Crónica: víctima de robo en Cuba
Cómo una parada para comer en un restaurante terminó con extenso proceso
policial
domingo, 28 de junio de 2015 - 3:40 PM
Por Ricardo Cortés Chico
Ocho horas después del incidente, finalmente el proceso de denuncia y
procesamiento fue completado (Xavier J. Araújo Berríos)
La Habana, Cuba - Una camioneta, que servía como una especie de
transporte público recogía y dejaba a los locales en la intersección
entre las calles 21 y L, justo al lado del restaurante La Cocina de
Esteban en el sector El Vedado de La Habana.
Al cruzar la calle unos taxistas esperaban pasajeros. Ponían música a
todo volumen: algo de salsa, algún bolerito y hasta una canción de
reguetón que parecía competir con los sones de Compay Segundo en cada
esquina de la ciudad.
Era poco más de las 3:30 p.m. del jueves cuando las dos mujeres entraron
al restaurante. Caminaron rápido y se sentaron en una mesa. Pidieron un
menú. No hicieron más que abrirlo cuando le anunciaron a la mesera que
se marchaban. Dejaron las sillas revueltas y comenzaron su salida a toda
prisa.
¨¡Mi cámara!¨, se escuchó gritar de pronto al fotoperiodista Xavier
Araújo que acaba de terminar su comida y se tomaba un café. Justo en ese
momento, las dos mujeres comenzaron a correr.
El plan había sido ejecutado casi a la perfección. Entraron rápido y
salieron rápido. Sin embargo, no contaban con que la víctima se iba a
dar cuenta del robo casi al instante.
Daniela y Armando, dos de los empleados del restaurante, y la víctima
comenzaron a correr detrás de las mujeres, que se separaron mientras
intentaban escapar.
La que llevaba la cámara se confundió entre los locales que esperaban
por el transporte público y escapó. Su acompañante decidió continuar
corriendo a lo largo de la avenida. A los pocos minutos, ya se había
producido el arresto civil de la acompañante. Desde el restaurante
llamaron a la Policía Nacional Revolucionaria. A los pocos minutos dos
patrulleros llegaron en un viejo auto ruso marca Lada. En ese momento
comenzó la travesía con el sistema de justicia cubano.
Después de una entrevista superficial, los oficiales subieron a la
víctima y a la victimaria a la patrulla. El automóvil no tenía equipo
especial alguno. Nada de barreras entre los oficiales y los detenidos.
Mucho menos había alguna división entre la mujer y su víctima. Nada de
seguros en las puertas que le impidiera a la detenida escapar. La
patrulla era un medio de transporte más, con la única diferencia del
biombo en la capota y la rotulación en las puertas.
El paseo en la patrulla fue corto. El cuartel de la Policía Nacional
Revolucionaria, en la calle Zapata, estaba apenas a unas cuadras de allí.
Era un edificio viejo. Un pequeño letrero indicaba que su construcción
fue para el 1948. Las paredes estaban adornadas con propaganda
gubernamental. En una esquina, unos carteles relataban la historia de la
policía en la era revolucionaria. Otro cartelón estaba compuesto como
por una docena de fotos del expresidente de Cuba, Fidel Castro.
En el cuartel el caso fue referido a Iván Mosseur, un sujeto que vive en
Pinar del Río pero que está encargado de los delitos que se cometen
contra los extranjeros en la zona del Vedado. Tenía tal vez unos 32
años. Su uniforme -gorra y pantalón azul y camisa gris- parecía ajado
por el constante uso y los extensos turnos de trabajo que suele tener.
Según comentó, sus turnos, en ocasiones, pueden superar las 24 horas.
Descansa cuando puede o en los fines de semana cuando regresa a su casa
en Pinar del Río.
Allí, la detenida dio su versión. Supuestamente caminaba por la acera
frente al restaurante cuando una "extraña" la invitó a entrar. Tras
sentarse en la mesa entendió que no había café disponible así que se
marchó. Cuando se le preguntó por qué huyó corriendo del lugar
contestaba diciendo ¨chequea, que yo no tengo na¨.
