Cuba: la revolución pospuesta
ARIEL HIDALGO
A principios de los 80 un profesor canadiense, de regreso de un viaje a
Cuba, se reunió con varios cubanos exiliados para transmitirles sus
experiencias y resumió sus conclusiones con una profecía: "Será
inevitable una nueva revolución". La razón la explicó en pocas palabras:
"La elevada instrucción del cubano medio genera expectativas que la
dirigencia cubana es incapaz de satisfacer". Lo que no dijo fue por qué
no podía satisfacerlas. Muy sencillo: sólo puede hacerlo mediante
concesiones que contravendrían sus intereses.
Esto se vio muy claro en abril cuando el VII Congreso del Partido
Comunista ratificó la condición general de igualdad en la miseria que ha
predominado en Cuba hasta hoy con la prohibición de "la concentración de
la propiedad y la riqueza en personas naturales o jurídicas no
estatales", lo cual significa que se mantiene un límite para las
posesiones y prosperidad no sólo de las personas, sino además, de
cooperativas y cualquier otra institución o fundación no estatal por muy
legales que sean. Sólo las empresas estatales, controladas por la
burocracia corrupta, pueden acaparar, y por supuesto, aunque no se
mencionan, también los inversionistas extranjeros. Y como no se sabe
exactamente dónde está ese límite, se coarta el incentivo productivo de
los trabajadores independientes.
Consecuentemente con esta declaración, se han impuesto nuevas
limitaciones a la libre iniciativa económica ya sea fijando un límite a
las tarifas de los taxistas o prohibiendo a los cuentapropistas
comercializar productos no elaborados íntegramente por ellos mismos. La
espada de Damocles de las actas de apercibimiento gravita sobre ellos,
la amenaza de suspender sus licencias. Por tanto, no es sorprendente que
los cubanos de a pie no tengan expectativa alguna y vivan sumidos en la
frustración. El propio presidente Raúl Castro había advertido en
vísperas del Congreso: "No podemos quedarnos con los brazos cruzados
ante la irritación de la población". Para colmo, regresan los apagones,
por lo cual la subdirectora del diario oficial Granma advirtió sobre
posibles protestas públicas.
Hablemos claro. La revolución no existe desde fines de los 60. Muchos
jóvenes idealistas habían luchado en los cincuenta por una revolución
democrática que entre otras medidas redistribuyera entre los campesinos
desposeídos las tierras monopolizadas por latifundistas y compañías
norteamericanas, por lo que aplaudieron la reforma agraria del 59. Pero
en la segunda ley agraria, en 1961, el nuevo estado monopolizó el 70 por
ciento de las tierras en las llamadas "Granjas del Pueblo", con lo cual
los latifundios privados fueron sustituidos por latifundios estatales,
el primer paso hacia el modelo del centralismo monopolista de Estado, un
proceso que culminó en 1968 cuando se realizó la llamada "ofensiva
revolucionaria" que despojaba a los trabajadores independientes de sus
modestos instrumentos de trabajo y los obligaba a incorporarse a la gran
masa asalariada del Estado. Muchos de los revolucionarios opuestos a
aquel desvío fueron encarcelados o pasados por las armas. Otros tomaron
el camino del exilio. Así, la revolución democrática fue traicionada
pero no aniquilada sino postergada para las siguientes generaciones.
Esa frustración continúa manifestándose de forma individual en los
intentos de abandonar el país por cualquier vía, mucho más factible que
cambiar las cosas en Cuba. La dirigencia acudía, cada catorce o quince
años, al éxodo masivo como válvula de escape y eludía así una protesta
masiva. Camarioca, Mariel y Guantánamo, son palabras que nos trasladan a
alguno de esos cruciales momentos. Pero del éxodo de Guantánamo hasta el
presente han pasado 22 años. ¿Significa que ha desistido de este
recurso? Según datos del Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza
de Estados Unidos, en los primeros cinco meses del presente año han
arribado 27,644 cubanos y se espera que a este ritmo la cifra supere los
66 mil a fin de año, una dosificación del éxodo que evita un conflicto
con su vecino del norte.
Pero hoy, con ese modelo ya completamente agotado, lo que realmente hace
esa dirigencia es aplazar algo que por el proceso natural de las cosas
tendrá que producirse. Si no toma las medidas indispensables, protestas
y disturbios podrían hacer que el sector que hasta ahora lo ha sostenido
sea más receptivo a las propuestas de fundaciones, centros académicos y
agrupaciones tolerados pero sin espacio en los medios oficiales, de un
replanteamiento de los postulados de la Revolución y entregar los medios
de producción en manos de los trabajadores. Yo lo diría de una forma
menos edulcorada: intervenir al único gran propietario que aún queda, el
Estado.
Escritor e historiador.
concordiaencuba@outlook.com
Source: La revolución que se pospuso en Cuba | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article98714492.html
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