La Isla se congela
Marta Santos
La Habana 17-12-2010 - 8:15 pm.
Masas de viento ártico hacen rechinar los dientes de millones de cubanos
sin comida ni abrigos adecuados.
Comenzó por lo más caro, un Planchao, 200 mililitros de ron a 36 grados
de alcohol. Vale 1 CUC en el tenderete más cercano. Zampado. Luego un
Chispaetrén, 700 mililitros de ron rebajado, tal vez a 30 grados. Veinte
pesos en el alambique clandestino de alguien. Embuchado. Ahora, por la
garganta de Quique Tijeras pasa el último recurso: una infusión
hirviente de hojas de naranjo, pero "el frío no se quita", masculla
frotándose las manos en un rincón de su casa en Santa Fe, una localidad
en el borde del Golfo, donde el salitre revienta las cabillas, oxida los
cuchillos y alebresta el apetito. Mantiene dos jarros con agua
hirviendo. No son para tomar un baño, sirven de estufa.
Este tapicero de 77 años es uno de los millones de cubanos que desde
junio no ha dejado de cruzar los dedos. Así conjuró los seis meses de
temporada ciclónica —"si pasa uno por aquí me vuela el techo"— y ahora
lo hace para que la ola de frío se disipe lo más pronto posible.
Su vida se mueve entre incertidumbres. Son climáticas, pero también
económicas. "Todavía no sé si siga con el negocito. El baro (dinero)
está perdido", dice. Los insumos han encarecido. Últimamente, pocos
contratan sus servicios.
Termómetros en competencia
Ha sido un cruel debut invernal, una semana en que los récord de bajas
temperaturas no dejaron de superarse como en un torneo de neveras
ambiciosas. Primero fueron 31 marcas absolutas, después nueve más. Una
escalada que tuvo su apogeo en el 1,9 grados Celsius de la ciudad de
Matanzas.
"Había trocitos de escarcha en el jardín", exclamó un habitante de esa
urbe. Hacía más de veinte años que un frío parecido no se registraba en
la Isla (2,8 grados en 1989).
En los pueblos satélites de la capital, las temperaturas descendieron a
entre dos y tres grados. La estación meteorológica de Casablanca, en una
de las laderas de la Bahía habanera, punteó 12,1 grados Celsius.
"Rubiera dice que esto sigue y ya los mandados se acabaron", dijo un
joven albañil para resaltar los límites de las provisiones. Su frase
aludía al pronóstico del doctor José Rubiera, la cara visible de los
aciertos y fracasos del Instituto de Meteorología, años atrás
popularmente llamado de "mentirología", por lo errático de los partes.
Los "mandados" son los contados productos de la cartilla de
racionamiento, que apenas alcanzan para un tercio de mes y que la
reforma económica en curso pretende llevarse en la golilla.
Con soltura, el albañil repara una cerca en la avenida Línea, del
Vedado, a unos centenares de metros del mar. En su rostro, cenizo por el
frío, hay avidez por calentarse de cualquier modo. Chupa una colilla que
está a punto de quemarle los labios. El café se acabó.
El viento sopla fuerte y pueden verse las olas rompiendo violentamente
sobre el muro del Malecón. Una cortina espumosa se suspende por
segundos. De cara al océano, las postas cubanas de la Oficina de
Intereses de Estados Unidos exhiben una rara danza pendular. Otros dan
salticos dentro de las garitas. Apenas muestran sus rostros. Han
encajado las gorras verdeolivo hasta las orejas.
Rosa L. ha recorrido las tiendas de La Habana en busca de una manta.
"Volaron", es la única palabra que tiene para describir su fiasco en
conseguir un cobertor por cerca de 10 CUC, casi su mensualidad de
oficinista de un registro civil.
Pan y leche: la pareja del momento
Un duro invierno sería otra mala noticia para el gobierno. Está envuelto
en una temida dinámica reformista de difícil pronóstico con la que
intenta evitar "el precipicio de la revolución", como admitió hace unas
semanas el propio general Raúl Castro, y consensuar un delicado nuevo
pacto social en medio de una crisis de confianza sin precedentes.
El frío espolea el consumo de calorías y se desatan presiones en los
mercados. El pasado año, por estas fechas, las panaderías habaneras
colapsaron ante un pico de consumo. Ahora, sin ser generalizado, se sabe
de desabastecimientos y largas filas.
"Me dicen que no volverán a sacar pan hasta mañana temprano", se queja
una indignada señora a la salida de una panadería cuyo servicio
supuestamente es de 24 horas. "Debían quitar el cartelito", dice.
La situación se agrava con el advenimiento de nuevas cafeterías
particulares, cuyos dueños compran de madrugada centenares de unidades a
precio de mercado negro. Un peso por cada panecillo de 80 gramos.
Para ayudar a solventar la crisis panadera, Rusia donó a principios de
año unas cien mil toneladas de trigo. El primer envío arribó en marzo
pasado, pero no se han tenido noticias de ningún otro.
En noviembre, la prensa informó de la instalación de dos modernas
plantas para el procesamiento de la harina de trigo, lo cual permitiría
prescindir de la compra de ese renglón en el mercado internacional para
2011. Actualmente, el país invierte unos 100 mil dólares en la
adquisición de harina de trigo.
Pero el pan no es el único ausente. La leche, que sólo se distribuye a
niños menores de siete años y a enfermos mediante estrictas dietas
médicas, ingresó nuevamente en el club de los desaparecidos.
Un hombre que exhibía una bolsa del producto, y que fue seguido
discretamente por DDC, resultó interpelado cinco veces en un recorrido
de apenas 200 metros por personas ansiosas de ubicar la posible fuente
del lácteo.
El paquete de un kilogramo se comercializa en las tiendas en divisa a
5,25 CUC, más de la cuarta parte del salario promedio, y no lo hay. En
el mercado sumergido, igual cantidad de leche se cotiza a 2,50 o 3,00
CUC, con tendencia al alza. Es un trofeo encontrarla ahora mismo.
Cuba pretende autoabastecerse mediante nuevos incentivos a los
productores privados y la reorganización distributiva. La meta sólo se
ve con prismáticos. La Isla todavía importa anualmente entre 30.000 y
35.000 toneladas de leche en polvo, que representan más de 100 millones
de dólares.
La falta de alimentos adecuados junto a las frías temperaturas y la
negligencia institucional provocaron un hecho tan trágico como inédito
en el invierno anterior. Cobraron la vida de 26 pacientes del hospital
psiquiátrico de La Habana. Entonces, los termómetros se detuvieron en
3,6 grados Celsius.
El gobierno prometió una investigación a fondo y el peso de la ley para
los responsables. Hasta ahora, ni media palabra del caso.
Así lo recordaban dos jóvenes que viajaban de madrugada hacia Alamar, en
el este de la ciudad. A la salida del túnel, corrieron a cerrar las
ventanillas del ómnibus semivacío. "Nos ahogamos de frío", gritaron.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario