FERNANDO GARCÍA | 28/12/2009 | Actualizada a las 03:31h | Internacional
La política en Cuba marcha como los coches y los trenes por sus
carreteras y vías férreas. Por muy prudente que uno se ponga al planear
el itinerario, toda estimación de tiempo de llegada acaba resultando
optimista. Los baches, problemas mecánicos y paradas imprevistas te
pulverizan los cálculos. Todo se retrasa siempre y al final no queda
otra que armarse de paciencia y rogársela a los viajeros.
Los baches de Cuba no son como los baches europeos. El calor, las
lluvias torrenciales, la escasa calidad del piso y el abandono generan
una rica variedad de tamaños y formas en los agujeros, socavones y
protuberancias que salpican las pistas. A los obstáculos por rotura o
deformación del firme se añaden "policías tumbados" o badenes de
reducción de velocidad, mercancías y materiales caídos de un camión,
zanjas de obra sin rellenar, cubiertas de rueda reventadas y animales,
muchos animales, vivos o muertos.
El estado de las vías en la isla, sean calzadas, ferrocarriles,
autopistas o caminos, no sólo sirve de símil político y reflejo de la
situación general de Cuba, sino que en si mismo constituye un problema
cotidiano que frena el desarrollo.
Hoy es casi imposible recorrer sin tropiezos ni uno solo de los 29.600
kilómetros que suman las carreteras y la autopista central de la isla,
esta última a medio hacer. En La Habana, el 75% de la superficie de vías
pavimentadas está oficialmente catalogada "entre regular y mala". En
cuanto a las vías del tren, Transportes admite que el 94% están
deterioradas, como la mayoría de las locomotoras y el 40% de los vagones.
Con los mimbres disponibles, las perspectivas de arreglo vial no son
halagüeñas. Para adecentar toda la red de carreteras se necesitan 19
millones de toneladas de asfalto, pero hoy Cuba produce anualmente sólo
un millón: menos de la mitad que en 1989, antes de caer el campo socialista.
"Este es un programa imposible de concluir en meses, ni siquiera en
pocos años. Que nadie piense en soluciones milagrosas. La premura no
puede conducir al derroche ni a la indisciplina o al desinterés social",
avisó en mayo la prensa del Partido Comunista.
El texto se refería a los baches en el asfalto, pero podría haber
formado parte de los últimos discursos de Raúl Castro sobre la marcha
del país, y los planes para afrontar las dificultades. El presidente
cubano utilizó de hecho palabras parecidas en su intervención del pasado
día 20 ante el parlamento: "Soy consciente de las expectativas y
honestas preocupaciones de los ciudadanos en cuanto a la velocidad y
profundidad de los cambios que tenemos que introducir", dijo. Pero
matizó: "En la actualización del modelo económico cubano, cuestión en la
que se avanza con un enfoque integral, no puede haber espacio a los
riesgos de la improvisación y el apresuramiento".
El conductor de Cuba se había marcado una hoja de ruta muy distinta, con
velocidades superiores y menos señales de precaución, al iniciar la
etapa del viaje que le tocó pilotar tras recibir el volante de su
hermano, Fidel. En su discurso del 26 de julio del 2007, aquel en que
anunció "cambios estructurales y de concepto",
Raúl Castro reconoció que el salario de los cubanos era "claramente
insuficiente" y que en esa y otras áreas de la economía habría que
trabajar "con premura" aunque "sin desesperos". Y criticó a "quienes
usan las dificultades como escudo frente a la crítica por no actuar con
la celeridad y efectividad necesarias".
En la primavera del 2008, el mandatario empezó a cumplir su promesa de
levantar "prohibiciones absurdas" que agobiaban a los cubanos, como las
que les impedían hospedarse en un hotel internacional o comprar un móvil.
Pero luego todo se hizo más lento. Las carencias productivas y
financieras del país, los tres ciclones del año pasado y la crisis
mundial actuaron como baches insalvables. Con la excepción de alguna
mejora en la producción agraria gracias al reparto de tierras baldías a
campesinos particulares, el 2009 ha pasado con más pena que gloria para
los cubanos.
Las expectativas creadas por Barack Obama con su decisión de levantar
las restricciones a los viajes y remesas de los cubanoamericanos no se
han esfumado, pero los Castro las han eclipsado con su cambio en la
mirada hacia el presidente de EE. UU., antes amable, ahora ceñuda.
Por rechazo a todo lo que sea o parezca renuncia al socialismo
estatalista, por falta de consenso interno o ambas cosas, Raúl Castro ha
optado de momento por conducir sin cambiar de coche ni de motor, aunque
hace unos meses sustituyera algunas piezas que no parecían gastadas (los
ministros Lage y Pérez Roque). La consigna por ahora es ahorrar
gasolina, reparar lo imprescindible y prevenir nuevas averías. ¿Cómo?
Conduciendo despacio.
Los baches se suceden en Cuba (28 December 2009)
http://www.lavanguardia.es/internacional/noticias/20091228/53856237156/los-baches-se-suceden-en-cuba.html
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