Mi madre en el "cucarachero"
mayo 29, 2014
Irina Echarry
HAVANA TIMES — Sudaba a mares, una intensa ardentía en el pecho la
debilitaba. Comenzó a ponerse fría, pálida, sus labios adquirieron ese
color morado que asusta… perdió la conciencia.
Aun así, cuando llegamos al policlínico más cercano, la doctora de
guardia no la auscultó; aunque le describimos el cuadro que mi madre
acababa de padecer, ella la vio llegar caminando, un poco pálida, sí,
pero primero habría que descartar una hipoglicemia, luego anemia… A mi
reclamo e intranquilidad solo contestaba ―sin dejar de mascar su
chicle―: Tranquila, mamita, tranquila, yo sé lo que tengo que hacer.
Me sentía con las manos atadas: ¿grito, me voy a otro lugar aunque quede
más lejos? No es la primera vez que enfrento una situación delicada con
los doctores de "mi policlínico".
Al fin, cuando lo entendió conveniente, le ordenó el electro y le puso
oxígeno; enseguida los colores volvieron al rostro de mi madre. Ya
habían transcurrido más de 40 minutos, del dolor anginoso solo quedaba
el recuerdo. La doctora no encontró motivos para remitirla a algún
hospital ni para dejarla ingresada en la salita de urgencias del
policlínico; y a las tres de la mañana no hay quien salga de Alamar.
Nos fuimos a casa aunque apenas dormimos.
Amanecimos en el Cardiovascular, un sitio donde los trabajadores
sonríen, preguntan por tu estado anímico, son amables; desde los médicos
y los técnicos, hasta los custodios. Claro, hablo del cuerpo de guardia,
donde existen todas las condiciones materiales para que profesionales y
pacientes se sientan bien.
Allí, más electros, análisis de todo tipo (con rapidez) y mi madre quedó
en Observaciones.
Sentada en la sala de espera de un hospital, me resultaba extraño que el
ambiente no fuera opresivo. Al contrario, salvo la conversación de
algunas personas alteradas por la gravedad de su familiar enfermo,
reinaba la tranquilidad.
A las pocas horas un profesor confirmó que mi madre debía estar
ingresada, sobre todo por el síncope que tuvo la noche antes, pero la
remitirían al hospital que nos corresponde.
No pude reprimir la frase: ¡Ay dios mío, mi madre en el cucarachero!
Pues sí, a los vecinos de la Habana del Este nos toca curarnos en el
Hospital Docente Clínico-Quirúrgico General Calixto García, más conocido
por "el cucarachero".
Una breve estancia en el cuerpo de guardia del Calixto me reafirmó las
diferencias entre un centro de salud y otro. La presencia permanente de
dos policías nos recuerda que el índice de criminalidad en la Habana no
es bajo.
Cada cierto tiempo llegaba alguien vociferando: ¡se desangra, se
desangra… una camilla! Primero, los gritos de dolor de un hombre con la
tibia dislocada; después, los lamentos desgarradores de una muchacha que
supo de la muerte de su madre; luego, un joven que había recibido un
machetazo en la cabeza, se la aguantaba con las manos mientras intentaba
articular palabras que al final no lograban salir de su boca. Sangre por
doquier, camilleros que no acuden rápido a los llamados de urgencias,
recepcionistas escandalosas, histeria colectiva. ¿Es aquí donde tiene
que estar mi madre?
La pregunta me atormentaba cuando el clínico de guardia salió a
conversar con los familiares de los casos de urgencias. La primera
impresión fue de alivio, él consideraba que mi madre no tenía nada, no
había motivos para dejarla ingresada. ¡Nos vamos de aquí! Luego comencé
a pensar que, guiándose por lo bien que la veían, le restaban
importancia a lo que tuvo; su imagen se palidez mortal volvió a ocupar
mi pensamiento.
¿Y si le repite?
