Un movimiento incierto en la Iglesia Católica
MICHEL SUÁREZ | Madrid | 27 Abr 2016 - 9:10 am.
Juan de la Caridad García es "un pastor que huele a oveja", dijo este
martes la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba sobre el nuevo
arzobispo de La Habana. Y, aunque el organismo olvidó explicar a qué
olía el cardenal Jaime Ortega, anterior prelado de la capital, sí
agradeció su "invaluable labor pastoral".
Tras 35 años al frente de esa demarcación eclesiástica, hay mucho que
opinar sobre el "príncipe" jubilado. Desde el punto de vista positivo,
es innegable que rescató a la Iglesia habanera de la desolación de los
años 70. En ese proceso, reconstruyó sus instituciones y puso en marcha
un proyecto pastoral en circunstancias muy difíciles para los católicos.
Poco después de que Juan Pablo II lo ordenara cardenal, tomó el camino
más fácil, el del acercamiento al régimen a cambio de pequeñas
prebendas. Tal viraje lo convirtió en una de las figuras más odiadas por
los sectores contestatarios del país, e incluso dentro del clero y el
laicado.
Todo empeoró tras la jubilación de los obispos Adolfo Rodríguez
(Camagüey), José Siro González (Pinar del Río) y Pedro Meurice (Santiago
de Cuba), los grandes horcones del catolicismo cubano frente al castrismo.
Es imposible olvidar el nebuloso papel de Ortega como recadero del
Ministerio del Interior en la deportación masiva de presos políticos
hacia España. O cuando calificó de "delincuentes" —sin la más mínima
compasión católica— a los disidentes que en 2012 ocuparon la Basílica de
la Caridad en La Habana. Y, como si fuera poco, en el último año le dio
por afirmar, ante cada micrófono extranjero que le ponían delante, que
en Cuba ya no quedaban presos políticos.
Nuevo, pero conocido
El nuevo arzobispo de La Habana, un hombre callado, discreto y centrado
en la vida pastoral, es una clara enmienda del Papa al vedettismo de
Ortega, por más que Roma se esfuerce en demostrar lo contrario. Tal
decisión no significa que Juan de la Caridad García vaya a tenerlo más
fácil. En el tranquilo Camagüey, el discípulo de monseñor Adolfo ha
estado al margen de los sectores independientes, aunque también (es de
justicia decirlo) del politiqueo con el Gobierno.
Al nuevo titular ahora le toca posicionarse, y ayudar a resolver
problemas. No porque la Iglesia Católica deba entrometerse
necesariamente en política, sino porque Cuba es una dictadura. El pueblo
de Dios que se le ha encomendado sufre cada vez más, sin opciones
visibles, a ambos lados del Estrecho de la Florida. Monseñor García
podrá recuperar propiedades y templos, elevar santos a los altares,
traer un cuarto papa a La Habana e incrementar las vocaciones, pero si
no se acerca al principal problema, de la manera en que considere
oportuna, su obra será un fiasco.
Dado sus antecedentes, difícilmente la Iglesia Católica cubana
conseguirá abandonar el secretismo informativo, estilo Comité Central,
con que sus actuales jerarcas se manejan. Ni Ortega ni Dionisio García,
ni Juan de la Caridad ofrecen ruedas de prensa, ni se dejan entrevistar
fácilmente. Todos han preferido la tranquilidad del diario Granma, que
no reseña sus labores eclesiales, pero tampoco los critica.
El nuevo arzobispo de La Habana tiene un mundo por delante, quizás
demasiado para su temperamento. Bajo la cercana vigilancia del cardenal
y como nuevo interlocutor de la familia Castro, según se necesite.
Religiosamente hablando, solo Dios sabe si su perfil es el que Cuba
necesita ahora.
Source: Un movimiento incierto en la Iglesia Católica | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1461716523_21965.html
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