En Cuba la calle ya no es de los Castro
ANDRÉS REYNALDO
Al cabo de 14 horas de apagón en La Habana Vieja, Sahira Castro plantó a
lo largo de la calle un cartel que decía: "Abajo Fidel y Raúl".
A un vecino que salió en defensa de la dictadura, Sahira lo acusó de
comunista y fidelista.
Ofendido, el hijo del vecino se le acercó a Sahira en plena calle y la
sorprendió con un aparatoso par de bofetadas. Una hora después, la
policía arrestó a Sahira.
Filmada con un celular, la escena le dio la vuelta al mundo. Sólo Raúl
Castro sabe cuántos de estos episodios ocurren a diario a lo largo y
ancho de Cuba. La calle es de Fidel, dicen ellos. Puestos a ver el
catastrófico estado de las calles no cabe la menor duda. La mano de
Fidel se nota. Desde otro ángulo, si reparamos en que la aparente causa
de la ofensa fue calificar al vecino de comunista y fidelista, la calle
se desliza hacia la gusanera.
Todas las tardes, los noticieros muestran las imágenes de la
desesperación ciudadana frente a una dictadura que lo mismo bajo un
modelo colectivista capaz de escandalizar en su momento a los soviéticos
como bajo el naciente modelo de un capitalismo militarizado no ha
conseguido llevar agua ni luz a donde ya había agua y luz en enero de
1959. Ni arroz. Ni bolígrafos. Ni carne. Ni rositas de maíz. Ni habeas
corpus.
Si estas imágenes vinieran de otro país diríamos que allí se incuba un
estallido popular. Cuestión de que salgan a la vez en cada esquina dos,
tres, muchas Sahira. Pero este escenario hace retroceder de pavor a
muchos cubanos y extranjeros. Una reacción insólita que debería
explorarse con los referentes del más perverso Freud en lugar de los
ecuánimes instrumentos de la política y la sociología. A nadie se le
hubiera ocurrido apostar por la estabilidad de la dictadura de Pinochet
(ni siquiera por la de Batista, uno de los dictadores de más baja
intensidad de todos los tiempos) en detrimento del derecho y la furia
del pueblo.
Sin embargo, ese escenario no es excluible. Como tampoco lo es, nunca lo
será, el de una intervención militar norteamericana. En verdad, el
levantamiento de los esclavos (porque son esclavos) se hace promesa de
mayor esperanza y decoro que la cleptocrática continuidad propuesta en
comparsita, entre otros, por la Iglesia de la isla, la Iglesia de
Estados Unidos, el Papa peronista, los artistas y escritores a quienes
la Seguridad del Estado les permite por ahora fumarse la marihuana de su
propia importancia, la administración del presidente Barack Obama y una
diligente coalición de idiotas y pillos de Miami.
La Historia, con mayúscula, nos regala un sarcástico guiño cada vez que
alguien dice: "En Cuba nadie se va a rebelar". "¿Y por qué no?",
pregunta la Historia. Pienso en aquel bendito 25 de diciembre de 1989,
cuando Nicolae Ceausescu recordó frente al pelotón de fusilamiento que
apenas unas horas antes había sido dueño y señor de almas y haciendas en
Rumanía. Amarrado de manos, con los dientes zafados de un puñetazo, en
el punto de mira de 15 fusiles, estaba tan embebido de su poder, tan
imprevista había sido su caída, que aún seguía impartiéndole órdenes a
la soldadesca. "Nada rumano me es ajeno", se dirá Raúl al echar doble
pestillo a la puerta de su alcoba.
Puede que haya castrismo para otros 60 años. ¿Quién va a saberlo? Pero
puede que no le quede más de un cuarto de hora. Especular por especular,
mi apuesta va por Sahira.
Source: El castrismo ya no controla la calle porque los cubanos se
rebelan cada vez más | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/andres-reynaldo/article97816597.html
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