miércoles, julio 29, 2015

La línea de Obama fue débil pero no hay marcha atrás

La línea de Obama fue débil pero no hay marcha atrás
La desafortunada realidad es que los Castros siempre fueron capaces de
manejar el status quo antes del 17 de diciembre. Pero dudo que sean
capaces de resistir la embestida de las olas masivas de turistas,
empresas y periodistas estadounidenses.
Robert B. Macaulay
julio 27, 2015

Tengo sentimientos encontrados sobre la decisión del presidente Obama de
moverse hacia la normalización de relaciones entre Estados Unidos y
Cuba. El Presidente está haciendo todo en su poder por normalizar
relaciones, incluida la apertura de embajadas y el relajamiento de las
restricciones de viaje, mientras pide el levantamiento del embargo
económico. El levantamiento del embargo requiere una ley del Congreso
como resultado de la Ley Helms Burton, de 1996, firmada por el
presidente Clinton tras el asesinato de 4 pilotos de Hermanos al Rescate
en aguas internacionales a manos del Gobierno cubano. Estoy preocupado
por la manera en que el presidente Obama ha implementado sus política de
cambio, incluido su lenguaje apologético y su tibio apoyo a los
disidentes cubanos y los derechos humanos de los cubanos, y hubiera
preferido mucho más ver la normalización acompañada por un cambio de
régimen en Cuba o, al menos, mejoras concretas en el tratamiento del
régimen al pueblo cubano. Soy un feroz crítico del presidente Obama en
la mayoría de los asuntos. Creo que sus políticas izquierdistas de
estilo europeo han debilitado a los estados Unidos doméstica e
internacionalmente y han hecho del mundo un lugar mucho más peligroso y
mucho menos próspero de lo que debería ser. Aun así, por razones
prácticas, apoyo la iniciativa del gobernante de Cuba por estar en los
mejores intereses de los pueblos estadounidense y cubano.

Dada mi singular historia familiar y el camino profesional que he
elegido, mi vida entera ha estado estrechamente ligada con Cuba y las
relaciones EEUU-Cuba. Mi padre, Neill Macaulay, fue un veterano
idealista del ejército estadounidense, que creyó en lo que leía acerca
de Fidel Castro en el New York Times y cuando fue a Cuba en 1958 a
luchar en el Movimiento 26 de Julio. Luego de que la guerra terminara,
sembró tomates por un corto tiempo y los exportó a Estados Unidos.
Entonces, debido a la aparición del comunismo, huyó de Cuba en julio de
1960, con mi madre y mi hermano mayor, y yo nací en New Hampshire, en
noviembre de 1960.

Inspirado por su experiencia cubana, mi padre se convirtió en profesor
de historia latinoamericana, con énfasis en la guerra de guerrilla. A
través de la Guerra Fría, además de su trabajo académico, usó su
experiencia y conocimientos para educar y asistir a servicios militares
y de inteligencia de Estados Unidos. Como estudiante de mi padre cada
día en la mesa de cenar, así como a través de extensas lecturas y viajes
propios, aprendí a respetar el genio malvado de Fidel Castro y seguí de
cerca los movimientos cubanos en el tablero de ajedrez mundial.

esde 1983 he vivido en Miami, y he observado los giros y vueltas de las
relaciones EEUU-Cuba, como un constante y trágico factor: Fidel Castro,
y luego Raúl, ha encontrado siempre un modo de mantener su control
totalitario sobre Cuba, en detrimento del largamente sufrido pueblo
cubano. Esto no fue culpa de los Estados Unidos; fue culpa de los
Castros. Ellos eligieron tomar como rehenes a un país entero y a sus
millones de habitantes por décadas, para satisfacer su megalomanía y
maximizar su poder personal y su riqueza. Si Fidel Castro hubiera
mantenido su promesa inicial e instalar y mantener un gobierno
democrático en Cuba, o si Raúl en cualquier momento después hubiera
accedido a una transición de dictadura a democracia, como el General
Pinochet hizo en Chile a finales de los 80, el embargo hubiera sido
levantado y las relaciones diplomáticas normalizadas, y Cuba y su gente
hubieran tenido el apoyo total de Estados Unidos.

Los Castros, desafortunadamente, han mostrado que ellos puede mantener
el control total de Cuba indefinidamente ante la política de línea dura
de Estados Unidos, incluyendo el embargo comercial, mayormente por sus
habilidades despiadadas y su brutalidad, pero también por la ayuda de la
suerte (incluyendo el 9/11 y sus consecuencias, que enfocaron a Estados
Unidos en adversarios más peligrosos). Ellos han mantenido el control en
una variedad de contextos, durante y después de la Guerra Fría y luego
de la enfermedad de Fidel en 2006. Nunca olvidaré la víspera de año
nuevo de 1989, poco después de la caída del Muro de Berlín. Mi anfitrión
costarricense y yo tuvimos un vigoroso debate mientras bebíamos
mentiritas. Yo insistía en que el régimen de Castro caería en 6 meses.
Él decía: en 12.

Entiendo el dolor que el cambio de política del presidente Obama ha
causado en muchos amigos en la comunidad exiliada cubana. He simpatizado
con ellos y su causa justa de una Cuba libre durante toda mi vida,
incluidos mis 32 años en Miami. Lo que los Castros han hecho a Cuba y su
gente en un crimen horrendo –miles de personas asesinadas millones
exiliadas y cientos de millones empobrecidos– por más de 5 décadas.
Consecuentemente, la normalización de relaciones con los Castros todavía
en el poderse siente como una humillante derrota para muchos exiliados
cubanos, especialmente para aquellos de las generaciones más viejas.
Como estadounidense cuyo país ganó la Guerra Fría y que está en el lado
correcto de la historia, no veo el cambio en la política EEUU-Cuba como
una derrota. Más bien, lo veo como una decisión del ganador de utilizar
nuevos métodos para limpiar el reducto, mínimamente peligroso, del enemigo.

