Por un periodismo incómodo
En ciertos nichos de la oposición de hoy está tomando cuerpo la censura
de mañana
Viernes, agosto 26, 2016 | Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba.- Dice la voz popular que los extremos radicalmente
opuestos terminan pareciéndose. Esa verdad de Perogrullo se ha tornado
irrefutable para quienes nos dedicamos al periodismo independiente
dentro de Cuba. En especial para quienes practican el elemental derecho
a la libre expresión a través de columnas de opinión y por ello acaban
sometidos a un implacable fuego cruzado, tanto desde el poder
dictatorial con su poderoso monopolio de prensa como desde la oposición
anticastrista, e incluso desde "colegas" del gremio que se supondrían
paladines de la libertad de expresión.
De alguna manera más de medio siglo de un sistema político retorcido y
pernicioso ha acabado minando las bases sociales tan profundamente que
quizás se necesite idéntica cantidad de tiempo ―si no más― para
recuperar al menos de manera parcial el endeble tejido cívico
republicano que nos fue arrebatado desde el "triunfo revolucionario".
Precisamente la prensa ―cuyos orígenes en Cuba datan de 1790, con el
surgimiento del Papel Periódico de La Habana, fundado por la Sociedad
Económica de Amigos del País― fue uno de los pilares más sólidos de la
República nacida en 1902, en la que hubo decenas de periódicos y
revistas. En 1922 surgió la primera estación de radio, y ya en 1930
sumaban un total de 61 estaciones. La televisión, por su parte, llegó a
la Isla en 1950 e incluyó nuevos espacios informativos y noticiosos.
Si a esto se añaden los noticieros cinematográficos que ya existían
anteriormente, se puede concluir que Cuba contaba con una sólida
tradición de prensa que promovió el desarrollo de la opinión pública y
de la formación política de una buena parte de la población, a través de
toda una gama de opiniones de las más diversas tendencias en disímiles
temas de interés para la vida nacional.
Con sus luces y sus sombras, el periodismo republicano gozó de un
saludable desarrollo hasta que Castro I lo intervino y "nacionalizó",
para fundar su particular monopolio de prensa y ponerlo al servicio del
Poder, función que cumple hasta hoy. Pese a todo, su contraparte ―el
periodismo independiente―, surgido en la década de los años 90' del
siglo XX, e impulsado en los últimos años gracias a la utilización de
las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones, ha
logrado ganar espacios, e incluso crecer, en condiciones verdaderamente
precarias y hostiles, a contrapelo de la represión, el acoso y otras
adversidades.
La historia y avatares del periodismo independiente cubano resultan
demasiado extensos para abordarlos en el presente texto, y por otra
parte, nos apartarían del tema esencial, que se podría resumir en una
pregunta cardinal: ¿están preparados los partidos y líderes de la
oposición para asimilar los paradigmas democráticos por los que se
supone están enfrentando a la dictadura castrista? O, más directamente,
¿tienen una clara conciencia de que la libertad de expresión es un
elemento básico ineludible de toda sociedad que aspire a ser considerada
democrática?
A juzgar por mi experiencia personal y por las reacciones que he
percibido desde algunos líderes y sus más acérrimos seguidores cuando me
he cuestionado las propuestas, actitudes y métodos empleados por ellos,
me temo que no todos los "luchadores demócratas" de la Isla y del exilio
están preparados para asumir el reto de una prensa libre. Más aún, me
atrevería a afirmar que el peligroso virus de "la intransigencia" ha
minado el corpus protodemocrático de la sociedad civil independiente
cubana y ―junto a las miasmas del caudillismo, los autoritarismos, y sus
males acompañantes―, está reproduciendo idénticos patrones que el
sistema que se pretende derrocar.
