Rafael Álvarez Echevarría
MADRID, España, diciembre, www.cubanet.org -En un reciente artículo del
destacado periodista Andrés Oppenheimer sobre el Ranking de Percepción
de Corrupción 2009 dado a conocer por Transparencia Internacional, éste
analiza las posibles causas de que los países de América Latina
aparezcan en puestos muy poco envidiables en esa lista.
No creo que sea una sorpresa para cualquiera medianamente informado que
entre los países más corruptos aparezcan Venezuela, Paraguay, Ecuador,
Nicaragua, Honduras, Bolivia y Argentina.
El autor encontró que estos países están o estuvieron recientemente
gobernados por gobiernos populistas y destaca la relación entre la
debilidad institucional y la corrupción.
Latinoamérica tiene una larga tradición de corrupción administrativa y
en la mayoría de sus países la corrupción de los funcionarios se
encuentra a todos los niveles, desde presidentes y legisladores hasta
alcaldes, concejales e inspectores locales.
¿Y que pasa con Cuba? Sabemos que es muy difícil para organización
alguna penetrar en los entresijos de la administración del régimen
cubano y obtener información confiable, pero resulta evidente que un
régimen tan voluntarista y arbitrario, en el que los funcionarios de
nivel medio y bajo reproducen los esquemas de dirección de las altas
jerarquías, es terreno fértil para la corrupción a escala nunca vista
previamente en la Isla.
No quiero generalizar pero es sabido que los empresarios extranjeros
deben "ceder" a sus contrapartes cubanas un porcentaje de las utilidades
y que las ofertas de viajes y regalos son frecuente moneda de cambio
para agilizar trámites o decidir licitaciones. El manejo de las cuentas
de los funcionarios de alto nivel, y no digamos de los Castro, es
totalmente ajeno a sistema regulatorio alguno.
Hay una diferencia importante entre Cuba y otros países corruptos, pero
que, aunque deficientes, al menos tienen instituciones y separación de
poderes. En Cuba, para disfrutar de casas, autos, viajes, quintas de
recreo y yates, como si fueran suyos, los funcionarios no tienen
necesariamente que ser sus propietarios legales. Disfrutan de esos
medios gracias a su posición en la estructura de poder, sin tener que
preocuparse por gastos de mantenimiento o de personal; todo corre por
cuenta del Estado.
Paradójicamente, una de las trampas del régimen para mantener a raya a
sus servidores, es que este mismo sistema de privilegios, establecido
por el gobierno, puede servir, cuando convenga a los de más arriba en la
pirámide, como evidencia de "corrupción" que justifique cualquier
defenestración conveniente. De esto sobran ejemplos: Luis Orlando
Domínguez, Roberto Robaina y, más recientemente, Lage y Pérez Roque.
Como si lo anterior fuera poco, y creo que es lo más triste, la
corrupción en Cuba se ha generalizado a todos los niveles, hasta el del
más simple trabajador. Para obtener una plaza de gastronómico en hotel
de la red turística hay que pagar cuatro o cinco mil dólares al
funcionario encargado de las contrataciones. Los jefes, que no tienen
contacto directo con los turistas, cobran un "impuesto" a cada uno de
los empleados bajo su mando. Los policías chantajean a las
prostitutas con una gabela diaria de cinco o diez CUC. Nadie escapa a
esta cadena de corrupción.
La mayoría de los ciudadanos, y evito generalizar, se ven obligados a
"resolver" con lo que tienen a mano en su centro de trabajo, lo mismo
materiales de construcción, que ropa de cama, comida o cualquier otro
recurso que se pueda "desviar". En un país en el que falta todo, todo es
mercancía valiosa.
Peor aun; para gran parte de los cubanos esas conductas han dejado de
ser negativas o censurables, se aceptan como habituales y constituyen
parte de la vida cotidiana. En Cuba no se roba, se "lucha" o se "resuelve".
Cuba: La corrupción en Cuba (2 December 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/diciember/02_O_2.html
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