Cubanos varados en Costa Rica: entre penurias y derroches
La primera ola migratoria cubana del siglo XXI, además de su desconexión
hacia la política, está marcada por la juventud y la búsqueda de un
futuro mejor. La meta es llegar a EEUU, a cualquier precio.
Iván García Quintero
diciembre 02, 2015
Siguiendo el guión dictado por un pariente que en la primavera de 2015
superó la ruta centroamericana de ocho países hasta llegar a la frontera
de Laredo en Estados Unidos, Norberto Fumero, 34 años, chofer de un
camión de carga en Cuba, desde su salida de Ecuador viajó siempre en
pequeños grupos.
Pero ya en Puerto Obaldía, en Panamá, o en el trayecto por Costa Rica
-considerado por Fumero "una tregua a la extorsión de policías, coyotes
y sicarios"-, actuó con más libertad de movimiento.
Una madrugada lluviosa llegó a Paso Canoas, un poblado pacato y plano de
Costa Rica a la vera de la frontera con Panamá. "En la marcha por
Colombia éramos 14, once hombres y tres mujeres sin hijos. Los niños son
un impedimento. Hacen más lento y peligroso el recorrido. Ya en Paso
Canoas me separé del grupo y me uní a cuatro personas con dinero
suficiente para sufragar una estancia que se puede extender más de lo
previsto", expresa Fumero a la entrada de un albergue en La Cruz, pueblo
a unos 12 kilómetros de la frontera con Nicaragua.
Cuando llegó a Paso Canoas, empapado por la lluvia y con hambre, se
alojó en El Descanso, un hotel de tejas acanaladas y algo más de 80
habitaciones.
"Allí estuve tres noches. Pagaba 9 dólares por día y entre almuerzo,
comida y desayuno gastaba unos 12 dólares diarios. Yo viajaba con el
dinero escondido dentro de un pequeño radio de baterías. Más o menos 8
mil dólares. Por SMS de familiares en Miami conocía de la crisis en la
frontera de Nicaragua. Junto a cuatro amigos, un amigo tico nos llevó
desde Paso Canoas a un caserío en los alrededores del Cerro de la
Muerte", cuenta mientras insiste en leer una carta que él y sus socios
han escrito para la prensa.
"Pasamos del calor extremo en Paso Canoas a un frío bestial durante la
marcha por el Cerro de la Muerte. Hicimos el viaje por tramos. Cuando
arribamos a Liberia, un pueblo con pinta de ciudad, abordamos una guagua
hasta La Cruz, donde esperamos el desenlace de nuestros casos", acota
Fumero.
El empinado Cerro de la Muerte tiene un microclima propio y sus leyendas
a cuestas. Jorge, taxista costarricense, en voz baja les contó que por
la noche, en el Cerro transitan personas con capuchas ocultando el
rostro y se escuchan lamentos de mujeres.
Pero Fumero y sus amigos no estaban para fábulas. "Es un lugar como otro
cualquiera. Viajamos de noche en la parte de atrás de una camioneta.
Nunca en mi vida he pasado tanto frío", recuerda.
En lo que esperan para almorzar, Fumero lee con entusiasmo una carta
escrita a lápiz en la cual, pretenciosamente, solicitan a las
autoridades de Costa Rica adoptar la siguiente estrategia:
"Punto uno: habilitar un barco para bordear Nicaragua hasta llegar a
Honduras. Punto dos: establecer vuelos humanitarios desde Costa Rica
hasta Honduras. En caso de no ser posible, al menos permitir que los
cubanos que puedan pagar el boleto viajen hasta Honduras", lee con voz
de tenor mientras sus amigos asienten con la cabeza.
En el poblado de La Cruz hay habilitado seis albergues. En un callejón
deteriorado, al costado de un mirador con una vista espectacular, se
encuentra el albergue de mayor capacidad ubicado en el gimnasio y aulas
de un colegio escolar.
Según Rosa Obregón, Directora Administrativa de la Municipalidad de La
Cruz, los más de 600 cubanos albergados en el colegio La Nocturna tienen
garantizadas tres comidas al día y pueden entrar y salir libremente
aunque deben reportarse al guardia de seguridad, encargado de mantener
control.
"Mi oficina en la ciudad está cerrada pues trabajo diariamente en este
albergue desde que se habilitó", comenta Obregón.
Los albergues tienen un horario y un puñado de normas. Hasta las diez de
la noche los cubanos caminan de arriba abajo el asentamiento de La Cruz.
Igual se sientan en un parque fresco y amplio, en el centro del pueblo,
que en el hostal Bella Vista ven un partido de fútbol del Real Madrid.
En el grupo de más de 4.000 cubanos varados en Costa Rica existe un
segmento con bolsillos amplios que pueden rentar habitaciones de hoteles
y hasta autos o motos para visitar playas cercanas.
Pero son los menos. Cuando cae la tarde, algunos se llegan a un bar
tosco a tomar unas copas de ron peleón o un par de cervezas Imperial. Y
a cada periodista que llega al albergue los abordan ansiosos con
preguntas sobre una posible solución a la crisis migratoria.
Desparramados en colchones de espuma de goma pasan el tiempo enviando
mensajes por sus celulares, sentados frente a la tele o haciendo largas
colas en la oficina de Western Union, para recibir giros de sus
parientes desde la Florida.
En la mañana del miércoles 25 de noviembre las autoridades locales
hicieron una fiesta infantil con payaso incluido. El almuerzo ese día
consistió en arroz blanco, frijoles colorados y una hamburguesa de
carne de res.
Nayda Cosset, ingeniera en telecomunicaciones que huyó de Cuba junto a
su novio, dice que "la comida es poca y mala. Solo cuando vienen
periodistas o visitas de la Cruz Roja mejoran la calidad. El trato es
bueno. Pero estamos locos por seguir adelante".
A la entrada del albergue en La Cruz han situado baños portátiles y en
la parte posterior se han habilitado duchas. Solo un vigilante
costarricense, desarmado, vela por la tranquilidad.
"A pesar del disgusto por no poder continuar su marcha, el
comportamiento es bueno. Se han dado casos de riñas y quejas por lo que
ellos consideran mal trato", apunta el custodio.
Los cubanos entrevistados culpan a Nicaragua o acusan a las autoridades
de Costa Rica de manipular su caso. Muy pocos señalan al auténtico
responsable de la crisis: el gobierno cubano.
De pasada, alegan que se marchan de Cuba por la precaria economía y un
futuro entre signos de interrogación. Pero aún lejos de su patria, el
miedo y el policía interior que muchos cubanos llevan dentro, les
impiden hablar con libertad ante las cámaras.
Si pasa lo peor y deben regresar a la Isla, dicen, el gobierno puede
tomar represalias. Entonces establecen un pacto de silencio. Que muy
pocos rompen.
Source: Cubanos varados en Costa Rica: entre penurias y derroches -
http://www.martinoticias.com/content/cubanos-varados-costa-rica-entre-penurias-derroches/110359.html
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