Miércoles, Marzo 28, 2012 | Por Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba, marzo (Alberto Méndez Castelló, www.cubanet.org )
– Advertimos desde este sitio a mitad de mes: "Si como en otras
ocasiones no somos conducidos a los calabozos", refiriéndonos con
aquella hipótesis a nuestra posible detención para impedirnos acudir a
Santiago a escuchar a Benedicto XVI -no en la plaza vallada sino fuera
de ella- y contarle a ustedes cómo escucharon las palabras del Papa los
que no pudieron estar allí.
Les soy sincero, aunque teníamos algunas posibilidades de conseguir al
menos dos palabras del Santo Padre para nuestros lectores, eso no era lo
que más nos interesaba. A través de su Vicario, Jesucristo habla con
todos por igual.
Otras escenas sí queríamos compartirlas solo con ustedes. Una
particularmente.
Pasada la medianoche del sábado 17 de este mes nos encontramos en el
parque Céspedes con dos ancianos menesterosos. Atrás habíamos dejado
otros y en la madrugada encontraríamos más, incluso los de la Plaza de
Marte eran muy interesantes, pero estos dos…. ¡eran imponentes!
A un lado el gobierno municipal, al otro la catedral. En el centro el
parque Céspedes. ¿Imaginan el parque Céspedes una noche de sábado?
¿Ya lo ven…? ¿Sí?…Santiago de Cuba y su maravillosa gente, claro.
No los discrimino. Sé que ustedes están allí, entre jóvenes y viejos,
sentados o caminando por ese parque donde jugaron cuando niños o
simplemente se hospedaron en el hotel de al lado, o empinaron un trago
en la barra de la esquina.
Pues,…entre tanta gente bien, o casi bien, esos dos pordioseros eran los
campeones del parque. Un pito le importaban los dos policías patrullando
la zona con un perro pastor alemán. Por entrepiernas se pasaban a los
dos guardias con el perro mientras metían y sacaban cachivaches de sus
sacos, como si aquel fuera su campamento y ellos estuvieran de picnic.
¡Ojalá yo tuviera ese valor!
Y por supuesto, por el valor de ellos pensé que a ustedes les hubiera
gustado conocer de la visita del Papa a Santiago desde el punto de vista
de estos dos ancianos. Así, nosotros tres, los dos viejos y yo íbamos a
contarles cómo funciona la visita de un Papa cuando por los alrededores
hay gente que no cree ni en Dios ni en sus madres.
Pero ya ven… decretaron que no fuéramos a misa. No sé qué hicieron con
los dos pordioseros. A mí me metieron dentro de un calabozo 75 horas y
quince minutos.
Nada nuevo hay en eso si no se aclara que la estación de policía que
tenía la dictadura del general Batista aquí cabe más de 10 veces dentro
del edificio policial que se hizo construir la dictadura del
proletariado. ¡Ahí cabe tanta gente!…
Para impedir que fuéramos a misa con aquellos dos menesterosos que vimos
en el parque Céspedes, y para impedir que se lo contáramos a ustedes,
ellos no legislaron mucho. Sólo dijeron: "Usted está preso porque piensa
alterar el orden".
¡Y ya! ¡Al calabozo!
Dijimos en este mismo sitio que en Santiago de Cuba se preparaba una
misa por decreto. ¿Acaso mentimos? ¿No fueron los censores quienes al
encerrarnos durante más de tres días en un calabozo confirmaron nuestras
palabras?
Cuando las revoluciones terminan en dictaduras preceden otras
revoluciones. Ojalá este no sea el caso.
Aquella noche también fuimos al Callejón del Muro, donde mataron a Frank
País.
Frank País creía en Dios. ¿Imaginan la felicidad de Frank con la visita
de dos Papas a su Santiago? Pero no había ni una sola flor allí donde
lo mataron, sólo los huecos de las balas en la pared y dos pequeñas
tarjas recordándonos que la violencia no lleva a ninguna parte.
http://www.cubanet.org/articulos/decretaron-que-no-fueramos-a-misa/
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