legalización de 178 profesiones
Muchas de estas actividades ya eran legales pero los gobiernos locales
no daban licencias porque trabajar por cuenta propia estaba mal visto
MAURICIO VICENT | La Habana 24/09/2010
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La apertura a la iniciativa privada en Cuba es imparable, pero se
administrará con cuentagotas. Todo lentamente, con numerosos controles y
sin recursos ni facilidades para garantizar el auge del autoempleo. Es
la sensación que se desprende de los nuevos reglamentos sobre el trabajo
por cuenta propia, de los que informa el diario Granma. Los oficios
aprobados son 178, aunque en realidad solo hay siete nuevos, algunos tan
peculiares como "cuidador de baños públicos y de parques".
Del total, 29 actividades ya eran legales pero desde hace años los
gobiernos locales no daban licencias para ejercerlas porque el
cuentapropismo estaba mal visto. Era el caso, por ejemplo, de los
"fabricantes-vendedores de coronas y flores" o los masajistas. Ahora
volverán a darles permisos. La reforma es rácana en este y otros muchos
aspectos. Los dueños de paladares (restaurantes privados) solo podían
tener 12 sillas; ahora les dejaran atender a 20 comensales a la vez y
vender patatas, carne o marisco, algo oficialmente prohibido pero que la
mayoría siempre se saltó a la torera.
En muchos casos, la nueva ley simplemente legaliza cosas que los cubanos
hacían sin autorización del Estado (pero ahora deberán pagar impuestos).
Las autoridades se meten en jardines de vocabulario increíbles para
autorizar actividades hasta hace nada consideradas la oreja peluda del
capitalismo, como la figura del intermediario en el campo. Se llamarán
"vendedores de producciones agrícolas en puntos de venta o quiscos en
carreteras y autopistas".
Hay nueve oficios restringidos, para ellos no se concederán nuevas
licencias porque "no existe un mercado lícito para adquirir la materia
prima". Entre ellas, "elaborador de artículos de granito o mármol",
fabricantes de jabón o betún y profesiones como las de herrero y (sic)
"oxicortador".
El de los suministros es un grave problema, pues de ello depende en gran
medida el desarrollo masivo del autoempleo. El propio ministro de
Economía, Marino Murillo, admitió a Granma que el Estado no tiene
recursos para garantizar el suministro de productos y materias primas a
los cuentapropistas a precios mayoristas. De momento, tampoco está
previsto permitir que los particulares puedan importar directamente.
Entre las novedades que se anuncian hay cosas interesantes, que si
suponen cambios en Cuba. La gente, por ejemplo, podrá alquilar sus casas
en divisas -no solo uno o dos cuartos, como hasta ahora, sino la
vivienda completa-. También está previsto el arrendamiento de espacios o
inmuebles a particulares para el establecimiento de locales comerciales.
Los cubanos que residen legalmente en el extranjero podrán alquilar sus
viviendas y vehículos, posibilidad prohibida ahora.
En 83 profesiones de las autorizadas se permitirá la contratación de
fuerza de trabajo asalariada - incluye las paladares-. Se contempla
también que los cuentapropistas puedan vender sus servicios o productos
al Estado y alquilar locales para ejercer su actividad. Otra cosa que
"se analiza" es la posibilidad de que se puedan solicitar créditos al
banco para comenzar negocios, pero de nuevo aquí el problema es la
escasez de recursos del Estado.
Del establecimientos de pymes y cooperativas, fundamentalmente en la
esfera de los servicios, todavía nada. Se deja para un segundo momento y
se aclara que el incipiente desarrollo de la iniciativa privada se hará
"bajo el ojo atento del Estado" y que su objetivo es "continuar
perfeccionando el socialismo, no destruirlo". Las limitaciones y
restricciones previstas no son pocas -por ejemplo, en la esfera de la
educación se autoriza la actividad de "repasador", pero se excluye de
ella a los "maestros en activo"-, y la gran incógnita es cómo de este
modo, y en medio de la actual crisis, el Estado podrá lograr que se
desarrolle masivamente el trabajo por cuenta propia y se convierta en
una alternativa para al medio millón de funcionarios y empleados
estatales que en el próximo año se quedarán en la calle.
Sobre el futuro hay dos tesis. Los escépticos dicen que nada esencial va
a cambiar, como ocurrió con la apertura de los años noventa. Los
optimistas, que se consideran "realistas", dicen que lo más importante
ahora es que la reforma eche a andar, pues la vida y la crisis se
encargarán de ordenar las cosas, corregir los titubeos y tumbar los diques.
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