30-07-2010.
Elías Amor Bravo
Economista, Unión Liberal Cubana, ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- "De manera que la mentalidad del ahorro,
¡el ahorro!, se convierte en otro elemento esencial de nuestra
economía". En estos términos se expresaba un 1º de mayo de 1971, hace 40
años, Fidel Castro.
Una cita de uno de sus infinitos discursos del dictador que publica el
diario Granma en su edición de hoy, y que vuelve a poner de manifiesto
lo alejado de la realidad de la economía en que ha vivido este
personaje, las falacias de sus conceptos económicos y, como consecuencia
de ello, el grave fracaso al que ha conducido a la otrora eficiente y
productiva economía de Cuba. Pero vayamos por partes, porque esta breve
cita no tiene desperdicio.
Dice Fidel Castro que "el ahorro de bienes, el ahorro de materias
primas, el ahorro de los recursos para la producción es el elemento
esencial de nuestra economía". Esta idea, que podría situarse
actualmente dentro del marco de la reflexión del denominado desarrollo
sostenible, el que tiene en cuenta que las generaciones futuras deben
contar con un capital medioambiental similar al presente, carece de
sentido lógico en Cuba, y mucho menos a comienzos de la década de los
años 70.
Esa idea de "ahorro" en sentido amplio, tropieza con la escasez
tradicional en la que se han visto obligados a vivir los cubanos, con
cartillas de racionamiento que apenas concedían abastecimiento para
medio mes, con limitaciones en el acceso a todo tipo de bienes y
servicios que en cualquier economía de mercado se encuentran disponibles
para todo tipo de presupuestos.
En estos casos, cabe preguntarse qué sentido tiene el ahorro cuando no
se alcanzan los niveles básicos de consumo, que en absoluto, ha
garantizado el régimen castrista a lo largo de su existencia, por mucho
que sus propagandistas se empeñen en explicar. Los economistas saben que
entre consumo y ahorro hay una relación muy estrecha que contribuye a
explicar muchas cosas.
Basta con observar el estado de abandono que presentan las calles de las
ciudades y pueblos de Cuba, la pésima vestimenta de la población, el
abandono de la propiedad inmueble y su progresiva destrucción, o la
limitación real al acceso de bienes y servicios, para coincidir en este
punto que el ahorro no es más que un espejismo.
La escasez crónica de la economía castrista tiene su punto álgido
durante el denominado "período especial" cuando se pierden las generosas
subvenciones recibidas de la URSS y el régimen descubre que Cuba carece
de una posición definida en la economía mundial. Es decir, lo que
produce no se demanda, y prácticamente necesita importar todos los
bienes de consumo y de producción.
La economía cubana, desatendida por las prioridades ideológicas de la
construcción de un régimen político ajeno a su realidad histórica, se
encontraba así en una situación de permanente crisis, sin recursos,
ineficiente, mal dirigida y mucho peor planificada, y con una estructura
de concentración de la propiedad en manos del Estado y una ausencia del
mercado como mecanismo de asignación de recursos, que lastraban sus
posibilidades de crecimiento y desarrollo.
Ahorro de materias primas. Esta es otra cuestión, pero que tiene la
misma explicación. Desde 1960, cuando el régimen castrista decidió la
confiscación y el robo masivo de propiedad privada y empresarial de
Cuba, el Estado se convirtió en el principal productor de bienes y
servicios, siendo por tanto el principal comprador de materias primas,
utilizador del agua, de electricidad, de madera, etc, de todas esas
materias primas que Fidel Castro quiere ahorrar. Bien.
La solución la ha tenido al alcance de su mano. Empresas estatales
despilfarradoras, cierre inmediato o su conversión en empresas privadas.
Rápidamente habrían cambiado. De hecho, la evidencia empírica confirma
que la economía estatal y planificada de Cuba es mucho más
despilfarradora de recursos que la de cualquier otro país de desarrollo
económico similar.
Y ello se explica porque ni se han realizado las oportunas inversiones
en ahorro, ni se ha producido con la eficiencia característica de la
economía de mercado, donde el logro del beneficio obliga a los gerentes
de las empresas a emplear los procesos productivos más eficientes.
Esa es la realidad de la economía improductiva cubana: despilfarro e
ineficiencia amasado por generaciones de burócratas cuya única
responsabilidad era dibujar y justificar con el papel los designios
desequilibrados del líder.
Por lo tanto, el ahorro del que hablaba Fidel Castro estaba al alcance
de su mano, y él precisamente, era responsable principal del despilfarro
de combustible, por ejemplo, de energía, una de sus grandes
preocupaciones y obsesiones desde que cerró y confiscó las propiedades
de las empresas petroleras de EEUU, tras un ataque de excitación e ira
revolucionaria en los primeros momentos de llegar al poder.
La realidad es que antes de que se produjeran esos sucesos luctuosos,
nunca antes en la economía cubana, la energía, el combustible, había
supuesto freno alguno al desarrollo, ni su escasez aparecía como un
problema estructural.
Lo dicho. El régimen castrista y su influencia nefasta sobre la
economía: escasez de alimentos y de bienes y servicios, ineficiencia y
despilfarro en el uso de materias primas, y Fidel Castro defendiendo en
1971 el ahorro. ¡Qué lecciones tan magníficas nos reserva el paso del
tiempo!
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=29137
No hay comentarios.:
Publicar un comentario