CRONICA DE DOMINGO
Memorias, alforjas y legados
Raúl Rivero
Este domingo, después del vertiginoso viaje del Papa Benedicto XVI a
Cuba, las Damas de Blanco vuelven a las iglesias con la misma fe que les
animó en la Primavera Negra del 2003. Llevan también el recuerdo cercano
de estancias en calabozos, encierros persecuciones y arrestos, y una
dimensión, un reconocimiento de trazos universales que les dejó la
visita de Su Santidad mediante el milagro de la experiencia de la
presencia por omisión.
El viajero no halló una línea despejada en su agenda caribeña para
entrevistarse con las mujeres cubanas que representan a los familiares
de los presos políticos y se han convertido, desde hace casi una década,
en un símbolo de la lucha pacífica por la libertad. Ellas le habían
pedido un minuto para un contacto humano, terrenal, inferior a la música
sagrada de las plegarias. Y esa petición recorrió el mundo en los medios
de prensa y en las redes sociales.
No pudo ser, pero el mensaje lanzado desde la humildad, el respeto y el
afán de mostrar al visitante una faceta de la vida del ciudadano de la
calle que trata de escamotear la propaganda del régimen, puso a las
Damas de Blanco y, en general, a los activistas de la oposición en un
punto importante de las alternativas del programa que delineó la
experimentada diplomacia del Vaticano junto a los mejores especialistas
de sus anfitriones.
En la travesía del Papa los diseñadores criollos previeron un apartado
para los opositores, la disidencia, el periodismo independiente, los
blogueros, la pequeña colonia del twitter y los jóvenes artistas rebeldes.
En algún punto estaba escrito que para ellos, católicos, no creyentes o
devotos de otras confesiones, estaba preparado un aparato represivo que
los dejaría sin asientos en las misas, sin probabilidades de acercarse
al Papa ni a ninguno de los miembros de su ilustre comitiva.
El plan para alejar a los demócratas de las misas en Santiago de Cuba y
en La Habana incluía estadías en celdas, retenciones en las viviendas,
intimidaciones y apagón general de los teléfonos privados para dejarlos
distantes y sin voz.
Esas ausencias y ese silencio impuesto denunciaron el interés de los
gobernantes por anular a los grupos opositores y sacarlos del escenario.
Al mismo tiempo, reafirmaron a los observadores que el ninguneo verbal
de la dictadura contra la oposición no va más allá de los panfletos
porque hay un temor innegable por su mensaje de cambios , de
modernización de la sociedad y por la llegada de un ciclo en el que la
libertad no sea nada más que un recurso retórico de los oradores.
Hay que quedarse con la convicción de Berta Soler de que Benedicto XVI
"se olvidó de reunirse con su rebaño, los marginados, los perseguidos,
los oprimidos, sabemos que el Papa no es un libertador, que Cuba
necesita la libertad y la libertad depende del pueblo de Cuba".
http://www.elnuevoherald.com/2012/04/01/1166605/raul-rivero-memorias-alforjas.html
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