De Fidel a Raúl
Americo Martín
Después de estudiar detenidamente el VI Congreso del PCC, no puedo menos
que sorprenderme por el esfuerzo desesperado de una vieja generación
para evitar el naufragio de un sistema desvencijado. He analizado las
decisiones tomadas, una a una, en contraste con los formidables
obstáculos que deberían ser sorteados, y me inclino a pensar que
difícilmente podrán con ellos, a menos que intervengan factores
desconocidos.
El contenido de esta estrategia es inequívoco y diríase que va en la
dirección correcta, pero es difícil no llegar a la conclusión de que el
problema los desborda. Raúl, que fue parte importante del sistema
fidelista, ha reaccionado contra él. Es el nuevo líder, Fidel es una
sombra, algo avergonzada. La lucha no explícita entre estos dos hermanos
se hizo manifiesta cuando a fines de 2006 Fidel le advirtió a los
universitarios que el socialismo podía perecer, agobiado por una
eventual perestroika. Obviamente, se refería al recetario reformista que
mascullaba Raúl. Después, el accidente gastrointestinal lo puso fuera de
juego. Raúl asumió la presidencia del Consejo de Estado y ahora, en el
VI Congreso, fue nombrado Primer Secretario. Teniendo bajo su control
las jefaturas del Partido y el Estado, es el único árbitro. Fidel, tan
orgulloso, tan seguro de sí, se fue resignando. Sus delfines cayeron y
el Congreso nos ha entregado un Comité Central y sobre todo un Buró
Político de 15 miembros fieles e identificados con su hermano. De los
seis generales de cuerpo de ejército que hay en Cuba, cinco ingresaron
al BP, además del comandante histórico Ramiro Valdés.
Curiosamente el electropaquete presentado por Raúl es más audaz pero no
difiere mucho del presentado por Fidel en su informe al V Congreso,
cuando el Período Especial obligó a acercarse al mercado. Pero en lo que
difieren está la nuez de la diferencia. Para Fidel todo aquello era un
forzado paso atrás, premisa del regreso a la misma lata de siempre. En
su discurso al V Congreso condenaba lo mismo que proponía. "No nos
gustaba el turismo pero lo aprobamos", "la inversión extranjera no nos
gustaba, pero nos vimos forzados a aprobarla", "se despenalizó la
tenencia de divisas. Calculen cuánto nos duele la existencia de dos
monedas". Mucho dolor, sin duda, pero la doble moneda está más lozana
que el viejo caudillo.
Se ha dicho que las decisiones más significativas denotan una estrategia
modesta pero aun así coherente. Y en efecto, así es: el eje de ella es
la apertura hacia el mercado (más exacto sería decir por el momento:
hacia la iniciativa privada), la descentralización orientada a otorgarle
mayor autonomía a las empresas públicas, la reforma del sector agrícola
fomentando la producción privada (inicialmente de los trabajadores "por
cuenta propia") en un conjunto de 178 oficios autorizados por el
gobierno. Empujado por el incierto futuro, un alud humano de casi 90 mil
cubanos solicitó el permiso correspondiente.
Pero el escepticismo cunde. Los impuestos contemplados son demasiado
onerosos y en una sociedad tan estatizada como la de Cuba los despidos
masivos no tienen puerto de llegada. Sería ridículo pensar que el sector
de los cuentapropistas pueda suplir suficientes empleos para absorberlos.
Los desplazados de sus empleos formales no tienen presente ni un claro
futuro. Podrían estar condenados –ojalá no– a deambular como fantasmas
por la geografía de la isla. Si los subsidios desaparecen o se reducen
en medida importante, como es la intención, esta inmensa masa de
despedidos quedará desamparada.
No hay en el informe de Raúl, ni en las declaraciones de los máximos
dirigentes, una respuesta medianamente clara a este delicadísimo drama.
La inversión extranjera y las tecnologías avanzadas asociadas a ella
ayudarían sin duda a crear muchos empleos productivos, pero hay siempre
un plazo de maduración y la gente podría no estar en condiciones de
esperar. En todo caso, el papel de las inversiones privadas foráneas es
fundamental. Nativas no hay en un país donde las empresas desaparecieron
hace mucho tiempo.
A diferencia de la forma como ve esto su hermano, Raúl considera que son
pasos adelante destinados a desmontar el viejo sistema, no a
rehabilitarlo. Sólo que la vieja callosidad no se deja. Al final, Fidel
convalidó a su adversario asistiendo en silencio a su entronización o a
su sacrificio, según como se vea.
http://www.elnuevoherald.com/2011/04/30/932158/americo-martin-de-fidel-a-raul.html
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