¿El gobierno ignora el impacto mediático de Yoani Sánchez?
Viernes, Marzo 29, 2013 | Por Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -La salida de varios disidentes
cubanos al exterior y sus presentaciones en variados escenarios –tanto
de la política, la cultura y la sociedad civil como del mundo académico–
en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, probablemente está marcando
un hito en el futuro mediato de la Isla. En los últimos tiempos se han
estado creando consensos entre diversos grupos, tendencias y proyectos,
acerca de la imperiosa necesidad de vivir en una nación democrática y de
que la libertad y la justicia social se alcancen a través de vías de
luchas pacíficas, lo que se refleja hoy en los vínculos entre diferentes
grupos y en el discurso inclusivo de los que nos están representando fuera.
La gira de la conocida bloguera Yoani Sánchez, en particular, resulta
tanto más decisiva en este aspecto por cuanto actualmente es la más
conocida, interactiva y universal entre los ciudadanos independientes
que en Cuba luchan a favor de la defensa del ejercicio pleno de los
derechos y que intentan borrar los límites generacionales e ideológicos
que han separado a la disidencia, y también a los proyectos democráticos
cubanos durante décadas.
En apenas un par de meses, un puñado de ciudadanos insumisos salidos del
paraíso socialista de los Castro, ha desmontado, con los argumentos más
sencillos e incuestionables, la propaganda oficial sobre la existencia
en Cuba de un complot de mercenarios asalariados de un gobierno
extranjero, que pretenden destruir las fabulosas "conquistas" del pueblo
alcanzadas a lo largo del último medio siglo. Mientras, los verdaderos
asalariados, miembros de la izquierda fundamentalista que desde el
extranjero se subordinan a los mandamientos del Palacio de la
Revolución, no han hecho más que repetir el espectáculo vocinglero de
los "repudios" con sus consignas gastadas y vacías de siempre, un
servicio en verdad muy útil a favor de los ideales de los luchadores
pro-democracia.
No obstante, muchos analistas se preguntan cómo fue posible que la
dictadura permitiera la realización de dichos viajes, amparados los que
salen por la reciente reforma migratoria de enero de 2013. Podría
mencionarse un cúmulo de potenciales respuestas atendiendo a la realidad
cubana actual; no obstante, todas caerían en el amplio marco de las
especulaciones.
En principio, no parece realista que el gobierno ignorara el impacto de
una personalidad tan conocida como Yoani Sánchez en posesión de los
micrófonos ante múltiples organismos y sectores de opinión
internacionales, aunque quizás no calcularon su magnitud ni el relieve
de una figura que, involuntariamente, ellos ayudaron a crecer. La mayor
torpeza del régimen en este caso no fue permitir la salida de la joven
periodista, sino haberlo impedido desde que ella fuera acreedora del
Premio Ortega y Gasset, y haberle negado el permiso para viajar por
veinte veces en solo cuatro años. Erraron nuevamente al orquestar los
mítines de repudio extraterritoriales que elevaron aún más la notoriedad
de la bloguera.
Quizás otro fallo oficial haya sido subestimar la capacidad y talento de
Sánchez, su carisma personal y su poder de convocatoria. Por mucho
tiempo, los "talibanes" oficiales ofrecieron a sus jefes el perfil de
"una muchachita intelectualmente endeble". Al parecer, el
General-Presidente pecó de exceso de confianza en sus gerifaltes y ahora
deberá afrontar las consecuencias.
Sin embargo, sería una inocentada creer que todo triunfo disidente es
resultado de la torpeza del gobierno. La supuesta apertura oficial se
relaciona además con la confluencia de múltiples factores, algunos de
los cuales son de extrema importancia para el destino del sistema y, en
consecuencia, para lo que pueda acontecer en Cuba a corto y mediano
plazo. La coyuntura hoy, tanto a nivel global y regional como al
interior de la Isla, está forzando al régimen a cambiar más allá de su
falta de voluntad política para hacerlo, pero, fundamentalmente, a
cambiar la situación interna del país, sumido en una crisis general
demostradamente insoluble bajo las condiciones socioeconómicas actuales.
Los informes oficiales de la reciente reunión ampliada del Consejo de
Ministros constituyeron un cuadro realista del desastre económico
denominado "modelo cubano": baja productividad y poco aprovechamiento de
las capacidades de producción, ineficaces procesos inversionistas,
indisciplina financiera, bajo nivel de utilización de materias primas
recicladas, insuficiente reciclaje de envases y embalajes, persistencia
de los impagos, deficiencias de la organización, planificación y
cumplimiento de planes de trabajo y de contratos, mala calidad de los
productos, falta de exigencia, de previsión, de coordinación entre
organismos y entidades, etc. Toda reunión oficial confirma que los
problemas derivados de la centralización económica superan las
soluciones propuestas desde las directrices gubernamentales.
En medio de tan crítico panorama se ha producido la muerte del
petro-benefactor, Hugo Chávez, y mientras el escenario venezolano se
enrarece y se torna inestable, el futuro se ensombrece para la
castrocracia debido a la virtual insostenibilidad, a largo plazo, del
nuevo líder del populismo, improvisado a toda prisa desde las oficinas
del poder político en La Habana. Sin Chávez, ya nada será igual para los
Castro.
Los inversores extranjeros, por su parte, no cuentan con una seguridad
jurídica y garantías financieras que les estimule a inyectar su capital
en la Isla, de manera que –les guste o no– los ancianos caciques, a
pesar de que mantienen un discurso beligerante con el vecino norteño,
han comenzado tras bambalinas a hacer sus señas a la Casa Blanca. Dar
"libre salida" a los disidentes pudiera formar parte de un plan maestro
desesperado para demostrar al presidente estadounidense cuán dispuestos
están los jerarcas de verde olivo a mejorar en materia de derechos
humanos, condición indispensable que ha puesto "El Imperio" antes de
cualquier acercamiento entre ambos gobiernos.
Lentamente, las limitadas transformaciones raulistas van demostrando que
no hay desarrollo posible sin una economía de mercado. La distancia
entre la cúpula gobernante y la realidad cotidiana del cubano de a pie
se amplía cada vez más y, así como la emigración se mantiene constante
ante la ausencia de perspectivas, la disidencia interna y otros sectores
moderadamente críticos al gobierno que no se autodefinen como opositores
al régimen, parecen haber alcanzado finalmente un consenso que implica a
la vez urgencia y concertación entre todos los actores sociales: Cuba
tiene que cambiar, sobre todo en materia de política, principio
elemental que resultaba impensable apenas unos años atrás.
Mucho ha tenido que ver en ese consenso el espíritu conciliador e
inclusivo de varios proyectos cívicos independientes desarrollados a lo
largo de estos años. Bienvenidos sean, entonces, los que se sumen a los
reclamos por la democracia para todos los cubanos, vengan de donde
vengan. Como afirman ya muchas voces cubanas desde todas las orillas, ya
hemos alcanzado los consensos fundamentales sobre qué Cuba queremos;
ahora debemos encontrar cómo hacerla y establecer los programas
necesarios para conseguirlo.
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