Internet libre, libre, libre
Jorge Ramos
Estamos mal acostumbrados a ser totalmente libres en la internet, a
decir lo que queramos sin consecuencias, a conseguir gratuitamente
cualquier información, a bajar videos y canciones sin costo, a que no
haya censura y a destruir en Twitter y Facebook la reputación de
cualquiera que proponga restricciones cibernéticas. Pero hay notables
esfuerzos de gobiernos y autoridades en todo el mundo para tratar de
restringir nuestra libertad internetiana.
Las rebeliones en Túnez, Egipto, Libia y Siria han sido posibles gracias
al poder multiplicador de Twitter. Un grito de protesta se convierte en
millones con un clic del celular. Hace cinco años había el mismo
descontento en esos países pero no había Twitter.
Las protestas estudiantiles en Chile, los indignados de España, y los
manifestantes por la paz en México tienen en la internet su principal
aliado. Ya no hay un Pinochet, un Franco o un PRI que censure, detenga y
mate por decir en voz alta lo que se dice en la cama y en la cocina.
Las redes sociales le han dado un medio de comunicación a cada
ciudadano. Esto es nuevo y bienvenido. Los cantantes, escritores y
políticos que tanto decían saber lo que quería la gente ya no tienen
especular e inventar; basta con que lean en su laptop lo que dicen de
ellos –incluyendo los insultos más burdos y los chismes más
disparatados– en tiempo real sus fans, lectores y gobernados.
Pero nos equivocamos al creer que la internet es totalmente libre. De
hecho, es más libre en algunos países que en otros. Traten de hablar,
por ejemplo, de la represión en el Tíbet y verán como el gobierno chino
bloquea esos mensajes en mandarín y cantonés. Los comentarios
anticastristas de la valiente periodista Yoani Sánchez son tolerados en
Cuba debido a que muy pocos cubanos pueden leer su blog y sus tweets
dentro de la censurada isla. Y la dictadura siria está bloqueando los
videos de su represión contra opositores en la que ya se llama "la
primera guerra por youtube".
En Arabia Saudita está en la cárcel un periodista de 23 años, Hamza
Kashgari, por escribir cuatro tweets dirigidos al profeta Mahoma. En uno
dice: "He amado tu rebeldía". En otro: "No me gustan los halos de
divinidad en torno a ti. No debería rezar por ti". Por eso Kashgari fue
arrestado, mientras trataba de escapar vía Malasia, y enfrenta la pena
de muerte en la horca por "blasfemia". Hay una campaña mundial para
salvar su vida.
En Alemania está prohibido publicar por cualquier medio de información
que defienda o promueva el movimiento nazi. Muchos países castigan
fuertemente cualquier tipo de pornografía infantil cibernética y hay
constantes presiones gubernamentales para evitar que sitios de internet
se conviertan en prostíbulos virtuales. Y tanto el Congreso de Estados
Unidos como el de México han considerado nuevas leyes contra la
piratería cibernética.
En Corea del Sur acaban de acusar formalmente a un activista de 23 años
de edad por retwitear varios mensajes del gobierno comunista del Corea
del Norte. Lo que para él fue un caso de "sarcasmo" y de libertad de
expresión, el gobierno surcoreano lo consideró como difusión de
propaganda enemiga. Y ni se les ocurra hablar mal del rey de Tailandia.
Acabo de pasar unos días en Bangkok y hay fotografías del rey Bhumibol
Adeulyadej por todos lados. Sorprende, sin embargo, que nadie critica al
rey en Tailandia a pesar de haber estado en el poder 65 de sus 84 años
de edad. Insultar al rey significa cárcel. Esa es la ley dentro y fuera
de las redes sociales.
La realidad es que Twitter, Facebook, Google y YouTube, entre otras
empresas, prohíben mensajes e información catalogada como "ilegal" por
distintos gobiernos. Twitter, en un esfuerzo por ser más transparente
que otras compañías, tiene una nueva política en que avisa cuando borran
un comentario (reemplazándolo por un mensaje que diga Tweet Withheld).
Pero si esta política de censura de Twitter se hubiera impuesto antes de
la primavera árabe, no estoy tan seguro que el dictador Hosni Mubarak
estaría ahora en una cárcel en Egipto y Moammar Kadafi muerto. Twitter
puede tumbar dictadores y monarquías y por eso a sus regímenes les
interesa restringirlo.
La tecnología es neutral. La energía atómica puede generar electricidad
en millones de casas o destruir las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Todo depende de cómo se use. Lo mismo ocurre con la internet. La gran
diferencia es que el uso de las armas y tecnología nuclear sigue en
manos de los gobiernos mientras que las redes sociales están ya por
todos lados y da la impresión que nadie las controla.
La idea de una internet absolutamente libre es muy atractiva y hasta
revolucionaria. Estoy a favor de limitaciones mínimas; para proteger a
niños de la pornografía, evitar el tráfico de seres humanos y proteger
el trabajo intelectual y artístico. Pero me preocupan mucho los nuevos
esfuerzos por limitar políticamente la internet y las redes sociales.
Las democracias del futuro dependen de un flujo libre de información y
de un debate totalmente abierto.
¿Internet libre, libre, libre? Sí, sí, sí.
http://www.elnuevoherald.com/2012/02/29/v-fullstory/1139928/jorge-ramos-avalos-internet-libre.html
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