Jueves, 28 de Julio de 2011 11:14
Amarilis C. Rey
Managua, La Habana, 28 de julio 2011, (PD) La mano de Ileana sujetaba
fuertemente los dos billetes de 20 dólares que le regalara su tía, una
anciana que recientemente llegó desde Miami a visitar la familia que
hace años no ve.alt
"Mi tía allá está retirada, pero mira, puede regalarme este dinerito
para compartirlo con mi hija. Y ahora estoy como la cucarachita Martina
de aquella fabula que contaban nuestras abuelas y que hoy se hace más
realidad que nunca", decía mientras observaba el dinero.
Ileana es enfermera, pero cría cerdos para aumentar sus exiguos
ingresos. Afirma que con el dinero de la venta de esos animales, ha
podido arreglar su casa. "Porque si no, ¿de dónde? Con mi sueldo
malamente comemos unos días al mes", comenta mientras habla de sus
planes con el dinero que le regaló la tía.
"Este dinerito me ha caído del cielo. Ahora lo que más falta nos hace es
jabón para bañarnos y champú. Pero mi hija quiere comprarse una crema
para revitalizarse el cabello."
Y pregunta en tono gracioso: "¿Te imaginas? Crema para el cabello…Gastar
el único dinerito que tenemos en eso, cuando lo que se debe hacer es
comprar aceite de comer. Ah pero no te preocupes, que se compre la crema
y que se coma los huevos fritos con agua."
La enfermera y su hija, viven en una casa antigua que a duras penas han
podido reparar. Ahora la joven de 14 años, aspira a que su madre salga
del país a trabajar en una misión internacionalista, para que pueda
traerle ropa, zapatos y dinero para pagar las fotos de sus próximos 15 años.
"Y no me va a quedar más remedio. Eso lo he pensado mucho y voy a tener
que hacerlo. Con una misión puedo traer muchas cosas que aquí ni pensar
en poder comprar. Sobre todo, cosas para ella. Lo único malo es tener
que dejarla sola. Pero bueno hay que arriesgarse. No se le puede dejar
todo siempre a la tía." Y termina su conversación con una sonrisa.
Cuando el trabajo no es retribuido, muchas aspiraciones quedan en
suspenso y la motivación se pierde aunque el trabajo sea una profesión
tan importante como la de ayudar a salvar vidas.
María tenía a su pequeño de cuatro años con fiebre. El tratamiento
indicado por el médico era inyectarle penicilina. Y a eso llegó a la
policlínica de su localidad. Afirma que llevaba consigo hasta una
jeringuilla desechable.
Cuenta que al ver el método, la enfermera exclamó: "Pero eso no es aquí,
las penicilinas se ponen en los médicos de las familias." A lo que la
madre del niño ripostó: "¿Y donde tú crees que yo voy a encontrar a esta
hora de la noche un consultorio para ponerle la inyección al niño, que
es en este momento que le toca? Si no inyectas a mi hijo, tendré que ir
a ver al director de este centro."
Refiere María que ante la amenaza y de mala gana, la enfermera tuvo que
inyectar a su hijo. "Fue una simple inyección y costó trabajo. Pero sin
embargo, cuando están de misión, fuera de Cuba, no hay que rogarles
tanto para que atiendan a un paciente. Parece que el lugar estimula para
cumplir con el deber."
http://www.primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/1924-cuando-el-salario-es-de-miseria
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