En busca de la verdad y el decoro
Lunes, Octubre 1, 2012 | Por Leonardo Calvo Cardenas
LA HABANA, Cuba, Octubre, www.cubanet.org -Hace pocos días un grupo de
especialistas del servicio de cirugía del hospital Calixto García de la
capital cubana, en un acto sin precedentes, dirigieron una carta abierta
al presidente cubano general de ejército Raúl Castro, en la cual
expusieron sus malestares e inquietudes por las deplorables condiciones
que muestran los servicios de salud, la indolencia de las autoridades y
la irresponsabilidad gubernamental ante la tragedia.
Los firmantes del documento, sin afeites verbales, sin edulcoramientos
argumentales, exponen en su misiva las graves carencias materiales que
degradan el servicio y la atención hospitalaria, el lastimoso estado
constructivo de las instalaciones, las deficientes reparaciones, así
como las insostenibles condiciones de trabajo que convierten al sistema
de salud en un trauma doloroso para pacientes y trabajadores, a pesar de
las loas cotidianas que a él cantan los funcionarios y voceros del gobierno.
En su misiva, con sólidos argumentos e ilustrativas descripciones, los
galenos reafirman su compromiso con su misión profesional, pero
responsabilizan al gobierno con el desastre que denuncian y alertan de
las graves consecuencias que pueden derivarse de la continuidad de la
posición acrítica y complaciente con que desde el poder se atienden los
problemas del sistema de salud.
En 1959 la revolución encontró, sobre todo en la capital del país, una
sólida red hospitalaria, con un alto por ciento de camas por habitantes,
un sistema de salud diversificado que incluía la medicina privada, la
mutualista, la cooperativa y la pública y sobre todo una pléyade de
profesionales, técnicos y paramédicos reconocidos por su calidad,
entrega y vocación que brindaban sus servicios en cada uno de esos
espacios facultativos.
Para 1968 ya todo el sistema de salud había sido estatizado y junto a la
extensión de la cobertura hospitalaria a algunas zonas rurales más
desprotegidas, comenzaron a manifestarse los males de la monopolización
gubernamental del sector. Muy a tiempo, para su conveniencia, las
autoridades establecieron un bien estructurado apartheid médico con
centros bien equipados y garantizada excelencia para atender las
necesidades de la élite gobernante y los extranjeros residentes o de
paso por la Isla.
En la década de los ochenta el máximo líder escapó hacia delante de los
inocultables problemas que ya presentaba el sistema, impulsando su
megalómana campaña que presentaba a Cuba como una "potencia médica
mundial", sin tener en cuenta que la garantía de un sistema de salud es
su permanente cuestionamiento y crítica.
Las campanas al viento, la lejanía de las autoridades de los verdaderos
problemas ―ellos tienen sus propios hospitales― la ausencia de cultura
cívica y jurídica de los ciudadanos para impugnar adecuadamente las
reiteradas negligencias e indolencias, el peso de la crisis económica
que durante las últimas dos décadas ha destruido la infraestructura y
limitado en extremo los recursos, la deficiente preparación de algunos
facultativos y técnicos, la falta de rigor y seriedad en las labores
constructivas y de reparación, que han convertido estas inversiones en
una sangría de recursos desviados ilícitamente, se unen a la exportación
de casi treinta mil especialistas y técnicos del sector, devenidos, por
obra y gracia del desastre económico del modelo, en casi la única fuente
de divisas para el estado; para convertir al sistema de salud cubano,
más allá del desenfreno propagandístico, en un verdadero e incurable
dolor de cabeza para pacientes y trabajadores.
Durante muchos años los cubanos vienen padeciendo los rigores del vía
crucis que constituye acceder a los servicios del deteriorado sistema
nacional de salud, sin dejar de escuchar el cuento de sus imaginarias
bondades, que no se ven por ninguna parte, y que ahora se refuerza con
la "brillante" idea de informar y recordar a los ciudadanos el supuesto
costo en dinero de los servicios y atenciones que reciben,
presumiblemente de manera gratuita, gracias a la magnanimidad del
Estado. No caben dudas de que los gobernantes cubanos han perdido no
solo la vergüenza, sino también la razón.
Mientras el Estado cubano brinda esmerada atención a miles de
extranjeros que vienen a curarse en Cuba o construye decenas de
hospitales en pequeñas localidades de Bolivia, muchos municipios del
país con decenas de miles de habitantes carecen de adecuadas
instalaciones de salud, lo cual se agrava por las dificultades de
transporte, alojamiento y carestía de la vida en las capitales de
provincia a donde deben acudir estos para atender sus enfermedades.
Los trabajadores de la salud, con los mismos problemas socioeconómicos y
tan mal remunerados como la casi totalidad de los cubanos, deben
enfrentar cada día el dolor, el sufrimiento y la muerte en esas
terribles condiciones que parecen haber llevado a los especialistas del
centenario hospital Calixto García al límite de gritar en el rostro del
señor presidente lo que todos estamos padeciendo y hasta ahora muy pocos
nos atrevemos a decir abiertamente.
Ojalá este acto de valor y responsabilidad colectiva constituya el
inicio de un despertar de la conciencia cívica de los profesionales
cubanos, por tanto tiempo dormida por la demagogia, la incultura, la
coerción y el chantaje. Ojalá el presidente Castro no responda esta vez
con la indolencia, la demagogia y la represión que han caracterizado su
desastroso mandato. Ojalá, por lo sensible del tema y los peligros que
implica, se decida a encontrarse, al fin, con la verdad y tenga el
decoro necesario para asumir la responsabilidad y los retos que su
posición demandan.
elical2004@yahoo.es
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