lunes, junio 01, 2015

Mientras lava y plancha a domicilio, a Berta se le va la vida

Mientras lava y plancha a domicilio, a Berta se le va la vida
"Lavo y plancho para la calle desde los 14 años. No cobro mucho y no soy
abusadora (…) No tengo ninguna ayuda de la Seguridad social, y a mi
esposo solo le dan 200 pesos, aunque trabajó 30 años manejando un camión"
lunes, junio 1, 2015 | Marcia Cairo

LA HABANA, Cuba. -Berta Pérez tiene 82 años, aunque aparenta más edad.
Con su extrema delgadez nadie imaginaría que esta amable señora lava y
plancha bultos de ropa a domicilio, en un barrio de Miramar.

"Lavo y plancho para la calle desde los 14 años. No cobro mucho y no soy
abusadora. Me gusta dejar la ropa bien limpia, luego la plancho y la
vienen a buscar. Aquí en Miramar tengo varios clientes fijos –incluso un
matrimonio militar–, que me traen desde pantalones, camisas, blusas,
vestidos, hasta ropa de cama. A la gente le gusta como lo hago, porque
no le abro huecos y tampoco las mancho. Restriego suave y enjuago bien.
Las lavo por separado como en la lavandería, pero a mano. Mucha gente de
este lugar tiene mucho dinero. Algunos me pagan por el bulto, y otros
por pieza. Yo cobro 5 pesos por cada una, pero los jeans los cobro a 10
pesos".

Según ella, desde niña se acostumbró a realizar labores en el campo, y a
cocinar con leña. Es natural de El Roble, un pueblito aledaño a la
provincia de Las Tunas; sin embargo, desafiando las dificultades para
conseguir pasaje en guagua, viene a La Habana a pasarse largas
temporadas en casa de una hermana que es viuda y vive sola.

"Aprendí a leer y escribir, nunca hice más estudios y a nadie le
preocupó. He vivido para trabajar. Cocino con leña allá en mi pueblo,
porque no hay gas, ni tampoco han repartido las ollas eléctricas de esas
que dicen por el noticiero. Mi esposo y yo nos pasamos el tiempo oyendo
el radio, porque no tenemos televisor, y ni soñar comprar uno con lo
caros que están en la tienda".

El esposo tiene 96 años Los dos siempre hacen el viaje juntos, aunque
esta vez él se quedó en Las Tunas por no tener un par de zapatos en
condiciones para venir. El único par que posee, según Berta, ya está muy
deteriorado.

"Tuve cuatro hijos y una se murió de meningitis. Los que quedan me
ayudan en lo que pueden, pero ellos tienen sus familias, y a mí no me
gusta depender de ellos. Mientras Dios y mi salud me ayuden me buscaré
lo mío".

"Vengo a La Habana porque allá la gente no paga por el lavado y
planchado. También arreglo ropa de niños. Enseguida que llego compro
huevos y aceite, que son caras por allá. Hace más de dos años que estoy
ahorrando porque mi casa es de madera y las ventanas y las puertas se
las está comiendo el comején, y me voy a quedar sin casa."

"No tengo ninguna ayuda de la Seguridad Social, y a mi esposo solo le
dan 200 pesos, aunque trabajó 30 años manejando un camión".

"¿Ves esta ropa que tengo puesta? Bueno…, ésta y otra muda son las
únicas que tengo, cuando lavo una, me pongo la otra".

Así lucha una persona mayor en Cuba cuando no tiene una remesa familiar
segura que alivie al menos sus necesidades básicas, y cuando el gobierno
se vuelve ciego y sordo ante personas que nunca trabajaron en
instituciones estatales.

Source: Mientras lava y plancha a domicilio, a Berta se le va la vida |
Cubanet -
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