El carro, el cubano y los parásitos
Fernando Ravsberg | 2012-05-31, 14:34
En Cuba hay dos formas de hacer las cosas: la fácil y la de la
burocracia. Por muy positiva que sea una ley, los burócratas siempre
sabrán cómo convertirla en un espeso pantano del cual solo se puede
salir si se cuenta con su ayuda, nada desinteresada, por cierto.
El gobierno aprobó el pasado año la compraventa de automóviles, pero
estableció 3 categorías de ciudadanos: los que tienen derecho a comprar
un 0 km, los que solo deben aspirar uno de los usados en las empresas de
alquiler y los que únicamente podrán adquirirlo de otro cubano.
A un trompetista de un grupo de salsa se le da derecho a comprar uno
nuevo pero un campesino, de los que trabajan el día entero bajo el sol,
solo puede comprar el auto viejo de otro cubano. Igual que le ocurre a
los médicos aunque hayan ganado sus dólares salvando vidas en la selva
africana.
No había que ser Nostradamus para adivinar que con semejante entramado
de prohibiciones algunos burócratas iban montarse un negocio paralelo.
Y el gobierno les creó un mercado cautivo al entregar más de 2.000
cartas de autorización para la compra de automóviles modernos de uso.
El problema surge porque solo sacan a la venta 20 de esos vehículos por
semana. Me recordé de un psicólogo cubano que habló en la TV del caos
que provoca "la política del embudo", refiriéndose a los supermercados
donde hay 10 cajas cobrando y una sola puerta de salida.
No es raro que aparezca una cola interminable cuando las autoridades
crean una demanda decenas de veces mayor que la oferta. Quien tenga hoy
el último turno podrá comprar su auto a mediados del año 2014, siempre
que nadie se le cuele durante los próximos 2 años.
Si la espera se realizara de cuerpo presente -como ocurre en la
panadería o en la bodega- se formaría una cola de unas 7 cuadras. El
cálculo no tiene rigor científico, está hecho sobre la base de un
ciudadano con un volumen corporal que ocupe no más 50cm de la fila.
Pero no hay que desanimarse, los burócratas pueden sacarlo del pantano.
Si Ud. quiere comprar más rápidamente un automóvil "desmovilizado" de
las empresas de alquiler bastará con retribuir al empleado que, "a costa
de grandes riesgos personales", le facilitará la operación.
Las tarifas son muy flexibles, van en dependencia de las posibilidades
del "cliente" y del precio del automóvil, pero en una compra-venta de
autos, en la que casualmente estuve presente, observé que el
"agradecimiento" entregado al solícito empleado estatal fue de US$500.
Tomé esta cifra como promedio, la multipliqué por los automóviles que
venden cada semana y descubrí que estos personajes se embolsan más de
US$40.000 al mes, un sobre sueldo nada despreciable aunque tengan que
repartirlo con sus jefes y demás compañeros de faena.
Lo malo es que este dinero no sale del bolsillo de ningún millonario ni
de personas acaudaladas. Proviene de los cubanos de a pie que trabajaron
en el exterior, lejos de sus familias, reduciendo sus gastos al mínimo
para ahorrar cada centavo y adquirir "el carrito" de sus sueños.
En este caso, la corrupción la facilita el propio Estado al pretender
ejercer un control sobre los ciudadanos en temas que deberían ser
competencia de cada individuo. Paradójicamente, es en esos momentos
cuando la gente inventa las mejores trampas para eludir la vigilancia.
Porque en realidad el Estado es una abstracción representada en la
práctica por funcionarios de diferente rango, capacidad y ética. No dudo
que entre ellos haya algunos verdaderamente virtuosos, pero conozco a
otros que venderían a su abuela si lograran sacar una buena "comisión".
Es cierto que no podemos vivir sin ellos pero tenemos la posibilidad de
cortarles las alas limitando su capacidad discrecional, su poder de
decidir sobre el ciudadano. Claro que eso solo se logra si las
instituciones del Estado están también dispuestas a relajar su control
sobre la sociedad.
Para los no cubanos es casi imposible comprender la relación
Estado-automóvil-ciudadano pero percibo que es un tema muy sensible,
tanto que le costó el cargo a un ministro cuando quiso renovar el parque
permitiendo la importación de autos modernos a cambio de entregar el viejo.
Resulta un misterio la amplitud de la ley para la compraventa de casas y
las prohibiciones que tiene la de automóviles. Estos siguen siendo una
especie de premio mayor reservado para los elegidos y, sin lugar a
dudas, se han convertido en el sello de clase más visible que existe en
Cuba.
Sería interesante oír la explicación sobre cuáles son problemas
económicos, ideológicos, políticos o de seguridad que habría si eliminan
las restricciones al comercio de automóviles y el ciudadano puede
comprar su "carrito" sin tener que soportar que lo desangren los
empleados-parásitos del Estado.
http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2012/05/el_carro_el_cubano_y_los_paras.html
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