Las cuatro bestias negras del exilio cubano
By NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES
Soy un optimista confeso e incorregible, eso me convierte en un
disidente del exilio histórico, porque a ellos la experiencia sufrida
los hace tener siempre los pies sobre la tierra. Yo no lo hago, soy
poeta y sueño caminos. Y sin desearlo me busco enemigos. Pero lo hago
porque tengo la convicción de que en esta saga interminable, la rabia e
impotencia que me he tenido que tragar, el miedo que me ha calado los
huesos y las lágrimas que he derramado, me obligan, por respeto a mí
mismo, a decir verdades, sin medir consecuencias.
Este exilio merece admiración, pero vive bajo el acoso de ciertas
bestias negras que le hacen daño.
La primera es su rechazo al debate con el enemigo. Hacerlo es traición,
dicen unos; cobardía, acusan otros. Pero he tenido siempre la convicción
de que en igualdad de condiciones, jamás un comunista ha podido discutir
con un demócrata por el sometimiento al dogma y propensión al miedo a
sus superiores que sienten. Lo que dice un demócrata públicamente lo
carga a su libertad; cuando un comunista hace lo mismo se enfrenta a
jerarquía y cadenas.
¿Cómo pensamos regresar a Cuba? ¿Con los marines norteamericanos
escoltándonos? Dialogar con los Castro es pensar que una ceiba puede
parir naranjas, pero debemos entender que aun si la desaparición del
régimen se produce a través de una guerra civil o un golpe de Estado,
hay que dialogar inevitablemente con los que hayan asumido el control de
la situación en la isla y no serán los disidentes, sino generales del
Ejército Rebelde, altos miembros del Partido Comunista y otras hierbas
aromáticas.
He presenciado varios diálogos. Cuando al cubano de Miami le hablas de
diálogo inmediatamente evoca el del Comité de los 75 bajo el gobierno de
Jimmy Carter, repleto de personas decentes, comunistas y delincuentes.
Para mí el más significativo fue en los pabellones de castigo de la
prisión de Boniato. Una tarde cualquiera, de pronto, oímos ruido de
llaves y rejas y un río de uniformes verde olivo cruzó frente a mi
celda. Encabezaba el grupo el coronel Megardo Lemus, jefe de Cárceles y
Prisiones de Cuba. Era una mezcla de fuhrer y chulo de barrio. Yo estaba
encerrado a mediados del pasillo y al poco rato escuché una fuerte
discusión al final de la galera entre Lemus y un preso, Angel Alfonso
Alemán, ``La Cota''. Cuando el coronel, rodeado de esbirros, estaba
perdiendo el debate, abrieron la celda de nuestro compañero y lo
acribillaron a planazos. Gritamos, fueron abriendo las puertas de las
celdas una a una, y comenzaron a golpearnos con profesionalismo sádico.
Esa noche dormí caliente pero feliz porque La Cota había humillado a uno
de nuestros más detestables enemigos. Desde aquel día simpatizo con los
diálogos porque los castristas piensan que los ganan como se lo ganaron
a Orlando Zapata Tamayo, como piensan equivocadamente se lo están
ganando a las Damas de Blanco y a Guillermo Fariñas, con el abuso de
poder, enfrentando la fuerza bruta a las ideas, la violencia a la
racionalidad. No les queda otra. Porque en otras polémicas históricas,
en igualdad de condiciones, siempre terminan ridiculizados y humillados.
¿Recuerdan cuando se enfrentó Jorge Mas Canosa al jefe del Parlamento
cubano, Ricardo Alarcón? ¿Leyeron en El Nuevo Herald, en estos días,
como Carlos Alberto Montaner hacía picadillo al extraordinario cantautor
pero pésimo político Silvio Rodríguez?
Otra segunda bestia negra nuestra es el embargo. No hablo de dar
créditos, pero opino que esta medida contra la cual está el mundo entero
es una imbecilidad, no existe, es un error mayúsculo, no se implementa,
la violan todos los gobiernos norteamericanos y sus presidentes, y le
sirve de excusa al castrismo para justificar el fracaso de un sistema
alucinante, repleto de ineficiencias administrativas y brutalidad
policiaca. Sin embargo, en Miami se le defiende con uñas y dientes,
quizás aferrados a que un ajuste de cuentas es más importante para
muchos que la libertad de Cuba.
echazo también a esas Brigadas de Respuesta Rápida de la Calle Ocho.
¿Nadie les ha dicho que en una democracia está prohibido prohibir? En
estos días, el hipócrita y siempre equivocado cardenal Jaime Ortega ha
pretendido con estulticia comparar a las turbas que aterrorizan a la
disidencia en las calles de La Habana con las que en las calles de Miami
protestan con ruido pero pocas nueces por la presentación de artistas
cubanos de la isla. Esto es comparar perversidad con estupidez, ¿pero
con tanto extremismo exiliado no le habrán dado pie a la décima de Su
Eminencia? Y a los vociferantes, ¿cómo se sienten después de haber
insultado y roto los discos frente al Versalles de Juanes ahora que el
cantante colombiano ha apoyado la postulación de las Damas de Blanco al
premio Nobel de la Paz?
Por último, la cuarta y última bestia negra son los tenientes coroneles
y funcionarios que hasta ayer apoyaban los crímenes del castrismo, y hoy
en Miami, se toman a pico de botella un litro de agua de borrajas, se
comen un hamburger y entonces dan un giro a la extrema derecha y
pretenden convertirse en nuestros orientadores y líderes.
El final está próximo. Desgraciadamente no cuando queramos sino cuando
la cúpula y el búnker entiendan que aquella rosa blanca y paloma de la
paz que fue la revolución cubana, hoy se ha convertido en un aura tiñosa
llena de espinas.
http://www.elnuevoherald.com/2010/04/28/v-fullstory/706203/nicolas-perez-diaz-arguelles-las.html
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