El cardenal que Cuba merecía
Pedro Corzo
Monseñor Eduardo Boza Masvidal, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de
La Habana, titular de Vindas, rector de la Universidad Católica Santo
Tomás de Villanueva y párroco de la iglesia Nuestra Señora de la
Caridad, la misma de la que fueron expulsados trece activistas pro
democracia porque el cardenal Jaime Ortega se lo solicitó a las
autoridades de la dictadura, fue un hombre de fuertes convicciones que
nunca acató el mandato oficial, a cambio de que la Iglesia sobreviviera
al despotismo castrista.
Boza Masvidal, que servía a la fe y a la dignidad humana por encima de
cualquier conveniencia política, como la mayoría de los prelados de su
época, asumió el camino más difícil, que era la defensa de sus
convicciones y de sus fieles.
Los artículos y pastorales de Monseñor Enrique Pérez Serantes, arzobispo
de Santiago de Cuba, y de Boza Masvidal, así como las declaraciones
conjuntas del episcopado cubano, en los años del cuero duro como diría
el historiador Enrique Encinosa, no hacían concesiones al castrismo y
demandaban con energía respeto a la Iglesia y a sus feligreses.
El cardenal Arteaga, que tuvo que buscar refugio en la embajada de
Argentina en Cuba, en una de sus pastorales atacó las directrices
marxistas que asumía la revolución cubana y su régimen político y
agregaba que la iglesia está "profundamente preocupada" por la
inclinación de altos funcionarios cubanos hacia sistemas que prevalecen
en los países comunistas, especialmente en la Unión Soviética. El obispo
Pérez Serantes fue enfático cuando dijo en Por Dios y Por Cuba, "No
puede decirse que los enemigos están en las puertas, porque en realidad
están dentro, hablando fuerte".
Por su parte Monseñor Eduardo Boza Masvidal, un profundo pensador de
gran sensibilidad social, escribió: "Los católicos no nos hemos opuesto
a la revolución, a la que hemos ayudado tremendamente, deseando los
grandes cambios sociales que tan necesarios eran en Cuba. Pero no
podemos aprobar o apoyar el materialismo y al totalitarismo comunistas,
que están en completa oposición con las ideas por las cuales tantos
cubanos han luchado y muerto". Monseñor añadía que el régimen de Castro
ha negado la dignidad y la libertad humana, el respeto al derecho
natural de la propiedad, que es indispensable para ejercer la libertad
individual y el respeto al buen nombre de los semejantes.
El régimen trató de acallar la Iglesia, pero como sus pastores se
opusieron, la persecución contra ellos y los creyentes fue una dolorosa
realidad. Numerosos sacerdotes dieron la extremaunción a los cientos que
murieron ante el paredón de fusilamiento gritando Viva Cristo Rey. Ellos
entregaron su vida en la confianza de una Iglesia que no les abandonó y
que decidió correr el riesgo de desaparecer, antes que ceder en los
valores trascendentales sobre los que se constituyó. Pérez Serantes
escribió: "No hay que olvidar los muertos de todos los tiempos y de
todos los lugares, desde Roma a Budapest, les ha parecido siempre mejor
perderlo todo y hasta derramar su sangre, que renunciar a la librea de
la libertad, propia de los hijos de Dios".
Los obispos cubanos dirigieron una carta a Fidel Castro, que decía: "Es
innecesario recordarle al señor Primer Ministro que la Iglesia ha
enseñado siempre como norma fundamental la primacía de los valores del
espíritu sobre los intereses de orden material y por ello la jerarquía
católica cubana, siguiendo el ejemplo de los cristianos de todos los
tiempos, está dispuesta a sacrificarse sin temor alguno y a perderlo
todo antes que claudicar en sus principios".
Boza Masvidal señaló: "Falta el reconocimiento de la dignidad de la
persona humana y la libertad de los hijos de Dios, el cual ha dado a
cada hombre el derecho de pensar, de escribir, de hablar, de actuar, de
tener iniciativas, sin más limitación que el respeto a la ley moral y al
derecho ajeno".
La represión contra la Iglesia fue inmediata. Los ataques verbales se
incrementaron. El gobierno manipuló el permiso para la Procesión de la
Virgen de la Caridad, septiembre de 1961. Los fieles marcharon a la
Iglesia, la policía y sus sicarios tirotearon a los devotos, asesinando
a Arnaldo Socorro, de la Juventud Obrera Católica, frente a la Iglesia,
en la que los trece fueron a pedir que Benedicto XVI mediara para el
establecimiento en Cuba de una sociedad de derecho.
Sabían ellos que allí había oficiado Monseñor Boza Masvidal. Fue
casualidad. Tal vez algún día se sabrá.
Monseñor Boza Masvidal estuvo arrestado cinco días y posteriormente
deportado junto a otros 130 sacerdotes. En el exilio continuó su
apostolado por la Iglesia y Cuba. Nunca cesó en su defensa de la
dignidad humana, sin que importara el país o el régimen al que tuviera
que enfrentar.
Periodista de Radio Martí.
http://www.elnuevoherald.com/2012/03/30/v-fullstory/1165613/pedro-corzo-el-cardenal-que-cuba.html
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