jueves, diciembre 24, 2009

El cardenal de Cuba emite un mensaje navideño en la TV estatal

El cardenal de Cuba emite un mensaje navideño en la TV estatal

LA HABANA, jueves 24 de diciembre de 2009 (ZENIT.org-AICA).- El
arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, emitió anoche un mensaje
navideño por la televisión estatal de Cuba, cuyo gobierno comunista
impone restricciones a la presencia de la Iglesia en los medios de
comunicación de la isla.

El purpurado leyó su mensaje durante un concierto navideño
celebrado el sábado pasado en la catedral de capital cubana y que fue
retransmitido por el Canal Educativo 2, una cadena de alcance nacional.

"Las familias se alegran este año de poder recibir a familiares de
Estados Unidos que deseaban venir a visitarlos y no podían hacerlo.
Damos por esto gracias a Dios", afirmó al referirse al levantamiento de
esa restricción por parte del presidente Barack Obama.

Pese a que calificó como "preocupante" la situación económica en
la isla y advirtió sobre problemas de convivencia, el primado cubano
pidió que la fe siga brillando "como una luz" en la mente y el corazón
de los cubanos.

"Que nuestras familias no se dejen vencer por las tinieblas, que
brille la luz de Cristo en nuestros hogares", subrayó.

Esta es la segunda vez consecutiva que el cardenal Ortega emite un
mensaje navideño por la televisión estatal cubana.

Publicamos el mensaje que con motivo de la Navidad ha escrito el
cardenal Ortega.

* * *


Queridos hermanos y hermanas:

Al dirigirles mi mensaje anual en ocasión de la celebración del
nacimiento de Jesús, les deseo, ante todo, una Feliz Navidad y un nuevo
año con salud y esperanza.

En estos días en muchas de nuestras casas y en nuestras iglesias brillan
las luces del árbol de Navidad. La luz produce alegría, los niños se
detienen a contemplar su parpadeo. De hecho cada ser humano es un
buscador de la luz.

Desde tiempos remotos los cristianos iluminaban con grandes antorchas
los árboles del bosque o de su jardín la noche de Navidad. Este es el
origen del árbol de Navidad.

Celebraban así la fiesta del nacimiento de Jesucristo, Nuestro Señor,
porque Jesús es la luz de Dios que viene a este mundo. Nos dice el
evangelista San Juan: "Vino al mundo la luz que ilumina a todo hombre"

Sí, los cristianos celebramos con luces la alegría de la Navidad. La luz
es símbolo del gozo que debe llenar nuestros corazones por el nacimiento
de Jesús, el Hijo de Dios.

Hace años, siendo sacerdote joven, en la querida parroquia de la ciudad
de Cárdenas, iba los viernes a visitar el asilo de ancianos y allí
encontraba arreglando su habitación, barriendo el piso, o haciendo
siempre algo, a una anciana ciega, que al reconocer mi voz, manifestaba
alegría y afecto con una gran sonrisa. Un día le dije cuánto admiraba,
al hallarla siempre activa y de buen ánimo, a una persona que no podía
ver. Ella me respondió sin perder su serena y amplia sonrisa: ¡Ay,
padre, a mí me falta la luz de afuera, pero tengo aquí dentro -y se
llevó la mano al pecho- la luz de la fe, la luz de Cristo!

A esta luz me refiero, queridos hermanos, porque nos dice también el
evangelista San Juan acerca de Jesús que: "la luz brilló en las
tinieblas y las tinieblas no la recibieron". Dios siempre respeta
nuestra libertad.

En efecto, la luz de adentro a que se refería la anciana ciega, esa luz
del corazón, puede no ser acogida por nosotros y permanecemos entonces
en la oscuridad, y nuestro mundo interior se puebla de tinieblas.

Por eso la Navidad no es una simple conmemoración de un hecho histórico.
Cada Navidad, y pudiera ser también para ti cada día, la luz de Cristo
viene a nosotros, pero si no nos dejamos iluminar por El, las
posibilidades de paz y felicidad que nos da las podemos ahogar en la
oscuridad de nuestros corazones. Se apaga así la luz de la Fe. Y cuánto
necesitamos esa fe en la vida.

No sólo las cosas exteriores pueden alegrarnos o satisfacernos. La sede
de la felicidad es la interioridad del corazón humano. Allí pueden
anidar las tinieblas del odio, del desaliento, de la desesperanza, de la
apatía, que ahogan la luz de la fe y siembran desasosiego e
intranquilidades.

Cuántos caminos equivocados tomamos envueltos en esa bruma interna que
no nos permite ver el bien más allá de lo que me agrada, me satisface, o
me resulta de provecho material.

Cuántas veces se toman desde esa oscuridad interior las decisiones de
romper una unión matrimonial, de cobrarnos el mal que nos han hecho con
otro mal o, simplemente, vivimos desencantados, tristes, sin esperanza.
La fe verdadera lleva consigo el amor y la esperanza.

Aunque la situación económica sea preocupante y me afecte a mí y a los
míos, aunque la enfermedad, dificultades de convivencia u otras nos
limiten, aunque nuestros justos deseos de bien y de equidad no se
cumplan, la fe sigue brillando como una luz en nuestra mente y en
nuestro corazón, porque ponemos todos nuestros anhelos y deseos en manos
de Jesús y El, que es la luz de mundo, nos hace salir de esa oscuridad.
La luz de Cristo siempre vence las tinieblas, y en cada recodo del
camino está Jesús convocándonos: "Vengan a mí todos los cansados y
agobiados y yo los aliviaré", "no teman, pequeño rebaño mío, yo he
vencido al mal". No des por lo tanto espacio en tu corazón al desaliento
y la desesperanza.

Que nuestras familias no se dejen vencer por las tinieblas, que brille
la luz de Cristo en nuestros hogares, no sólo en el árbol de Navidad de
estos días hermosos, sino en lo que es más importante, en los corazones
de todos sus miembros cuando en la noche del 24 de diciembre, que es
nochebuena, se reúnen a comer juntos, cuando van a la iglesia a la Misa
de Medianoche de ese día 24, cuando visitan a familiares y amigos el día
25 de diciembre que es Navidad o en la semana final del año que es como
un eco de la fiesta navideña. Si en estos días se reconcilian las
familias divididas, si tendemos la mano a alguien que la está pasando
más mal que yo, si sembramos un poquito de alegría y amor a nuestro
alrededor, podrán ustedes imprimirle una nueva dimensión de paz y
esperanza a sus vidas en esta Navidad.

Es cierto que siempre faltará en la celebración navideña alguien que
partió definitivamente al encuentro del Señor y otros miembros de la
familia, quizás los más jóvenes, que se han ido del país. Las familias
se alegran este año de poder recibir a familiares de Estados Unidos que
deseaban venir a visitarlos y no podían hacerlo. Damos por esto gracias
a Dios. Pero entre penas y alegrías debe brillar por encima de todo la
estrella de Navidad, la que indicó a los reyes magos dónde estaba Jesús
recién nacido, luz del mundo, que trae consigo el amor y la esperanza.

Al aproximarse estos días santos les deseo de nuevo una Feliz Navidad y
los bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

+Cardenal Jaime Ortega Alamino
Arzobispo de La Habana

ZENIT - El cardenal de Cuba emite un mensaje navideño en la TV estatal
(24 December 2009)
http://www.zenit.org/article-33777?l=spanish

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