Son las dos de la tarde en el Departamento de Inmigración y Extranjería
(DIE) de la calle 17 entre J y K. Decenas de personas aguardan por un
permiso de salida del país, esa autorización de viaje que han dado en
llamar "tarjeta blanca", aunque mejor sería decirle "el salvoconducto",
"la carta de libertad" o "la orden de excarcelación". Las paredes están
descascaradas y un anuncio de "cuidado, peligro de derrumbe" se muestra
a un costado de la enorme casona de El Vedado. Varias mujeres –que ya
han olvidado sonreír y ser amables– visten sus uniformes militares y le
advierten al público que debe esperar disciplinadamente. De vez en
cuando gritan un nombre y el convocado regresa unos minutos después con
el rostro jubiloso o con un puchero contenido.
Finalmente, me llaman para anunciarme la octava negativa de viaje en
apenas tres años. Especialistas en despojarnos de lo que podríamos
vivir, experimentar y conocer fuera de nuestras fronteras, los
funcionarios del DIE me comunican que no estoy "autorizada a viajar por
el momento". Con ese breve no –dicho casi con deleite– he perdido la
posibilidad de estar en el 60 aniversario del Instituto de Prensa
International y en la presentación de Internet para el Nobel de la Paz
en New York. Un cuño sobre mi expediente y me vi obligada a hablar vía
telefónica en las actividades de Torino Capital europea de los jóvenes,
y a comunicarme con la editorial Brûlé para que lance Cuba Libre en
Montreal sin mi presencia. El absurdo migratoria se ha interpuesto
entre mis ojos y los repletos estantes de la Feria del Libro de
Frankfurt, entre mis manos y esa compilación de textos que verán la luz
en el Festival de Literatura de no ficción en Polonia. Ya no llegaré a
la Feria de Periodismo de Ferrara ni a la presentación del documental en
Jequié, Brasil; mucho menos podré participar en el Congreso de Mujeres
Liderando el Milenio, con sede en Valencia, y tampoco en Cuneo, durante
el evento Scrittori in Citta. Mi voz no se escuchará en LASA, a donde sí
han enviado una representación oficial y la aparición de mi libro
Gestión y Desarrollo de Contenidos con WordPress tendré que disfrutarla
en la distancia.
Todo eso y más me han arrebatado. Sin embargo, me dejan –como si se
tratara de un castigo– junto a la materia prima fundamental de la que
salen mis escritos, en contacto con esa realidad de la que no me
perdonaría estar ausente.
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