Como llegó al Calixto remitida por otro hospital, en este caso el
Cardiovascular, había que esperar la valoración de un especialista que
confirmara si volvía o no a casa. Casi dos horas después una cardióloga
revisaba el caso y descubría problemas en el resultado del electro de la
noche anterior.
¿Y entonces? Así mismo, nos quedamos en "el cucarachero".
El Calixto, con más de 100 años de fundado, está sometido a una dilatada
reconstrucción, después de décadas de desidia. Los pabellones
destartalados aún perduran pero, en sentido general, y a pesar del
reguero constructivo, el hospital intenta dejar atrás su fama de sitio
mugriento, abandonado, donde las cucarachas pululan sin límites; una
fama que lo ha acompañado por demasiado tiempo. No puedo asegurar que lo
logre, lo que sí puedo afirmar es que en la sala de terapia (intensiva e
intermedia) mi madre fue bien atendida.
Aunque ubicado en el Vedado, el Calixto es un centro al que acuden
pacientes de a pie, personas de pueblo que no pueden pagar los servicios
médicos en CUC ni tienen amistades importantes que se los resuelvan, por
eso su cuerpo de guardia permanece en constante ajetreo.
La notoriedad de este hospital no ha sido solo por su destrucción y los
bichos, también sus profesionales son glorificados por la gente.
Seguramente la remodelación de la sala y el equipamiento nuevo, de
calidad, influyan en que los médicos, enfermeros y demás trabajadores de
Cuidados Coronarios sean personas afables, solícitas, además de tener
vasto conocimiento de su profesión y deseos de seguir aprendiendo.
Durante toda una semana los vimos trabajar, tratar a todos por igual,
enfrascarse en su labor a pesar de los bajos salarios. Ni siquiera
parecía chantaje emocional del tipo: te doy un trato de excelencia pa
que luego me pagues algo.
En fin, que cada cual cumplía con sus funciones y trataba bien a los
demás; tal como debiera ser siempre aunque casi nunca sucede. Incluso,
hubo una reunión con el objetivo de explorar la opinión de los pacientes
y familiares sobre el trato de los médicos y su trabajo.
No sé si esa reunión fue casualidad o si la realizan cada cierto tiempo;
pero, acostumbrados a que los planteamientos en reuniones no lleguen a
nada, muy pocos opinaron.
Esa sala de cuidados coronarios no está fuera del hospital de mala fama;
aunque fue reparada hace poco tiempo tiene deficiencias. Como todos
sabemos, los pacientes de terapia intensiva no deben levantarse de la
cama ni a orinar; sin embargo, la sala no dispone de mamparas o biombos,
para cubrirlos mientras hacen sus necesidades fisiológicas en la cuña;
tuve que hacer actos de magia durante el baño para frotarle bien el
cuerpo a mi madre y, a la vez, evitar que el de la cama de enfrente le
viera los pechos.
Veo peligrosa la entrada de vendedores ambulantes a las habitaciones
donde están las camas de los enfermos de terapia intermedia, la mayoría
de las veces ofrecen productos que los pacientes tienen prohibidos.
El televisor no funciona; según uno de los médicos, los pacientes y sus
familiares no cuidan lo que hay y algunos se llevan cosas como, por
ejemplo, el mando del televisor o algunas piezas del baño. Por eso, como
el televisor está en alto, comenzaron a utilizar un palo para llegar al
botón de encendido… hasta que le abrieron un hueco. Y quizá también por
eso en el cuarto donde estaba mi madre la ducha nunca cerraba.
Era doloroso ver correr el agua sin cesar, con la cantidad de familias
que sufren por su escasez.
De nada sirve culpar a los pacientes y familiares y excluir del robo a
los trabajadores, a estas alturas eso es secundario. Si dejan acumular
los problemas, el Calixto, a pesar de sus buenos profesionales, seguirá
siendo "el cucarachero".
Source: Mi madre en el "cucarachero" - Havana Times en español -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=96205
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