jueves, febrero 27, 2014

La escuela al campo, primera experiencia

La escuela al campo, primera experiencia
febrero 26, 2014
Irina Pino

HAVANA TIMES — En la enseñanza secundaria por aquellos años 70′s, fui
por primera vez al plan llamado "La escuela al campo", que no era otro
que combinar el estudio con el trabajo. Los jóvenes no podían negarse a
ir a trabajar durante 45 días en labores que apoyaran la producción
agrícola del país.

Solo algunos con certificado médico por enfermedades crónicas podían
salvar el pellejo. Decían que los que no iban, se les pondría una mancha
en el expediente escolar. Pero las condiciones de aquellos albergues,
fue lo que nadie llego ni siquiera a imaginarse. Sumado al gasto que
ocasionaba para los padres el transporte y la comida que le llevaban a
sus hijos los días de visita para "reforzar" la alimentación.

Cuando llegamos, todo era una nube de polvo rojo, por lo que en ese
momento hubo que empezar a limpiar y organizar, en medio del arribo de
muchachos imberbes y asustados que se alejaban por primera vez de sus
hogares.

Y aunque se limpió y ordenó, con el tiempo las condiciones que se
notaban eran pésimas: las letrinas con heces en derredor, –apenas se
podía dar un paso para hacer la necesidad en el lugar correcto–; los
colchones viejos y polvorientos; la alimentación además de insuficiente,
estaba mal confeccionada y era poca; las ventanas con hendijas por donde
se metía un frío en la madrugada; los baños fuera, sin techo, solo con
un saco de yute sostenido por dos piedras que hacía la función de
puerta. Y para colmo no había agua corriente, teníamos que bañarnos con
cubos que cargábamos desde otro lugar; el agua fría se deslizaba por la
piel, a pesar de las bajas temperaturas.

Nos daban el de pie (era la frase que se usaba para despertarnos) a las
5 y 30 de la madrugada, un vasito de leche con cereal y un pan, era
nuestro frugal desayuno; luego correr para asearnos donde estaban los
lavaderos de ropa. –Todo esto con un frío que congelaba hasta la
sangre–. Subirnos a unos camiones e ir bajo la neblina gélida hasta
donde se hallaban los surcos con las siembras.

El trayecto duraba más de media hora, y éramos transportados como
ganado. Allí nos esperaban unos surcos larguísimos, que yo apenas podía
cumplir, mis compañeras siempre me ayudaban a terminar. Tampoco tenía
guantes ni botas, mis pies llevaban unos zapatos plásticos que se
anegaban de fango, pues solo nos habían entregado dos camisas y un
pantalón de trabajo.

Desyerbar plantas de yuca, rodeadas de hierbas parásitas con espinas era
sumamente peligroso, –para eso servían las botas y los guantes–. A las
12 un receso, y nos llevaban de vuelta para el almuerzo en el comedor.
Regresábamos a las 2, y así continuábamos hasta casi las cinco de la
tarde. Incluso los sábados, se trabajaba hasta la una.

En el tiempo libre no había muchas actividades, la televisión la veíamos
poco, pues a las 10 apagaban las luces en todo el albergue. Solo una vez
vino un equipo del ICAC para proyectar una película bastante vieja. Lo
único bueno fue eso, y también la música que nos ponían para bailar los
fines de semana. De esa música recuerdo las canciones de Peter Frampton,
no sé por qué…

Lloraba a menudo, pues extrañaba a mi familia y aborrecía aquel lugar.
Ni siquiera existía mucha seguridad en aquellos albergues, los
profesores se turnaban en la guardias, pues se corría la voz que un
desconocido merodeaba los alrededores para "tocar" a las muchachas y
robar prendas de ropa.

Después de aquella experiencia, llegué a mi casa con neumonía y el brazo
derecho lesionado, –un brusco frenazo del chofer del camión, provocó que
mi brazo quedara atrapado entre la soga y los cuerpos de las muchachas–.
A pesar del hematoma y el dolor, la directora del campamento no quiso
dejarme ir, y me puso a realizar trabajos de limpieza en los albergues.

Al enterarse de lo ocurrido mis padres se enfurecieron y quisieron
llevarme, pero ella alegó que eso me perjudicaba con una mancha en mi
expediente, –aunque solo quedaban diez días–, aún así, regresé en la
fecha prevista. Contaba solo con 13 años.

Me ha dicho una amiga que aún se envían a los estudiantes del
pre-universitario al plan de "La escuela al campo", pero solo por una
semana. Espero que las condiciones hayan cambiado.

Source: La escuela al campo, primera experiencia - Havana Times en
español - http://www.havanatimes.org/sp/?p=94069

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