La herencia de Fidel Castro
Lunes, Abril 30, 2012 | Por David Canela Piña
LA HABANA, Cuba, abri, www.cubanet.org -Fidel Castro morirá, más
temprano que tarde, y con él acabará una época. Los cubanos deberán
orientarse hacia un futuro ya previsible, pero inevitablemente habrán de
hacer un recuento, el resumen de una era. ¿Dónde están los sueños de
libertad, de prosperidad, de justicia, de igualdad y bienestar, que
fueron soñados hace más de cincuenta años, y cuyos turbios desvelos han
sido siempre achacados al bloqueo y al imperialismo?
Fidel Castro morirá, y dejará tras de sí muchas cosas: lo primero, es
una estela de destrucción a lo largo de la Isla, un país atrasado, y no
obstante con una pobreza turística, graciosa y compasiva. Dejará
ciudades envejecidas, infraestructuras colapsadas, barrios marginales e
ilusiones flotantes. Dejará deudas impagables (sobre todo la del tiempo)
a tres generaciones de cubanos, y más de un quinto de la población
viviendo fuera de su país de origen, o del que debió ser su país de
origen, si sus padres hubieran tenido un horizonte de realización más
tangible. Dejará familias separadas y dispersas, que tal vez aviven la
esperanza del reencuentro.
Habrá dejado también miles y miles de discursos y artículos –imposibles
de agrupar en obras completas– los cuales serán la biblia santa de sus
seguidores, a donde irán a beber un párrafo vibrante, una frase
lapidaria, un concepto patriótico, o el pie forzado de una arenga.
Vendrán las comparaciones entre su figura y la de Martí, y la absurda
especulación sobre quién fue más grande en la historia de Cuba.
Habrá dejado un país militarizado, de consciencia y de facto, en donde
impera la cultura del "ordeno y mando", y se extraña una cultura de los
servicios. Habrá dejado millones de personas que no se piensan como
ciudadanos (con derechos), sino como soldados de un fantasma llamado
Revolución, y cientos de miles de empleados que trabajan para las dos
grandes compañías del gobierno: el MINFAR y el MININT.
Pero lo más terrible, es que nos dejará su fantasma durante muchas
décadas (Dios quiera que no), como un eclipse profundo sobre la
consciencia nacional, como una toxina lenta de purgar. Y en un
principio, dejará al pueblo dividido entre sus acérrimos fanáticos, sus
acérrimos detractores (moderados por las circunstancias), y una masa de
simuladores e indiferentes que fingirán la austeridad de una pena,
cuando en realidad sentirán un poco de miedo y desorientación. Sin
embargo, lejos del fatalismo, los más ecuánimes verán la oportunidad
para un renacimiento social.
Dejará un pueblo resentido, hastiado, y con enormes deseos de superar el
trance. Dejará pretextos para justificar las frustraciones, y unos
"éxitos" que cada día serán más cuestionados.
Habrá logrado la más dudosa de todas las victorias: la del "eterno"
recuerdo. Por eso, su alma no conocerá la paz.
Finalmente, espero que un día no muy lejano en Cuba, ser fidelista deje
de ser "la mayor virtud" de un ciudadano, y no serlo, el "peor defecto"
de un cubano. Yo aspiro a un tipo de sociedad en la que todos tengan su
espacio, incluso los fidelistas.
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