Monday, August 1, 2011 | Por Gustavo E. Pardo
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – En la ciudad de Ciego de
Ávila, el pasado 26 de julio, se conmemoró un aniversario más del ataque
a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes; hecho que marcó el
inicio de la revolución castrista. En la tribuna del evento podía verse,
en primer plano, la efigie de Fidel Castro, colocada a la derecha y,
detrás, la de José Martí.
El empleo de ésta y otras alegorías, por parte de las autoridades
comunistas, ha sido una constante desde 1959; algo con lo que pretenden
simbolizar la continuidad del ideario martiano en el sistema socialista.
Castro inició el encubrimiento de los verdaderos fines políticos que
sustentaba, en el documento conocido como La Historia me absolverá, en
el cual expuso al tribunal que lo juzgaba: "Traigo en el corazón las
doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los
hombres que han defendido la libertad de los pueblos". Estas palabras
han sido interpretadas por los ideólogos del gobierno para considerar a
Martí "el autor intelectual" del ataque al Moncada y, en consecuencia,
de la revolución.
A 58 años de aquellos hechos, una generación de ancianos, envejecidos en
el poder, continúa aferrada al uso de tal teoría como soporte
ideológico. Cabría preguntarse qué hay de cierto en ello.
El ideario expuesto por Castro en su alegato de autodefensa, puede
enmarcarse en un contexto martiano-humanista; sin embargo, tras
cincuenta años ejerciendo el poder absoluto en la Isla, la realidad ha
demostrado la falacia de esta teoría inicial.
El ideario martiano se corresponde con la filosofía político-económica
liberal, prevaleciente en la segunda mitad del siglo XIX, basada en la
preservación de los derechos individuales sobre la vida y la propiedad,
limitados éstos exclusivamente por el ejercicio del derecho ajeno. La
obra política de Martí estuvo encaminada en esa dirección.
En un discurso pronunciado el 28 de enero de 1941, el Dr. Jorge Mañach
se refirió al pensamiento político del Apóstol en estos términos: "Sus
dos manifestaciones son, en efecto, lo que pudiéramos llamar su mística
libertaria y su realismo político social". En este enunciado de hace 70
años, queda deslindado el ideario martiano de las prácticas castristas.
José Martí es reconocido como el Apóstol de la democracia y la libertad;
manifestó siempre su rechazo al caudillismo providencial practicado por
ciertos líderes de movimientos revolucionarios triunfantes en América
Latina. Por su parte, Fidel Castro representa la negación de las
libertades individuales, la propiedad privada y la democracia;
personificando, en alto grado el culto a su figura y el ejercicio de
caudillismo más genuino.
Esclavos y ciudadanos; comunistas y demócratas; progreso y miseria; José
Martí y Fidel Castro, representan opciones socio-políticas
diametralmente opuestas.
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