Viaje en Polaquito a Guanabacoa
[27-02-2014]
Tuixpadre
Pseudónimo
(www.miscelaneasdecuba.net).- Cada nación tiene sus características y su
idiosincrasia, por eso, si usted no es cubano, si no ha estado décadas y
décadas en lo mismo, en la desesperada sobrevivencia a duras penas, no
podrá saber lo que es un viaje en Polaquito a Guanabacoa.
Expliquemos: Guanabacoa es un pueblo en las afueras de la Gran Ciudad.
Ubicado en la periferia hacia la zona nordeste, acomoda a gran parte de
la población citadina que gusta de brujos y de brujerías, pues allí se
asientan los conocidos babalaos. Polaquito no es un joven emigrado de
Polonia, para nada. Es un automóvil que primigeniamente produjo la Fiat
en los setenta rememorando el Fiat 600 de 1960, el cual tanto éxito
alcanzó en las estrechas calles de las antiguas ciudades europeas.
Los polacos montaron una fábrica de estos autos y los exportaron a Cuba
en masa. Se les otorgaba el derecho a comprarlos a los funcionarios y
personajes destacados de la nomenclatura que no fueran tan importantes,
pues para los grandes se designaban los Moskvich y los Ladas, según la
escala. Poseer un Lada flamante es la máxima aspiración de un nacional.
A los polaquitos les llamamos sacapuntas, pues su forma y su tamaño a
eso recuerda. Se asemeja a un auto de juguete para que los chicos se
entretengan en sus horas de ocio. Caben dos adultos no muy desarrollados
delante y apenas deja espacio para dos niños detrás. Lo mueve un motor
con dos pistones que se inicia con un arranque antediluviano por cable y
clochecito. Esto hay que saber operarlo. El ruido es infernal dentro y
fuera del mismo.
No pasa de sesenta kilómetros por hora a máxima velocidad. En Cuba,
muchos de sus propietarios están orgullosos pues son coches muy
económicos con una carrocería dura. Muchos los emplean como taxis.
Olvidaba contar que estos automovilitos solo tienen dos puertas. Cuando
usted está en la acera y saca la mano con la esperanza de que se detenga
algo para que lo transporte, nunca se imaginaría que va a ver
estacionarse delante de usted un pequeño sacapuntas con ruedas, un señor
de cara risueña la va a sacar por la ventanilla del pasajero y le va a
preguntar si usted necesita un taxi.
"¿Eso?" Va a exclamar usted asustada. El señor va a asentir con la
cabeza. Usted abrirá la puertecita con cuidado pues teme quebrarla e
iniciará el proceso de introducirse hasta el asiento de atrás. No vamos
a contarle cómo es cuando ya van dos o tres pasajeros dentro del auto.
No vamos a ponerla tan dura. Supongamos que llega vacío. Allí detrás
está puesta permanentemente la calefacción pues el asiento se localiza
encima del motor y experimentará todito el ruido y las vibraciones del
mismo.
Cada velocidad que ponga el chofer la sentirá como una caricia en las
nalgas. El viaje continuará. Usted va hacia Guanabacoa, el extremo este
de la Ciudad. El chofer monta tres pasajeros más por el camino. En Cuba
los taxis son colectivos, socialistas, y hay que ahorrar. Usted pensará
extrañamente que el chofer toma todos los baches que existen en el
camino, aunque casi todos ya salen en los mapas por persistentes. Se
preguntará cómo resisten las gomitas y cómo no se deshace la estructura.
En un muslo siente el calor del metal de la pared exterior y en el otro
el otro calor del muslo del usuario encogido al centro del asientico
trasero, casi no hay espacio para los pies. Los pasajeros tienen cero
lugar para moverse. El poco aire que entra forzado por las ventanillas
sin ventilete apenas evita la sofocación. Usted respira lo mismo que
acaba de salir de los pulmones de los demás a su lado, mezclado con
residuos de gasolina por la mala carburación, y una delgadísima
atmósfera de lubricantes quemados sostenidos en el aire interior.
Si algún pasajero tiene gripe, ya usted sabe. Andar por las vías de la
ciudad en coche es casi lo mismo que andar a caballo. Posiblemente sea
mejor lo segundo. Se evitarían lo baches y los acompañantes. Finalmente
usted llega a Guanabacoa una hora después de lo que pensaba pues al
cochecito lo han detenido tres policías y cuatro inspectores diferentes
por el camino y las negociaciones para el soborno generalmente se alargan.
Hay que mostrar seriedad en estas cuestiones. Usted se apea en el parque
sucia, estrujada y maloliente, y encima de todo tiene que pagarle al
chofer taxista más de lo que usted se ha ganado honradamente en el día.
Al final de todo, unos instantes después, se sonríe, pues ha ido hasta
Guanabacoa dentro de un sacapuntas polaco, el carrito ha resistido y ha
llegado sana. Eso ya es importante. Antes de que llegue a la próxima
esquina y el polaquito apenas desaparece tras la curva, usted se
sorprenderá sonriendo. Así somos los cubanos y tenemos cosas que nadie
tiene en este mundo. Puede estar segura de eso.
Source: Viaje en Polaquito a Guanabacoa - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/530f0be83a682e160020b0c0#.Uw8PqfldXg8
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