IGLESIA CATÓLICA
Perdónalos, Señor, porque saben muy bien lo que hacen
ORLANDO LUIS PARDO LAZO | Pittsburgh | 1 Oct 2013 - 1:36 am.
Los pastores de Cristo en la Isla tienen la palabra, pero prima en ellos
el pánico de emplearla. No se comportan como siervos del Hijo del
Hombre, sino del Horror.
La Iglesia Católica norteamericana se parece al Gobierno norteamericano
se parece al pueblo norteamericano se parece al Cristo de la libertad.
Constantemente lanzan decenas de cartas a quien corresponda, para
impactar en la opinión pública mundial y modificar la alta política en
todas las esferas sensibles de la nación.
Si se compilan los incontables documentos relacionados con Cuba, habría
que concluir que históricamente la Iglesia Católica de Estados Unidos es
mucho más cubana que nuestra Iglesia Católica real, tan raquítica como
raulquítica, esa que cocina sus corruptelas de closets y sus elitismos
de seminario entre la Plaza de la Revolución y el Arzobispado de La
Habana, esa que redacta editoriales de polen polémico y da cursitos de
precapitalismo para formar a los nuevos empresarios demócratas del
postcastrismo, la misma que sonríe con joyas compradas a ras del
Vaticano, mientras coacciona a los activistas de derechos humanos para
que depongan su posturas éticas en contra de la dictadura y en última
instancia se hagan desterrar, la misma que traicionó cómplicemente la
vida de, entre muchos otros, de Orlando Zapata Tamayo, Juan Wilfredo
Soto García, Wilman Villar Mendoza, Laura Pollán, Harold Cepero y
Oswaldo Payá, cuyo cadáver profanado por manos impías el Cardenal Jaime
Ortega en persona lapidó en capilla ardiente, como si Dios lo hubiera
llamado por las buenas a su diestra.
Asco. ¿Algunos de ustedes ha sentido asco de Cuba en su corazón? Yo sí.
Y, ¿saben qué? El asco de Cuba duele.
Las Cartas Pastorales y apariciones fantasmas en los medios nacionales
de la Iglesia Católica cubana son un insulto a Dios. Un insulto que
acaso Dios se merezca en el caso cubano, pues medio siglo de persecución
religiosa es un vía crucis que no estoy seguro que ningún pueblo del
mundo se merecía, ni siquiera nuestro "burdel del Caribe", al decir
mentiroso de la junta militar verde olivo que cauterizó no sólo el sexo
rentado sino que de hecho prostituyó el concepto mismo de una vida social.
No importa que el presidente de la Comisión Internacional Justicia y Paz
de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, monseñor
Richard E. Pates, obispo de Des Moines, pida a la administración Obama
que se rinda al cambio-fraude del régimen castrista, y normalice las
relaciones económicas, diplomáticas y políticas con la Peor de la
Antillas. No importa que este venerable señor ignore las 30 preguntas
con que los líderes protestantes cubanos Mario Félix Lleonart, Yoaxis
Marcheco y Omar Gude Pérez recién han cuestionado el apartheid religioso
en Cuba. Ni importa que silencie el contrabando de un barco-bomba que
Cuba traficaba con Corea del Norte por el Canal de Panamá, quién sabe
para atizar cuál conflicto bélico internacional.
Lo significativo es que los líderes eclesiales de Estados Unidos se
oponen al statu quo dentro de sus fronteras nacionales. La Iglesia de
Cuba apenas propone, más bien compone un escenario donde el pueblo
cubano tendrá por fin su capitalismo secuestrado, con la plusvalía
despótica de todos los derechos humanos hipotecados.
Cuando el pueblo cubano, por desgracia, en un escenario de castrismo sin
Castro torne a lincharse en las calles como es nuestra tradición de
barbarie caribe, y cuando su rabia contra los verdugos de la verdad no
tenga ya templo a donde cobijarse en la misericordia de Dios, nadie se
azore entonces de los ripios purpurados en subasta ni del sacrilegio
vándalo de virgencitas envilecidas por el vulgo.
Los pastores de Cristo en la Isla tenían —y todavía tienen— la palabra,
pero hasta ahora ha primado en ellos el pánico de emplearla como padres
para paliar el dolor asqueante en nuestro corazón. Quien calla,
corrompe. No se comportan como siervos del Hijo del Hombre, sino del
Horror. De pastores no portan ni un pelo, más allá de esa sonrisita
cínica milenaria y un retintín del lujo luctuoso con que imparten la
hostia con manos malvas, malvadas. Su miedo al martirio ya está abriendo
el camino criminal de la acción, a otros oportunismos del poder y a la
debacle de los desesperados. Del clarín escuchad entonces el silencio.
El camino del futuro fúnebre está empedrado de la fidelidad fósil de hoy.
Source: "Perdónalos, Señor, porque saben muy bien lo que hacen | Diario
de Cuba" - http://www.diariodecuba.com/cuba/1380553347_5314.html
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