Pedro Campos
Lunes, 27 de febrero de 2012
Sin la ayuda de Venezuela, la única forma de evitar la restauración del
viejo régimen, es hacer efectivo el poder de los trabajadores y del
pueblo.
Se ha anunciado la segunda intervención quirúrgica al Presidente Chávez,
en La Habana. Deseamos ardientemente su pronta recuperación. Si por
alguna razón, esta operación implicara la posibilidad de que no pueda
presentarse a las elecciones de Octubre, el gobierno de Cuba podría
quedarse sin el determinante apoyo económico de Venezuela, pues gane o
pierda el PSUV, tal respaldo sería incierto sin Chávez como Presidente.
Hace tiempo el gobierno-partido viene tratando de diversificar sus
fuentes de ingresos e inversiones. Pero Brasil, Rusia y China juntos, no
pueden llenar el vacío que dejaría la ayuda venezolana. La colaboración
con EE.UU. en cuestiones de narcotráfico, terrorismo, migración y
tráfico de personas, le ha valido para aflojar algunas cintas del
bloqueo, pero éste sigue en pié en lo fundamental. La Escarabeo 9 apenas
acaba de comenzar sus excavaciones en la plataforma en busca de petróleo.
La "actualización" en busca de productividad e ingresos para beneficio
del estado rentista, válido únicamente para EE:UU por ser el emisor de
la moneda de cambio internacional, optó por un divorcio con su propia
clase obrera, al decidir la racionalización de millón y medio de puestos
de trabajo y por una alianza con los capitalistas nacionales y
extranjeros, antes que compartir el control de las empresas estatales
con los trabajadores y avanzar en un proceso de cogestión y autogestión,
que si bien no implicaría grandes ingresos al presupuesto central,
fomentaría la producción, generaría beneficios directos para la
población, aumentaría la responsabilidad material de los trabajadores y
fortalecería el compromiso político de los mismos con el proceso
revolucionario.
Esa fue nuestra propuesta ante al llamado democrático de Raúl al IV
Congreso del PCC en1991. Su respuesta fue apartarnos. Fue nuestra
sugerencia, mucho más argumentada, en el 2006, enviada directamente a
Fidel y a Raúl, en detalles, obviada, despreciada, ignorada.
Fue lo que hicimos en el 2007, con las "15 propuestas concretas para
revitalizar el socialismo en Cuba". Fue lo que planteamos con la
presentación a todo el pueblo del documento "Cuba necesita un socialismo
participativo y democrático. Propuestas Programáticas", en el 2008. Fue
lo que presentamos en el 2011, con "Propuestas para el avance al
socialismo en Cuba" al VI Congreso del PCC. Siempre con la callada por
respuesta y la represión silenciosa.
No lo hicimos para recibir algún reconocimiento, ni para un diplomado en
la Universidad. Bien lo saben allá arriba: lo hicimos para ayudar a los
trabajadores y a la transición socialista, para tratar de hacer avanzar
la revolución, para comenzar el camino pendiente, de la socialización y
la democratización del poder económico y político, estancado en la
estatización, para evitar el desastre.
Ni los capitalistas nacionales, ni los extranjeros han podido auxiliar
al gobierno de la "actualización", con la prontitud y la eficiencia que
éste necesita, mientras las políticas de aislamiento internacional han
continuado. Es muy difícil, en el mundo moderno, apoyar un gobierno de
control total, de corte neoestalinista.
Las medidas tomadas para estimular la agricultura y la industria, al
seguir lastradas por el pecado original del estatalismo centralizado, no
han logrado sacar el país del desabastecimiento y el gobierno ha tenido
que seguir invirtiendo cientos de millones de dólares en alimentos que
podrían producirse aquí. La aniquilación de la industria azucarera dejó
a Cuba sin su tradicional moneda de cambio internacional.
Los dos motores básicos de una eventual economía socialista, la auto y
cogestión y el cooperativismo, siguen apagados.
Sin el respaldo de Venezuela, el modelo económico político y social
estado-céntrico tradicional, -que el partido-gobierno solo aspira a
"actualizar", no a cambiar-, puede sufrir su más grave recaída, desde la
desaparición de la URSS y el "campo socialista".