Muchos de los que critican el cambio de la política de Obama se quejan
de que los abusos de derechos humanos, los ataques a disidentes y la
hostil retorican antiamericana han continuado desde el anuncio del 17 de
diciembre de 2014. Todo esto es cierto, pero todo esto ha estado pasando
por décadas antes del cambio. La desafortunada realidad es que los
Castros siempre fueron capaces de manejar el status quo antes del 17 de
diciembre. Pero dudo que sean capaces de resistir la embestida de las
olas masivas de turistas, empresas y periodistas estadounidenses.

Quizás los Castros puedan adaptarse a la nueva realidad y mantener el
control de Cuba y su gente hasta la inevitable (pero talvez demorada
debido a la longevidad de la familia Castro) solución biológica. Incluso
si estuviera equivocado sobre la habilidad de los Castros de mantener el
poder a pesar del masivo flujo estadounidense, creo que los 11 millones
de rehenes que viven en Cuba estará mejor económica, política y
socialmente cuando el cambio de régimen eventualmente ocurra.

Los críticos del cambio de política del presidente Obama hacia Cuba,
cubanoamericanos y no, se han quejado de que Obama no obtuvo ninguna
concesión del régimen de Castro con respecto a los derechos humanos, o
ni siquiera un progreso mínimo hacia la democracia. Quizás el Presidente
trató profundamente de obtener estas concesiones pero le fue imposible.
Quizás pareció tan dispuesto a normalizar relaciones que el régimen de
Castro no vi necesidad de hacer concesiones y por consiguiente mantuvo
su línea dura. Dada la desafortunada historia del presidente Obama
apaciguando regímenes dictatoriales anti-estadounidenses, incluyendo a
muchos más peligrosos que Cuba, por ejemplo, Rusia, Irán, China y Siria,
es bastante probable que Obama llegó a un acuerdo más débil de lo que
podría haber conseguido con una estrategia de negociación más dura.

Otra crítica válida a Obama en relación con su política hacia Cuba
concierne a la manera en que la presentó. En lugar de defender sin
excusarse el embargo que ayudó a ganar la Guerra Fría mediante al
sangrado de la Unión Soviética de miles de millones de dólares al año
por 30 años, se disculpó por el embargo, como un fracaso de más de cinco
décadas. Él debió culpar inequívocamente a los Castro por su completa
responsabilidad en la miseria del pueblo cubano, destacando que buenas
relaciones económicas y diplomáticas estuvieron siempre disponibles si
los Castro hubiesen accedido a cesar sus abusos al pueblo cubano. Obama
debió enfatizar que Fidel Castro es un perdedor que apostó al caballo
equivocado –el comunismo soviético– en lugar de al capitalismo
democrático. En 1959, Cuba se estaba acercando rápidamente al estatus
del Primer Mundo –muy por delante de España de acuerdo a cualquier
medida social o económica. Hoy, Cuba es un caso perdido, y España está
sólidamente arraigada en el Primer Mundo. El presidente Obama también
debió haber dado las gracias expresamente a los miembros de la comunidad
cubana en el exilio por sus importantes contribuciones a la victoria de
Estados Unidos en la Guerra Fría, a través de sus valientes y diligentes
esfuerzos en el ejército estadounidense y los servicios diplomáticos y
de inteligencia, así como en el sector privado. De esa manera, podría
haber tranquilizado a los exiliados que, como estadounidenses, son
ganadores y que el cambio de política hacia Cuba es un cambio en las
tácticas, diseñado para acabar con el último adversario de la Guerra Fría.

El presidente Obama de un ala anti-anticomunista del Partido Democrático
y ha implementado una política exterior estadounidense basada en la
debilidad, entonces no estoy sorprendido de que él no presentara ni
implementara el cambio en la política hacia Cuba del modo en que me
hubiera gustado: del modo en que el presidente Reagan o el presidente
Romney lo hubieran hecho. Aun así, creo que la normalización de las
relaciones entre Estados Unidos y Cuba como propone el presidente Obama
es, en general, un cambio positivo para los Estados Unidos y para el
pueblo cubano. El pueblo cubano no estará peor como resultado del
cambio, y es casi seguro que estará mejor.

El tren estadounidense ha partido. La pasada semana, comités del
Congreso, dominado por republicanos, tomaron los primeros pasos para
levantar las restricciones de viajes de estadounidenses a Cuba y las
limitaciones de los bancos de comerciar con la isla.

Con la eliminación de las restricciones a turistas y empresas
estadounidenses, al régimen de Castro será difícil negar al pueblo
cubano (y a muchos miembros del régimen y simpatizantes que quieren
hacer negocios con Estados Unidos) los beneficios económicos de este
cambio, que la gente sabe que está en camino. Ciertamente, los Castro y
sus compinches se beneficiarán con creces en el corto plazo de un
aumento de negocios con Estados Unidos, pero el pueblo cubano común
--las personas más importantes para mi análisis-- también se
beneficiarán. Como resultado de la afluencia de estadounidenses, estarán
mejor económica y políticamente cuando se produzca el inevitable cambio
de régimen. Dado que el cambio tiene un potencial alcista importante y
una desventaja mínima, lo apoyo.

Source: La línea de Obama fue débil pero no hay marcha atrás -
http://www.martinoticias.com/content/relaciones-cuba-estados-unidos/99880.html#%C2%A0%7C%C2%A0=all&page=all

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