Ampliación de internet abre brecha digital
Jueves, Mayo 30, 2013 | Por Ernesto Santana Zaldívar
LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org – En la edición del martes 28 de
mayo, el periódico Juventud Rebelde anunció, en un artículo a dos
páginas: "Cuba amplía el servicio público de acceso a Internet",
añadiendo que "a partir del próximo 4 de junio se extenderá el acceso a
Internet desde 118 salas de navegación en todo el país" y reconociendo
además que el cable de fibra óptica entre Cuba y Venezuela se encuentra
en pleno funcionamiento.
Si a una persona que quisiera llegar a determinado sitio lo más pronto
posible le dijeran que, en vez de mil kilómetros, le faltan novecientos
noventa y nueve, no se entristecería, pero tampoco tendría mucho que
celebrar, porque esos novecientos noventa y nueve kilómetros pueden
demorar muchísimo y resultar demasiado difíciles.
El gobierno cubano, resuelto a mejorar su imagen en el mundo, sigue
haciendo supuestas reformas que no son más que levantar prohibiciones de
cuartel y regresarle al pueblo derechos que tenía negados desde 1959,
como comprar o vender su casa o su automóvil, adquirir en una tienda un
equipo electrónico y minucias así. A nadie se le ocurre que, si antes de
1959 hubieran existido las computadoras personales, los teléfonos
celulares e Internet, Cuba habría sido uno de los últimos países del
mundo —no de América, por supuesto— en permitirle a su población el
derecho a ellos.
Tampoco sería concebible que el precio de esos artículos y servicios
fuera exorbitante y, además, cobrado en una moneda en la que no se le
paga a los trabajadores. Por no hablar del monopolio de ETECSA, del
bloqueo arbitrario de cuentas telefónicas y de la fuerte censura a la
información en la Red de Redes.
Pero el cinismo del gobierno cubano está sobre todo en que utiliza, para
su propaganda poderosísima y sin límites éticos, todo lo que le parecen
defectos de la sociedad capitalista y de los países que no son sus
aliados. Y así habla de violencia policial contra pacíficos ciudadanos
que protestan, contra opositores políticos, contra periodistas
independientes; de injusticias legales, de abusos económicos, de
elecciones dudosas, de prácticas fraudulentas de partidos en el poder.
Pero es curioso cómo hablan siempre nuestros medios de prensa de "la
brecha digital", del abismo que supuestamente se está abriendo entre los
países y estratos sociales menos favorecidos en comparación con los más
solventes en el acceso a las nuevas tecnologías. Según esta apocalíptica
descripción, el mundo se está dividiendo en un pequeño grupo de personas
con privilegios para obtener lo último y lo máximo de las comunicaciones
actuales, con sus abundantes artilugios tecnológicos cada vez más
sofisticados, por un lado, y, por el otro, en una enorme masa de pobres
sin posibilidades para hacer uso de esas maravillas.
Y de ese modo vemos cómo, sin el menor escrúpulo, pueden hablar ahora de
que "Cuba amplía el servicio público de acceso a Internet", cuando de lo
que se habla es de que se abre, con un mínimo arranque del servicio
masivo, una enorme "brecha digital". Ahora tendrán cierto acceso a la
información los que puedan pagar los carísimos precios de conexión en
todas sus variantes, pero la mayor parte de los cubanos, los más pobres,
seguirán sin saber qué cosa es "eso de Internet". Sobre todo —y esto es
fundamental en el supremo cinismo al que nos referimos— casi toda la
población afro-descendiente.
Los objetivos de este procedimiento son evidentes: aparte de maquillar
su imagen pública internacional (¡Miren cómo estamos cambiando!), el
gobierno embolsará nuevas y considerables cantidades de dinero que, por
supuesto, tendrá su origen principal en los trabajadores cubanos del
exilio, no en el fruto del trabajo de los cubanos del país (¡Si quieren
información y comunicación páguenlas a precio de oro!). ¿Qué importa el
costo social? ¿Acaso todo lo que se ha hecho no ha sido dando una y otra
vuelta de tuerca al costo social?
La brecha digital será en definitiva un pálido reflejo de la brecha
social que se abre cada vez más en el país porque, en definitiva, en
cualquier ciudadela o solar habaneros podemos ver a muchas personas con
un teléfono móvil todo el tiempo en la mano, pero sin recursos para
reparar el techo que está a punto de caerles encima y deben vivir del
cambalache y el mercado negro porque no tienen otra opción. Esos
servicios novedosos no son, por el momento, sino otra droga más para
entretener a la gente.
Sin embargo, habrá, como siempre ha habido, quienes se abrirán paso cada
vez más en medio del marasmo y los obstáculos y buscarán información, y
conocerán. Y serán cada vez más en número. A pesar de todo y no obstante
el control descomunal de los gobernantes sobre los gobernados, la
necesidad de mayor libertad, y la misma libertad, seguirán abriéndose
camino, poco a poco, sin cesar, no porque esos gobernantes quieran ser
más dadivosos con sus súbditos, sino porque no pueden hacer otra cosa
para no perder el poder total: ceder un milímetro aquí y un milímetro
allá, ganar tiempo: demorar el fin, en fin (valga la redundancia).
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