¨Pero si en ese momento yo me estaba tomando un café, cómo que no
había¨, objetó la víctima.
Iván, que parecía no tener prisa alguna para atender el caso, comenzó a
llenar papeles.
¨Su pasaporte, por favor¨, solicitó en oficial mientras completaba
pausadamente cada uno de los blancos del formulario de la denuncia.
Tras dos o tres preguntas sobre los hechos, Iván determinó que había que
entrevistar a más testigos. Buscó entonces a otro Policía, de hablar un
tanto enredado y que al presentarse pareció decir que su nombre era
Carlos. Ese era el chofer asignado para las investigaciones en el área
de El Vedado.
El turista querellante, Iván y Carlos -ninguno de los dos andaba armado-
se dirigieron al restaurante. Allí todavía estaban los empleados que
habían ayudado a la captura de la detenida. Ellos corroboraron todo.
Identificaron a la mujer detenida, ofrecieron datos de la identidad de
la acompañante que había escapado con la cámara y se mostraron
dispuestos a cooperar con el caso.
Carlos se quedó afuera en el carro.
¨¿Ustedes son de Puerto Rico?¨, le preguntó Carlos a otro individuo que
andaba con el perjudicado.
-Si-.
-Eso es una tierra de grandes peloteros-, afirmó.
-Así mismo es-.
-¿David Ortiz (el bateador designado de los Medias Rojas de Boston) es
de Puerto Rico?.
-No, él es dominicano-.
-¿Y Miguel Cabrera (el toletero de los Tigres de Detroit)?
-Él es venezolano¨-.
¿Roberto Clemente?.
-Ese sí- contestó.
Tras una hora y media de interrogatorios Iván salió del restaurante.
Carlos estaba molesto porque se había tardado demasiado tiempo. ¨Pero si
tú lo que haces son tres preguntitas y ya¨, criticó Carlos en tono de
broma. ¨Y tú lo que haces es guiar¨, contestó, también en broma, Iván.
El proceso se tardaba por el extenso papeleo que tenía que llenar Iván,
quien tampoco parecía con mucha prisa.
El escenario se repitió nuevamente en el hotel Capri, donde
entrevistaron a otro de los testigos del robo. Inicialmente, Iván se
disponía a hacer el interrogatorio en el mismo vestíbulo, pero la
gerencia no lo dejó. Si iba a haber un interrogatorio tenía que ser en
la oficina de seguridad, ubicada en el sótano del edificio.
Esa oficina consistía de un escritorio, una computadora y un anaquel.
Varios uniformes estaban enganchados en una tubería que sabía del techo
y que goteaba a un latón ubicado al lado de una pequeña mesa.
De vuelta al cuartel, las declaraciones de los testigos fueron revisadas
por una supervisora. Poco después comenzó el proceso de buscar un fiscal
y un abogado. El fiscal, igual que acá, encausa el caso. El abogado, en
cambio, representaría al turista tras su salida del país, no a la detenida.
La abogada fue la primera en llegar. De lo primero que hizo fue
mostrarse molesta por el mal rato que habían sufrido los turistas.
Después habló de la honra del trabajo y de cómo todas las sociedades
tenían personas antisociales. Ella, que tenía como unos 34 años tal vez
era prueba del sacrificio laboral al que se refería. Según contó, dejó a
su hijo al cuidado de su madre para atender la urgencia de la Policía.
El fiscal, en cambio, no llegaba al cuartel. Iván, al ver que la demora
se extendía demasiado, decidió llevar toda la documentación al lugar
donde el fiscal estaba.
Ocho horas después del incidente, finalmente el proceso de denuncia y
procesamiento fue completado. No obstante, no eran muchas las
posibilidades de recobrar la cámara. La detenida rehusaba ofrecer la
identidad de su acompañante. No obstante, por el delito que cometió, se
exponía a entre uno y tres años de cárcel.
Source: Crónica: víctima de robo en Cuba | El Nuevo Día -
http://www.elnuevodia.com/noticias/internacionales/nota/cronicavictimaderoboencuba-2066147/
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario