El primer barco de la discordia
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 27 Abr 2016 - 10:31 am.
Hay algunos detalles en la discusión sobre los viajes a Cuba de la
compañía de cruceros Carnival que pudieran escaparse bajo la cortina de
humo de las demandas leguleyas. La no autorización a que cubanos de
nacimiento pueden ingresar por mar a la Isla fue una medida que el
régimen castrista justificó de manera convincente para el público
internacional: en otras épocas los mares fueron usados por los enemigos
para agredir la Revolución. Por otro lado, en EEUU el tema de la
discriminación de las minorías es un tema muy sensible. Y es
precisamente en el conflicto ético y legal donde nos hemos quedado, como
si lo más importante, el barco y la estela de cosas que traerá detrás,
no fueran asuntos de consideración.
En política, como en las relaciones humanas, no existen las
casualidades. La primera curiosidad es que el crucero Adonia levará
anclas rumbo a la Isla en fecha tan memorable para el régimen como el 1
de Mayo. Y este no será un Primero de Mayo cualquiera. El Gobierno ha
convocado masivas demostraciones de apoyo a la Revolución, como es
habitual, pero hay una intención particular de rescatar la figura del ex
máximo líder. Es fácil inferir las razones, sobre todo después de su
discurso-despedida en el VII Congreso del PCC. Hay mucho disgusto y
frustración en todos, y aún en los comunistas que ven cómo la dirigencia
se aleja de la base y de sus aspiraciones más terrenales. La "pelea"
ideológica está centrada en reconquistar esas bases, sustento real de
cualquier proceso político.
De tal modo, mientras en todas las grandes ciudades y plazas de Cuba
millones de cubanos "respaldarán los acuerdos del Congreso", el crucero
de una de las compañías insignias del capitalismo norteamericano buscará
atracar en la misma Isla donde las masas enardecidas, unas horas antes,
habrán condenado el imperialismo y la rapacidad de los vecinos del
Norte. Esta aparente dicotomía desnuda lo que puede estar sucediendo
debajo de la mesa: un discurso público endurecido, retórica a lo Guerra
Fría, y al mismo tiempo negociaciones a la sombra, sin ruido y con
muchas nueces.
Es precisamente en ese juego de ambigüedades, del quiero y no quiero,
que el régimen maneja magistralmente, donde los hombres de negocio
norteamericanos se pierden porque no lo entienden o no saben cómo
jugarlo. Mientras sus partners cubanos echan abajo una ley en apenas
unos días, ellos no pueden cambiar las reglas que dependen de
centenarias instituciones. He aquí otro detalle que ha destapado el
famoso barquito. ¿No se informaron primero los directivos de Carnival de
las leyes cubanas? ¿O tal vez creyeron, pensemos que ingenuamente, que
la comunidad cubana del sur de la Florida iba a "quedarse dada"?
Lo que han hecho los directivos de Carnival podría ilustrar lo que harán
o piensan hacer cientos de empresarios norteamericanos: ir en busca del
billete y nada más. En esto coinciden con el régimen cubano. Tal vez
crean que, al estilo chino o vietnamita, pueden tener a millones de
isleños en condiciones semiesclavas y que nadie en este mundo va a alzar
la voz para denunciarlo. Lo más indignante no ha sido discriminar a
cubanos por su origen. Lo más irritante ha sido ignorar a los cubanos en
Miami, la ciudad que ellos construyeron para la prosperidad de esos
negocios norteamericanos.
Por tal razón, otra pifia de algunos empresarios yanquis es creerse,
realmente, que en Cuba son eso, empresarios. En Cuba hay una sola
empresa, socialista, y el congreso comunista lo ha dejado bien claro.
Una empresa capitalista se maneja según utilidades y ganancias. Una
empresa socialista, cubana, se maneja desde sus seguridades y réditos
políticos. Aunque el actual liderazgo cubano presta mayor atención a la
economía y parece alejado de los delirios megalomaníacos anteriores,
siempre antepondrá su seguridad y ascendencia ideológica a cualquier
ventaja económica. Si la norma cubana de prohibir la entrada por mar a
la Isla ha sido derogada es porque, primero que todo, hay como
garantizar la estabilidad interna al mismo tiempo que sirve de ejemplo
de flexibilización política para consumo del exterior.
Más temprano que tarde dos formas de ver la política y la economía
tendrán que colisionar. Mientras los isleños somos hijos de un clima
tropical cambiante, y de la improvisación y la creatividad hacemos gala,
la idiosincrasia norteña viene de ambientes templados y estables, y la
reglamentación y la moderación en todo es parte de su vida cotidiana.
Todo por el "libro", dicen los estadounidenses. Los cubanos no siguen el
libro ni para armar los muebles en este país. Para los comunistas
cubanos la economía está supeditada a la política. Para los empresarios
norteamericanos no puede haber política que vaya contra la economía.
¿Hasta dónde las leyes cubanas podrán regular la necesaria inversión
norteamericana? ¿Hasta cuándo los inversores norteamericanos podrán
romper sus propias reglas y acomodarse a las cubanas? Y los cientos de
miles de cubanos en el sur de la Florida, ¿cuentan? ¿Existen?
Quizás sin proponérselo, el crucero Adonia se ha convertido en el primer
"barco de la discordia" entre empresarios norteamericanos, Gobierno y
exilio cubanos. No todo es negativo. Es el inicio de futuros acuerdos y
desacuerdos que involucran a una nación escindida, a pocas millas de la
economía de mercado más avariciosa de la historia. Aparentemente, lo del
Adonia se ha resuelto y sienta el precedente de que economía y política
podrían tener acomodos: el Gobierno cubano necesita casi con desespero
—sin pausa— que los barcos naveguen; los empresarios norteños llegar
primero a esa orilla —con prisa.
Source: El primer barco de la discordia | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1461691974_21955.html
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