Los enemigos de la prensa
By ALEJANDRO ARMENGOL
El arresto temporal del dueño mayoritario del canal venezolano de
noticias Globovisión, quien ha asumido una actitud muy crítica hacia el
gobierno de Hugo Chávez, es una cruda advertencia del mandatario a
quienes se atreven a alzar la voz en su contra.
Si se limitara a eso: un arresto temporal, una incomodidad, un susto, no
estaríamos viendo nada nuevo en Latinoamérica. Al igual que dictadores
anteriores --la mayoría vestidos de militares o arropados con la
ideología de la derecha-- Chávez no estaría comportándose de manera muy
distinta a la practicada en una vieja tradición de amenaza a los
periodistas y el apretar y aflojar en la censura de acuerdo a las
circunstancias. Pero hay más, mucho más.
Primero los hechos. Agentes de la inteligencia militar detuvieron a
Guillermo Zuloaga el jueves, en el aeropuerto del estado de Falcón,
Venezuela, cuando pretendía viajar a la isla caribeña de Bonaire para
unas vacaciones de Semana Santa. Fue puesto en libertad horas más tarde,
tras comparecer en una corte, de acuerdo a una información de la AP.
El canal Globovisión es el único que mantiene una línea crítica hacia el
mandatario venezolano tras el cierre en el 2007 del canal de cable RCTV.
Zuloaga fue detenido como parte de una pesquisa sobre supuestas
declaraciones ``ofensivas'' que hizo contra el presidente venezolano
durante una reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP),
efectuada el fin de semana en la isla caribeña de Aruba, afirmó la
fiscal general Luisa Ortega.
En una emocionada crónica, el periodista Rui Ferreira, del diario
español El Mundo, narra como en la reunión de la SIP Zuloaga se
``defendió de las viejas acusaciones de una supuesta participación en el
golpe de estado que los militares llevaron a cabo contra Chávez en el
2002, en cuya lista de culpables el mandatario lo ha involucrado desde
entonces''.
El empresario dijo que no hay pruebas de su participación porque ``no se
puede probar lo que no existe'', agrega Ferreira, quien menciona que el
objetivo de Zuloaga fue denunciar que los periodistas de las emisoras
favorables a Chávez no se encontraban en la reunión de la SIP para
informar, sino para crear ``hechos políticos'': la misión era conseguir
la frase que sirviera para incriminarlo, llevarlo a la cárcel. Lo
lograron en buena medida.
Varios mandatarios latinoamericanos están empeñados en una campaña
contra la prensa, que no sólo transita por la vía tradicional de la
intimidación y censura, practicada por los caudillos, y que a veces se
acerca a la represión burda, típica de los regímenes totalitarios, sino
que también recurre a diversas prácticas capitalistas, desde la
adquisición de la mayoría de las acciones de una empresa --en su caso
mediante la utilización de recursos públicos-- hasta la edificación de
máquinas privadas de propaganda, colocadas en manos de testaferros.
Uno de los argumentos más socorridos, para justificar este empeño, por
parte de los gobernantes latinoamericanos, es mencionar las deficiencias
y desigualdades de los medios de prensa privados.
Si bien es cierta la existencia de limitaciones en los medios privados,
éstas no se combaten con el cierre, el acoso y el no otorgamiento de las
licencias correspondientes. Tampoco es negativa la existencia de canales
públicos de televisión y radio. Todo lo contrario. Siempre que no se
subordinen a los intereses políticos de un determinado gobierno, que en
la práctica se reduce a lo que beneficia a un gobernante y su camarilla.
En última instancia, cabe la sospecha de que a lo que aspiran estos
gobernantes latinoamericanos es a ejercer un control absoluto sobre la
prensa, al estilo del gobierno cubano. A la utilización de la
información para una herramienta más para mantenerse en el poder, y a
justificar la manipulación de la noticia como un principio idelógico y
no como un mal intencionado fin político. La desinformación convertida
en un derecho de Estado. El tratar de impedir que los ciudadanos puedan
sacar sus propias conclusiones. La conspiración cotidiana opuesta a un
pensamiento independiente.
o es que la tergiversación y la censura se practiquen sólo en la Caracas
de Chávez o en la Cuba de Castro. En muchas ocasiones, en Miami la labor
de ``informar'' a la población se limita a un ejercicio en apariencia
compasivo: se dice sólo que ésta quiere escuchar, ver y leer. Tal tarea
es propia de adulones y no de periodistas.
Lo que se hace en Cuba --bajo la premisa de que sólo sale a la luz
pública lo que permite la censura-- se practica en Miami, con distintos
criterios pero iguales fines, bajo el amparo y beneplácito de
corporaciones y políticos.
Esto ocurre con mayor fuerza dentro de la comunidad cubana. No hay que
olvidar que los medios masivos aquí cumplen también una función
catártica: es difícil aceptar todos los sinsabores y frustraciones de un
exilio, sin un refugio emocional.
Sólo que en una sociedad democrática, por las razones más diversas, hay
una mayor potencialidad para abrir canales alternativos de información,
mientras que en las sociedades cerradas, como la cubana y la que quiere
implantar Chávez en Venezuela, se dedican los mayores empeños a cerrar
estos canales. Aquí radica una de las diferencias fundamentales entre La
Habana y Miami. Lástima que Caracas no aspire a un mejor destino:
alejarse de la situación de la prensa en ambas ciudades.
http://www.elnuevoherald.com/2010/03/29/v-fullstory/685094/alejandro-armengol-los-enemigos.html
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