Fernando Ravsberg | 2009-08-27, 13:32
Escuela primaria en Cuba (Foto: Raquel Pérez)Por estos días me vi metido
en la tarea de buscar un uniforme escolar para mi ahijada, la cual tenía
dificultades para encontrar su talla. El problema es que María Fernanda,
a sus 7 años, es algo pequeñita a pesar de tener un espíritu gigantesco.
Nuestro largo periplo nos llevó incluso hasta el mercado negro. Una
buena amiga, con niños en edad escolar, me presentó a un señor y éste me
ofreció todos los uniformes escolares que quisiera, aclarando que los
vende sólo al por mayor.
Por supuesto que este especulador no se abastece de los tenderos que se
roban uno o dos uniformes. Para poder ofrecer la mercancía por docenas
tiene que tener un alto contacto en las empresas que los fabrican o
distribuyen.
Caigo en esto porque, como he podido observar, el grueso de las
mercancías que están en venta en el mercado negro son extraídas en
grandes cantidades de los centros productivos y esto sólo puede hacerse
con la complicidad de los directivos.
Uno de los camioneros que se roban contenedores del puerto me explicaba
que ellos no corren casi ningún riesgo porque sacan la carga "con todos
los papeles en regla", es decir con las firmas y los sellos que
solamente puede poner la administración.
En una empresa de alimentos que conozco reforzaron los controles en la
puerta para evitar que los obreros roben. Sin embargo, acaban de
"perderse" 100 Kg. de productos cárnicos, una cantidad que difícilmente
podría llevarse un trabajador de a pie.
Si se observan las casas de los gerentes cubanos, sus automóviles, los
electrodomésticos, las ropas de sus esposas, los juguetes de sus hijos y
los lugares donde vacacionan, se podrá comprobar el "milagro" que
realizan con los US$30 que ganan al mes.
Pero sería injusto decir que son los únicos que meten las manos en la
propiedad estatal. Los trabajadores comunes también requisan lo suyo,
claro que en menor cantidad, lo justo para "resolver", palabra con la
que popularmente describen la acción.
Todos se llevan algo para completar unos salarios porque estos son
totalmente insuficientes para vivir. Los tabaqueros esconden habanos,
los bodegueros arroz y frijoles y los obreros de la fábrica de pintura
venden cubetas.
En muchas empresas contrataron guardias de seguridad para evitar los
hurtos. Paradójicamente, su presencia aumenta las pérdidas porque ahora
los trabajadores tienen que robar lo propio y lo que le dejan al guardia
para que éste "no vea nada".
Una antigua trabajadora del hospital Ameijeiras me cuenta que "cuando
nosotros sacábamos las cajas de pollo, teníamos que dejarles 3 postas a
los guardias y US$100 por cada caja de azulejos. Ese era el pago para
que no nos revisaran a la salida".
El campesino privado, Alejandro Robaina, le explicó al máximo dirigente
sindical de Cuba que no se puede poner hombres a cuidar el tabaco en las
noches por US$15 al mes. Si no se les paga bien serán los mismos
guardias quienes robarán las hojas, concluía el tabaquero.
Sin embargo, los gerentes y los obreros tampoco son los únicos que
forman parte del mercado negro. Igual que en el caso de las drogas, no
existiría tráfico si no hubiera consumo, es decir personas dispuestas a
comprar las mercancías.
Ahí entramos los demás, los que nos limitamos a abrir la puerta de
nuestra casa a los vendedores para comprarles queso, carne de res,
jamón, salsa de tomate o aceite. Hay de todo, en una ocasión me
ofrecieron hasta un cocodrilo vivo.
Incluso los más puros necesitan de este comercio. Un buen amigo, antiguo
escolta de Fidel se escandalizó cuando descubrió, después de jubilarse,
que su mujer compraba en el mercado negro. La respuesta de ella fue
contundente: "¿de dónde crees que has comido todos estos años?".
Una de las razones por la que la gente cae en esta ilegalidad es la
combinación de bajos salarios y altos precios. El gobierno le aplica un
impuesto del 240% a todo lo que oferta en divisas. Un litro de aceite de
soya llega así a costar casi US$3.
Los vendedores callejeros ofrecen mejores precios, alrededor de un 30%
menos de lo que cuesta en las tiendas del gobierno. Y para muchos
cubanos de bajos recursos ese porcentaje es el que les da la posibilidad
de acceder a algunos artículos básicos.
La otra razón por la cual muchos acuden al mercado negro es la escasez.
Aunque pueda parecer muy loco, algunos de los productos que faltan en
las tiendas de alimentos o de las medicinas que no hay en las farmacias
se encuentran en las calles.
Con el uniforme de María Fernanda fue al revés, yo pagué en la tienda
US$0,12 mientras que en la calle me pedían US$ 4. La venta al por mayor
de estas prendas me escandalizó pero, tras pensar un poco, comprendí que
al fin y al cabo, el mercado negro somos todos.
BBC Mundo - Cartas desde Cuba - Somos todos (27 August 2009)
http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2009/08/somos_todos.html
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