Publicado el miércoles, 08.29.12
Música libre
Alejandro Ríos
El musicólogo Helio Orovio siempre se avergonzó de haber accedido a
publicar su Diccionario de la música cubana con la supresión de
importantes figuras de la cultura nacional antagónicas a la dictadura de
los Castro o por despacharlos, en otros casos, en unas pocas líneas con
la concebida coletilla de "abandonó el país…" como si se trataran de
"apátridas" o "desertores" de un campamento militar. Si mal no recuerdo,
antes de fallecer, pudo ver una reedición del volumen con las
inclusiones impostergables y la supresión de los calificativos peyorativos.
Otro musicólogo, el esmerado poeta Sigfredo Ariel, autor de no pocos de
los textos que nos hacen entender la importancia de aquella operación de
rescate llamada "Buenavista Social Club", donde intérpretes y
compositores abandonados a su suerte, por ser "rezagos del pasado"
regresaron a los escenarios nacionales e internacionales para deleitar a
las nuevas generaciones que no sospechaban de tanto sabor y excelencia,
ha desenterrado en los archivos de la radio cubana piezas memorables
excomulgadas, durante décadas, por la desidia y el abandono de
funcionarios ocupados en complacer al jefe de turno.
Y ahora se forma la algazara mediática porque una suerte de edicto real
revolucionario, que nadie ha leído, quiso primero extender una dispensa
eventual a categóricos artistas como Celia Cruz, Willy Chirino y Gloria
Estefan para que fueran escuchados en la radio de su país de origen,
beneplácito que apenas duró unas horas, para enseguida regresar al punto
cero de las prohibiciones porque la expresión social de estas
personalidades ha interferido con los llamados preceptos de la sociedad
revolucionaria.
La reparación que requiere la cultura cubana va más allá del "blanqueo
de tumbas" experimentado por figuras como Lezama Lima y Virgilio Piñera,
actos de justicia tardíos que no suelen deberse al régimen sino a la
perseverancia de intelectuales que han hecho de esas redenciones empeños
esenciales de sus vidas.
La legitimación de Estefan, Cruz y Chirino no pasa por el patético
perdón de un aparato represivo que ahora mismo no permite que el público
de Cuba conozca que cerca de treinta artistas, teóricos y directores de
teatro, llegados de la isla, rinden tributo a Virgilio Piñera, por su
centenario, en pleno corazón de Miami, donde son aplaudidos y venerados.
Tampoco tienen que ser enaltecidos por la voluntariedad de
representantes geriátricos de la cultura como Alfredo Guevara, que un
día dice que su generación tiene la culpa de haber coartado ciertas
libertades y luego muestra su verdadero rostro militante cuando publica
una carta abierta a los cineastas latinoamericanos para que se alisten a
defender a Julian Assange, nuevo juguete mediático de la izquierda
internacional.
La dictadura de los Castro no está en condiciones morales ni materiales
para perdonarle la vida a nadie. De hecho, Miami, la ciudad demonizada,
se ha vuelto el remanso seguro para buscar unos dólares y por sus
escenarios desfilan cantantes que ya pensábamos retirados o muertos,
artistas de todos los géneros y hasta un reguetonero que exhibe tatuado
en su hombro el rostro del hombre que ha causado tantas desventuras al
pueblo de Cuba.
En un universo dinámico, donde la música digital circula sin muchas
barreras que se lo impidan, sólo la soberbia de un sistema achacoso y
anacrónico es incapaz de entender que hace tiempo los cubanos escuchan
la música que les venga en gana sin esperar por la absurda autorización
de capciosos testaferros.
http://www.elnuevoherald.com/2012/08/29/1287755/alejandro-rios-musica-libre.html
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