Lunes 26 de Abril de 2010 18:45 José Hugo Fernández, La Habana
Con el pensamiento en Babia y la conciencia en salmuera: así dejaron
nuestros caciques a la gente del pueblo la última vez que notaron su
existencia, hace un montón de años, los mismos que llevan dirigiendo su
propaganda exclusivamente hacia el exterior, mediante la certeza de que
a los cubanos ya no necesitan convencerlos, sino simplemente mantenerlos
amarrados bien corto.
Quien no tenga algo mejor que hacer, puede dedicarse a revisar los
discursos y las declaraciones oficiales, así como el contenido de las
conferencias, congresos, simposios y otros plomos fundidos en la Isla
durante los últimos decenios, y comprobará que el cubano corriente no
cuenta nunca como destinatario, sino apenas como estadística espuria o
como lombriz en el anzuelo.
Por eso no deja de resultar pintoresco que en estos días, a propósito de
lo que tan graciosamente llaman por acá "la feroz campaña mediática
contra Cuba, orquestada por la Unión Europea y los Estados Unidos",
veamos de nuevo a los caciques tratando de poner las botas sobre la
tierra donde se cosechan sus boniatos.
Lo malo (es decir, lo bueno para nosotros) es que llegan tarde. Y otra
vez desfasados.
Artículos de "opinión", editoriales, entrevistas, arengas,
pronunciamientos de sus fieles figuras públicas… nos llueven hoy a
cántaro, y es fácil distinguir el objetivo porque, como antaño, marcan
una muy alta dosis de subestimación hacia el pueblo.
Por ejemplo, por más lata que den en torno a la misma acusación, no
acaban de explicarnos cuáles son los motivos que puede tener no ya
Estados Unidos, sino la distante, neutral y aun aséptica Europa para
gastar municiones desencadenando una campaña destinada a matar el
cadáver de un dinosaurio como ellos.
Mucho menos nos sacan de dudas cuando, en lugar de dar respuestas
sólidas, concretas, convincentes a los cuestionamientos de la susodicha
"campaña mediática", se limitan a lo de siempre: responder señalando la
paja en el ojo ajeno, mientras le pasan por encima, impunemente, a la
viga que les ciega el propio.
Lo malo (es decir, lo bueno) es que el tiempo, y los avances de la
informática, no transcurren de balde. Y aun cuando la oligofrenia aguda
y crónica que padecen nuestros caciques no les permita darse cuenta,
nosotros, los de antaño, ya no somos los mismos. Y si fingimos estar
muertos con los ojos abiertos, como pescado en tarima, es sólo para
reírnos por dentro viéndolos tirar sus redes podridas.
http://www.diariodecuba.net/cuba/81-cuba/1360-oligofrenia.html
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