¿Vamos bien, (esbirro) Camilo?
Martes, Diciembre 18, 2012 | Por Juan Carlos Linares Balmaseda
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Edelmis Rodríguez Lobaina
supo desde un principio lo difícil que es ser un defensor de los
derechos humanos en Cuba, y lo espinoso que resulta tomar el liderazgo
de una organización contestataria. Este año, en particular, ha sido
fatal para él.
Como chofer de ómnibus urbanos, primero fue sometido a un castigo de
quince días sin empleo y sin salario, porque se negó a firmar un
supuesto edicto del ministro del transporte, el cual obliga a los
choferes a pagar el sobreconsumo de combustible, a razón de 26,40 por
cada litro de gasoil extra.
Edelmis considera que tal sobreconsumo se debe al desgaste mecánico de
los viejos ómnibus, a la no realización en tiempo del cambio de los
neumáticos y de inyectores, y a los mantenimientos inadecuados,
responsabilidades de la administración que se achacan a los choferes.
El segundo castigo llegó un día en que el ómnibus se rompió durante el
recorrido y debió ser traído a remolque para la terminal, por una grúa.
Según la administración, Edelmis violó la normativa que prohíbe el
acceso de los choferes a la zona del parqueo. Luego, la tercera medida
disciplinaria sería de seis meses suspendido de su puesto de trabajo,
con un tercio menos de salario, debido a que un inspector, sin poseer el
reloj reglamentario, notificó que iba con 8 minutos de adelanto.
Pero mucho más grave que cualquier falta o indisciplina laboral, es
considerada por las autoridades del régimen una actitud política
contestataria. Así que más peligroso para Edelmis que todos los
presuntos errores por los que había sido sancionado, fue convocar a la
celebración pública del día mundial de los derechos humanos, el pasado10
de diciembre. Sin embargo, él, como presidente del movimiento Municipios
de Cuba, decidió asumir esa responsabilidad y sus consecuencias.
El sábado 8 de diciembre, a las 6 de la tarde, tres oficiales de la
policía política irrumpieron en su casa, en el barrio capitalino de
Santos Suarez. Lo sacaron esposado delante de sus dos hijos, uno de 11
años y el otro de 13, y fue conducido en el auto patrullero.
A cinco cuadras de su vivienda, en el parque Santos Suarez, se
detuvieron, y sentándolo en un banco, el ya "legendario" oficial llamado
Camilo le advirtió en tono amenazante que estaba a punto de ir a
prisión. Luego, siguiendo el ritual represivo, Camilo llamó por su
móvil, al parecer a un superior, y dijo: "El objetivo está controlado,
lo tengo aquí, pero está renuente". Inmediatamente, volvieron a
introducirlo en el auto patrullero y fue llevado a una oficina cerca del
Sector de la Policía, donde persistirían en chantajearlo.
Camilo le espetó: "Yo tengo suficientes pruebas para procesarte, pero
además tengo videos donde se te ve robando el dinero de la recaudación
en la guagua, y tengo fotos que si tu mujer las ve, te botaría de su
casa, así que perderás tu matrimonio y tendrás que volver para Baracoa".
El interrogatorio y las amenazas duraron unas horas, y las marcas de las
esposas bien apretadas, unos cuantos días.
Al día siguiente, a las 10 de la mañana, se repitieron las mismas
escenas. Esta vez fue detenido junto al activista Ormeste Bosque
Álvarez, sacado a empujones de su casa y conducido hasta la estación de
policía en Aguilera y Lugareño. Allí, nuevamente sería interrogado por
el esbirro que se hace llamar Camilo, quien, con desbordante soberbia,
le amenazó, advirtiéndole que si aparecía una proclama o una declaración
de los derechos humanos en el parque Villalón (para donde había
convocado Edelmis), terminaría sus días en la calle.
Dos horas más tarde, lo trasladaron a la estación policial del Cerro, y
de ahí para la estación del Cotorro, donde permaneció durante más de un
día en el calabozo, en compañía de muchos otros activistas. La estación
estaba llena de activistas, uno vomitaba, con dolores de cabeza y con
fiebre, debido a que padecía el dengue.
¿Cuánto combustible despilfarra la policía política tratando de frenar
el inevitable proceso democratizador? Eso sin contar la segura
posibilidad de que existan policías corruptos que en vez de reportar que
realizaron mil viajes transportando activistas, dupliquen la cifra, y
así justifican el combustible que roban para gastar en sus vacilones.
Como empleado de la empresa de ómnibus urbanos, Adelmis denuncia que
para mantenerse trabajando, los choferes muchas veces deben pagar las
piezas y los arreglos de los ómnibus de sus propios bolsillos, siendo
los ómnibus propiedad del Estado.
Con la colecturía del dinero sucede parecido. Si el chofer no cumple con
la recaudación estipulada en el día, puede ser sancionado o expulsado.
El menudo de las alcancías lo meten en un depósito, hasta que llega el
auto colector, un vehículo panel no específico para transportar dinero,
perteneciente a la agencia de seguridad y protección. En el centro
colector de La Habana, lo cuentan y envían la cifra a la terminal. A
veces los choferes estan seguros de que su recaudación era mayor que la
reportada, se quejan, pero es inútil. "El dinero se pierde por el
camino", asegura Edelmis.
Si al chofer se le acaba el mes y no puede cumplir con el plan de
recaudación (plan que varía de acuerdo con el recorrido, la frecuencia y
el horario en que se efectúan los viajes), entonces no faltará un
económico en las terminales, quien, por diez cuc, resuelva ese problema
quitándole dinero a los más destacados y apuntándoselo al posible
incumplidor.
En cuanto a la represión policial, en el caso de Edelmis llega a toda la
familia. Hace poco, a su cuñado le echaron por debajo de la puerta una
pequeña nota, en la que se leía: "Mijaíl, te escribe Camilo el de la
Seguridad. Tengo que verte urgente. Escríbeme si Edelmis está en casa,
de no estar, averigua donde está. Recuerda que todo es secreto".
A pesar de todo, Edelmis recurrió al buen humor, enviando este mensaje
de repuesta al represor: "¡Vamos bien Camilo!", en irónica alusión a la
frase con que Fidel Castro se congraciaba con el público, en los años
60, al preguntarle al muy popular comandante Camilo Cienfuegos si sus
discursos estaban bien encaminados.
La diferencia que hay entre aquel Camilo, legendario guerrillero, y este
Camilo, un aborrecible sicario, más que a risa, mueve a lástima por el
rumbo que tomó de la revolución.
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