Podrían reeditarse en Cuba los peores momentos del Período Especial: los
apagones, la disminución drástica del transporte público, la
paralización de las plantas industriales que lograron mantenerse o
arrancar gracias a la ayuda venezolana, la inestabilidad en la entrega
de los pocos productos alimenticios normados subsidiados por el estado y
repartidos a través de la libreta de racionamiento, la drástica
disminución de la calidad de los servicios turísticos y otros, a
consecuencia de la falta de petróleo.
El descontento ya existente se podría generalizar y las protestas
callejeras se podrían hacer masivas. La represión y el uso de las
fuerzas de respuesta rápida y antimotines, solo agravarían la situación.
Las amenazas al pensamiento diferente, cada vez serían más
contraproducentes. Si se llegara a crear un clima de hostilidad y
represión generalizada, podría ser el fin de proceso revolucionario y se
abriría el camino a la plena restauración del viejo régimen. La
posibilidad de una intervención directa del imperialismo se haría
presente. Los únicos responsables serían los que se han resistido a dar
participación real en el poder al pueblo y a los trabajadores y han
preferido la represión al diálogo.
Ante la crisis que podría acercarse, la única forma en que el
gobierno-partido podría ofrecer una solución nacional, sería
compartiendo verdaderamente el poder con los trabajadores y el pueblo,
en cada centro de producción o servicios, en cada barrio, región o
municipio. Tendría que desarrollarse aceleradamente el programa amplio
de participación de los trabajadores en el control directo sobre la
dirección, la gestión y las utilidades de las empresas, fomentar el
cooperativismo aceleradamente y abrir todas las puertas al trabajo por
cuenta propia. Eso demandaría un radical cambio en los cuadros
principales y en los métodos de dirección.
Paralelamente, tendría que avanzarse en un proceso de democratización
del modelo político actual, que posibilite la elección democrática
directa de todos los cargos públicos, la realización de referendos para
la aprobación de los presupuestos participativos y las nuevas leyes, la
plena libertad de expresión y asociación que facilite a las fuerzas de
izquierda derrotar políticamente las tendencias burocráticas y
pro-capitalistas dentro y fuera del estado y organizar a los
trabajadores y al pueblo en formas democráticas directas para ejercer el
poder en los barrios, los municipios, la nación.
Una vez creados los Consejos de Trabajadores que dirigirían las empresas
estatales, de acuerdo con nuevas formas de autogestión y cogestión, los
colectivos de trabajadores deberían tener la plena capacidad para
defender sus intereses, política y materialmente.
En fin, desarrollar un programa económico, político y social
verdaderamente socialista y democrático.
Hay lecciones históricas de los acontecimientos en la URSS y el "campo
socialista", que deben recordarse: al no contemplar los intereses de los
trabajadores, al no compartir con ellos el poder real, el económico, al
no permitir que los trabajadores dejaran de ser asalariados, para
convertirse en libres asociados, en la nueva clase revolucionaria, el
poder burocrático terminó perdiendo el apoyo de sus propios asalariados
y en el momento de su aislamiento, los obreros terminaron colaborando
con las fuerzas de la oposición restauradora capitalista, por la
sencilla razón de que los capitalistas privados, pagan mejor que los
capitalistas del estado y dan más libertades formales.
Hoy todavía, los trabajadores cubanos, cansados de ser culpados de la
situación actual por "indisciplinados", colmados de paciencia, podrían
aceptar la oferta de compartir el poder; pero el estado todo-poseedor y
todo-decisor, tendría que saber que sería el comienzo del fin verdadero
del burocratismo y la corrupción sistémica, de las prebendas estatales,
de los tiempos ilimitados en los cargos, de los grandes presupuestos
militares y de seguridad, el fin de estatalismo centralizado, para el
nacimiento, entonces sí, del proceso de democratización y socialización
del poder económico y político, de la revolución social pendiente, de la
Cuba con todos y para el bien de todos, democrática y libertaria, con la
que soñó Martí.
Sin la ayuda venezolana, la única forma de evitar la restauración del
viejo régimen, es hacer verdaderamente efectivo, sin subterfugio alguno,
el poder económico y político de los trabajadores y el pueblo.
Aún, el gobierno-partido tiene donde escoger: con el pueblo y con los
trabajadores, o el "precipicio que estamos bordeando".
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/2853346.asp
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