Martes, Enero 10, 2012 | Por Baldomero Vasquez Soto
CARACAS, Venezuela, enero, www.cubanet.org -El pasado 28 de diciembre el
Presidente Hugo Chávez, como si de un experto científico en el área de
Oncología se tratara, avanzó una tesis sobre los orígenes del cáncer que
él y otros Presidentes de la región padecen. Así, planteó que una
tecnología desarrollada por los norteamericanos sería la causa del
cáncer de que han tenido los presidentes Fernando Lugo, Dilma Rousseff,
Lula da Silva, Cristina Kirchner y él (1).
La tesis expuesta no ha tenido, hasta ahora, el respaldo de ninguno de
los otros pacientes. Nuestra intención es rastrear el fundamento de ese
tipo de razonamiento del Presidente. Intentaremos responder la siguiente
pregunta: ¿de dónde procede la licencia para afirmar estos absurdos en
el campo de las ciencias médica?
Pretendemos argumentar que el planteamiento del Presidente Chávez está
en línea con una mentalidad que es propia de los líderes de los
regímenes totalitarios, sean de signo comunista o fascista. Estos
líderes –siguiendo a Claude Lefort: La Lógica Totalitaria (1980) y
Democracia y Advenimiento de un Lugar Vacio (1982)- tienen con el poder
una relación radicalmente opuesta a la que con el mismo establecen las
autoridades gubernamentales en la democracia (2).
En los regímenes democráticos, quienes dirigen el poder ejecutivo "son
simples gobernantes". En ellos ningún individuo puede apropiarse del
poder (es lo que Lefort llama "lugar vacio"). Las personas que ejercen
funciones de gobierno saben que lo hacen de manera "transitoria", por un
lapso acotado en el tiempo, luego del cual serán sustituidas por otras.
La principal consecuencia de que el poder no tenga dueño es la autonomía
que guardan con respecto al mismo la "esfera de la ley" y la "esfera del
saber". Dicha autonomía comprende que al jefe de gobierno se le aplique
la ley si la infringe (la sentencia reciente contra el ex-presidente
francés, Jaques Chirac, por corrupción es una prueba de ello). También
significa que la producción de conocimientos se desarrolle
independientemente, sin esperar el aval de la autoridad oficial.
Por el contrario, en los regímenes totalitarios el poder tiene dueño. El
líder se apropia del poder y pasa a convertirse en autoridad
gubernamental "permanente". Su ejercicio de gobierno no tiene fecha
límite, sólo termina con su muerte. Stalin, Mao, Hitler, Fidel, son
ejemplos de encarnación del poder en el líder, de incorporación del
poder en el cuerpo físico de una persona. En estos regímenes, el derecho
y la ciencia no tienen autonomía. La voluntad del dueño del poder es la
ley y a quienes se desenvuelvan en el área del saber se les obliga a
someter su trabajo a aquella instancia superior.
La circunstancia más importante de sometimiento de la ciencia al poder
en el siglo XX ocurrió durante la construcción del totalitarismo
socialista en la extinta Unión Soviética.
En 1927, el técnico agrónomo Trofim Lysenko saltó a la fama al anunciar
un método para obtener cosechas sin fertilizantes. El diario oficial
Pravda se deshizo en elogios para con el "científico campesino". Lysenko
negaba la existencia de los genes, los cromosomas y las elementales
leyes de Mendel. Denigraba de la genética mendeliana con argumentos
ideológico-políticos, calificándola de "ciencia capitalista" y "ciencia
contrarrevolucionaria". Su mayor "aporte" fue distinguir la "ciencia
burguesa" de la "ciencia proletaria". Coincidía así con Stalin, para
quien la ciencia social y natural que emergía del Materialismo
Dialéctico de Marx y Engels era superior a la ciencia producida en el
decadente capitalismo occidental. Por esta razón durante 29 años, desde
1935 hasta 1964, Lysenko fue considerado como el científico más
destacado de la URSS (3).
¿Cómo pudo ser posible que este charlatán con ideas tan descabelladas
pudiese reinar durante tres décadas en la ciencia soviética?
Sencillamente porque el dueño del poder, Stalin, lo impuso así. El
científico que se atreviera a contradecir la "biología proletaria" de
Lysenko le esperaba el exilio o la muerte. El caso del insigne biólogo
soviético, padre de la genética rusa, Nikolai Vavilov (1887-1943), fue,
sin duda, el más emblemático y trágico de todos (4).
Vavilov organizó la Academia de Ciencias Agrícolas de la URSS, de la
cual fue destituido por Stalin en 1935. Construyó en San Petersburgo el
banco de semillas más grande del mundo, donde coleccionó más de 200.000
especímenes recopilados en sus expediciones alrededor del mundo. Por su
reconocimiento científico en el extranjero, su origen social en la clase
alta y, sobre todo, por ser un implacable crítico del lysenkismo, fue
perseguido y condenado a la cárcel por Stalin en 1940. En base a las
denuncias de Lysenko, se le acusó de "traidor a la patria", lacayo de la
"ciencia capitalista" y defensor de la genética, una "ciencia burguesa".
Vavilov murió de hambre en un campo de concentración (gulag) en 1943. Su
muerte agigantó aún más su figura en el campo científico, pues la
inquisición estalinista le planteó que se salvaría de ir a la cárcel si
reconocía la validez científica de la teoría de Lysenko. Vavilov, en un
trance similar al de Galileo con la Iglesia Católica, prefirió morir con
dignidad antes que renunciar a sus convicciones y vivir sabiendo que se
había traicionado a si mismo, que había traicionado lo que era: un
científico. 25 años después de su muerte fue reivindicado en su país,
pues en las democracias occidentales siempre conservó un sitial de honor
dentro de la comunidad científica.
Volviendo al comentario sobre el cáncer que hizo el Presidente Chávez,
resalta en aquel el hecho de que únicamente se apoye en la opinión de
Fidel Castro, quien sólo en Cuba es la voz de la verdad sobre cualquier
tema terrenal o divino. Por supuesto, si es el dueño del país desde hace
más de 50 años. Siguiendo el mal ejemplo del dictador cubano, el
Presidente no repara en cometer exabruptos contra la ciencia, tampoco en
su pretensión de adueñarse del poder hasta después del 2050.
1) Video: http://www.elmundo.es/america/2011/12/28/venezuela/1325108556.html
2) LEFORT C. La Invención Democrática. 1990. Ed. Nueva Visión. Buenos
Aires, pp. 37-52 y 187-193
3) REVEL J-F. El Conocimiento Inútil. 1989. Ed. Planeta. Barcelona, pp. 23.
4) RAYFIELD D. STALIN y los Verdugos. 2005. Ed. Taurus, pp. 419-421.
http://www.cubanet.org/opiniones/ciencia-y-mandatarios-totalitarios/
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