría que pagar.
Téngase en cuenta que a las millonarias indemnizaciones a los
expropiados habría que sumar la deuda contraída con el Club de París,
que sigue siendo enorme, a pesar de las condonaciones hechas por algunos
deudores.
De decidirse un futuro gobierno democrático a pagar esas deudas a como
dé lugar –brigadas antimotines mediante, un buen destino para los
segurosos cesanteados- tendrían razón los que tildaran a ese gobierno de
antinacional.
Y sería muy triste, porque a los que les viene como anillo al dedo ese
feo calificativo es a los mandarines que una vez juraron amor eterno al
imperio soviético y hoy se desgañitan como jineteras tras los
capitalistas extranjeros, especialmente los yanquis, para venderles el
país en pedacitos, quedarse con toda la ganancia y seguirse dando la
gran vida, olvidados de la miseria y los sufrimientos de la inmensa
mayoría de los cubanos.
Por lo pronto, traban el juego con sus exigencias al gobierno
norteamericano. Saben que sus peticiones tienen pocas posibilidades de
ser complacidas, pero no les importa: si es precisamente por eso que las
hacen…
luicino2012@gmail.com
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