Deporte cubano: la revuelta de los gladiadores
"Los próximos que salgan a jugar en el extranjero, tendrán que mandar
sus medallas por bulto postal, pues se van a quedar todos"
viernes, julio 31, 2015 | José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba. – Aunque la ocurrencia no sea novedad, sí se proyecta
como nueva la masiva reacción del público, en La Habana, ante la tropa
de deportistas que abandonó la delegación nacional durante los XVII
Juegos Panamericanos Toronto-2015. "Los próximos que salgan a jugar en
el extranjero, tendrán que mandar sus medallas por bulto postal, pues se
van a quedar todos", sentenciaba alguien desde un grupo de "analistas"
que está muy activo por estos días en una de las esquinas de mi barrio.
Otro reía y hacía a reír al corro con la anécdota de una de las
deportistas que, según él, llamó a su madre desde Toronto para decirle
que estaba bien, pero que no la esperase, y que la próxima vez que se
encontraran sería en los Estados Unidos, "porque aquello no hay quién se
lo meta".
Al margen de lo que fuera en años y aun en meses pasados, lo que está
ocurriendo justo durante estos días con los deportistas no es sino
reflejo (aunque más notorio, por su alcance mediático) de lo que ocurre
con la inmensa mayoría de los jóvenes cubanos. No quieren hipotecar su
presente, y menos su futuro, a cambio de nada, como no sea la retórica
falsa y manipuladora de un grupo de poder que arruina al país y lo hunde
en la desesperanza, mientras nutre su ego y su estatus político con el
fruto del sacrificio ajeno.
Esta vez fueron casi 40 los atletas que ellos califican como desertores.
Aunque parece difícil precisar la cifra exacta. Primero se habló de 28;
luego, de 31; pero el número continúa aumentando con el avance de los
días. En cualquier caso, el suceso muestra más a través de su
significado que mediante los números fríos. La revuelta tiene lugar en
la primera línea de la dotación de esclavos, mucho más importante para
nuestros caciques que todos los profesionales del país, incluidos los
médicos, aun con sus aportes millonarios. Desde su búnker de
convaleciente majadero, Fidel Castro exige al cacicazgo que no olvide la
época en que esta islita ocupó el primer lugar del mundo en medallas de
oro por habitante. Si una mínima atención merecieron alguna vez de su
parte los cubanos (y en especial los negros) fue justo al valorarlos
como posibles medallas.
Sin embargo, la historia no transcurre de balde, ni la dialéctica se
hace letra muerta por falta de uso. Y hoy por hoy provoca lástima ver
cómo la decrepitud les conduce a creer que con sus viejas y vacías
apelaciones al honor patrio y a la dignidad podrán seguir engatusando a
estas nuevas generaciones, que no les debe nada, que no les quiere ni
respeta, y que no ve en ellos sino a ancianos rascarrabias,
impertinentes e insufribles que disfrutan con aguarles la fiesta.
Más que alarmante y desvergonzado, debe resultar ridículo para la
mayoría de los jóvenes deportistas y aficionados en Cuba el afán del
régimen por negociar con las organizaciones del deporte profesional en
el mundo con la intención de venderles atletas, como si fueran tabacos,
reservándose para ellos la mayor ganancia, en tanto dueños de la finca
donde se cosechan. Y más que sorpresa, debiera ocasionarle desvarío a
cualquier persona del mundo civilizado constatar que algunas de estas
organizaciones aceptaron ya de hecho sus ofertas.
Ahora mismo, dentro del grupo de "analistas" de la esquina en mi barrio
se conversa sobre la posibilidad de que el mismísimo sistema de Grandes
Ligas del béisbol profesional en los Estados Unidos esté negociando en
secreto con los caciques la compra de Yulieski Gourriel, el más aclamado
jugador de pelota en la Isla. Más que escandaloso, sería kafkiano que en
pleno siglo XXI, y desde el tuétano de la mayor democracia del planeta,
se reeditara oficialmente el tráfico esclavista.
Pero es así como tenemos que mientras, por una parte, el régimen
continúa convocando a sus atletas para que, sin miedo y sin esperanza,
como los gladiadores de Roma, sigan dándolo todo por ellos, a cambio de
una muela patriótica en el aeropuerto; y por otra parte, intenta
vendérselos al menudeo al "enemigo", poniendo a un lado el socorrido
honor con que pícaramente no dejan de tomarles el pelo. Y luego, se
sorprenden al enterarse de que en su dotación de primera línea los
esclavos dejaron de ser medallas y ahora son al fin seres humanos con la
debida masa cerebral y hasta con un corazoncito propio.
Source: Deporte cubano: la revuelta de los gladiadores | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/deporte-cubano-la-revuelta-de-los-gladiadores/
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