Para ciertos "iluminados", la crítica a la oposición no solo resulta
dañina, sino que constituye prácticamente un acto de "traición"
―palabreja ésta que se ha puesto muy de moda en los medios― al "hacerle
el juego a la dictadura" o "desprestigiar" a los líderes "que están
haciendo algo de verdad". Tal como indica siempre el General-Presidente,
Raúl Castro, algunos opositores consideran que para las críticas hay "un
lugar adecuado y un momento correcto". Ese momento, a su juicio, no ha
llegado, y como se sienten personalmente atacados reaccionan, no con
argumentos, sino con ofensas y reproches, al más puro estilo castrista.
Una acusación muy frecuente que se lanza contra cualquier
cuestionamiento u opinión diferente a la de uno de estos esclarecidos
adalides de la democracia es que las críticas tienden a "dividir" a la
oposición. Cualquier individuo no avisado podría pensar que ésta alguna
vez estuvo unida. Es también la postura de esa otra rémora: los
oportunistas; que a falta de luz propia aprovechan la ocasión para posar
de conciliadores y razonables, regañando paternalmente al periodista
trasgresor y esgrimiendo una de las frases más mendaces y repetidas en
los corrillos: "en definitiva todos estamos por lo mismo".
Como si en lugar de políticos y periodistas, posiciones comúnmente en
contrapunto en las sociedades occidentales medianamente saludables,
fuésemos escolares exploradores que se riñen por una golosina en un
campamento de verano.
Sin embargo, lo que resulta más alarmante en este contrapunteo sin
sentido ―habida cuenta que un líder imbuido por un sentimiento
verdaderamente democrático debería interesarse más por las críticas
argumentadas que recibe que por las lisonjas de los hala-levas serviles,
que siempre abundan― es que esa realidad se está reflejando en la
autocensura por parte de algunos periodistas independientes, quienes
muchas veces, con la mayor deshonestidad e hipocresía, aprueban en
silencio las críticas que publican sus colegas más audaces y les
felicitan a hurtadillas, en voz baja, pero callan sus propios criterios
porque temen ser catalogados de "políticamente incorrectos" o de
"agentes", esta vez desde las antípodas del castrismo.
Tampoco faltan neocaudillos que se ofenden cuando algún periodista
irreverente, como esta escribidora, se niega a ponerse a su servicio o a
convertirse en cronista de sus bitácoras personales. No conciben cómo
alguien puede ser tan "falto de solidaridad" que decida priorizar otro
tema que no sea el de sus propias heroicas campañas y sus inigualables
demostraciones de patriotismo y valor.
Si, para más señas, el periodista de marras prefiere evitar en sus
textos frases ampulosas como "la hiena de Birán", "la sangrienta
tiranía", u otras de similar rimbombancia teatral para calificar a los
autócratas del Palacio de la Revolución, se convierte de facto en un
sujeto muy sospechoso.
Cualquier parecido con los ungidos de la cúpula verde olivo, ¿es pura
coincidencia?
Parece algo pueril, sin embargo, es realmente preocupante para la salud
del periodismo que en ciertos nichos de la oposición de hoy está tomando
cuerpo la censura de mañana. De mantenerse esa línea, el final de la
dictadura castrista solo supondría un cambio de color en la mordaza de
los poderes políticos sobre la libre expresión ciudadana, y el inicio de
un autoritarismo de diferente signo, pero igualmente restrictivo.
Salvo que los que hemos elegido como profesión el ejercicio de la
opinión desde la prensa tengamos suficiente sentido de la ética y del
respeto por nosotros mismos y por nuestros lectores, y sigamos haciendo
ese periodismo incómodo que mantenga a los políticos de hoy y de mañana
bajo el rigor del escrutinio público, como debe ser en una sociedad en
democracia.
En lo personal, rechazo el periodismo ñoño y complaciente, rechazo la
subordinación del periodismo a cualquier liderazgo, y muy especialmente
rechazo la impunidad. Quizás no sea eso lo que esperan del periodismo
independiente los muy controvertidos "servidores del pueblo"; pero con
seguridad, es lo que esperan los cubanos de bien.
Source: Por un periodismo incómodo | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/por-un-periodismo-incomodo/
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