¿Podremos zafarnos de su sombra?
Lo hayamos querido o no, todos estuvimos en su película. En Cuba, o
fuera de ella, no conseguimos librarnos
Domingo, noviembre 27, 2016 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba.- La noche del 31 de julio de 2006, cuando Carlos
Valenciaga leyó la proclama que anunciaba que Fidel Castro dejaba el
poder provisionalmente por enfermedad, hubo apagón en mi barrio. Como
desde por la tarde habían anunciado que a las ocho de la noche harían un
anuncio muy importante, en cuanto vino la luz, alrededor de las 9,
encendí el televisor, justo a tiempo para escuchar la parte final de la
proclama, que ya no era leída por Valenciaga, sino por un bigotudo y
peripatético locutor del Noticiero de Televisión. Tan pronto acabó de
leerla, se vio en la pantalla un grupo de gente que bailaba
frenéticamente en una discoteca, al compás de la música techno-house. De
momento, pensé que estaban celebrando, pero no: era la telenovela
brasileña, que se había reanudado en el punto donde la habían
interrumpido para volver a leer el comunicado.
Luego, pasaron diez años en los que lo que las noticias que llegaban del
Comandante, mientras sus sucesores parcheaban lo que iba quedando de su
proyecto, eran las reflexiones apocalípticas que aparecían en el
periódico Granma y en Cubadebate, y lo que comentaba alguno de los
visitantes extranjeros que recibía.
Me enteré de la muerte de Fidel Castro, la medianoche del pasado 25 de
noviembre, por un cintillo noticioso de Telesur, que corría, al pie de
la pantalla del televisor, tan raudo que apenas daba tiempo para leer.
No esperé que ampliaran la noticia ni atiné a buscar en los canales
nacionales: estaba demasiado cansado, soñoliento y con demasiados
problemas encima. Apagué el televisor —y también el teléfono, porque ya
empezaban a llamarme para avisarme de la noticia— y me acosté a dormir.
Aunque tuviera 90 años y llevara más de 10 retirado del poder, nunca
imaginé que tomaría con tanta parsimonia la noticia de la muerte de
Fidel Castro. No soy un tipo rencoroso, me esfuerzo por no serlo, así
que no me alegré, a pesar de que su revolución, si se mira bien, de una
forma u otra, es la responsable de absolutamente todo lo malo que me ha
pasado en la vida, y lo que aun me falta, que no dudo pueda ser peor.
Tampoco la mayoría de mis paisanos se impresionó demasiado. Al día
siguiente del anuncio, a las siete de la mañana, monté en una guagua
atestada y nadie hablaba del asunto. En la calle tampoco. No se notaba
tristeza. Era cual si no pasara nada. Como si todos disimularan y no
quisieran darse por enterados. Asustaba tanta tranquilidad…
Supongo que cuando avance el luto, se haga más riguroso y bajen las
orientaciones pertinentes, empezarán a verse las muestras de pesar a lo
norcoreano. Y durarán meses, no lo dudo.
Fidel Castro ha muerto y resucitado muchas veces. Mejor dicho, lo han
matado y resucitado muchas veces. Tantas como han querido sus enemigos y
como él quiso, solo por el placer de ver el entierro que le hacían.
¿Para qué negarlo? Lo hayamos querido o no, todos estuvimos en su
película, siquiera como extras mal pagados. En Cuba o fuera de ella, no
conseguimos librarnos. Fungimos de víctimas o victimarios, de
adversarios o cómplices, de maestros o de discípulos más o menos
aplicados, de delatores y delatados, de represores y reprimidos, de
gritones y silenciados.
Fuimos clavos, tornillos y tuercas. Y el Máximo Líder, poseedor del
yunque, manejaba a su antojo el martillo y el destornillador.
Pasarán años del gran funeral y su sombra nos seguirá. Tal vez muchos no
podamos zafarnos de ella. Tal vez nunca logremos una existencia normal.
Los malos recuerdos nos acecharán lo mismo en las gavetas que al doblar
cualquier esquina. Lo más probable es que no consigamos olvidar.
Estamos condenados. No nos fue dada la posibilidad de escoger otro
puñetero tiempo y lugar para vivir.
luicino2012@gmail.com
Source: ¿Podremos zafarnos de su sombra? | Cubanet -
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