Miércoles, 29 de Junio de 2011 01:15
Juan Linares Balmaseda
cuidLuyanó, La Habana, 29 de junio de 2011, (PD) Pablo abrió una venduta
de alimentos agropecuarios en una esquina del municipio Diez de Octubre.
Como no tenía parientes ni amistades en el gobierno local, sobornó a
determinados funcionarios y obtuvo el permiso para vender.
Pero rehúsa hablar de ese laberinto administrativo acoplado a
presidentes de consejos populares, delegados de circunscripciones, jefes
de sectores, presidentes de comités de defensa de la revolución,
militantes del partido comunista, inspectores populares, chivatos y
envidiosos. Enfrentarse a ellos le puede costar que le cierren el
timbiriche.
Prefiere hablar de la merma, un inconveniente que le dilapidaba buena
parte de las ganancias. "La merma casi me arruina", refunfuña, mientras
continúa pegado al mostrador hasta diez horas por día.
La merma es la pérdida o reducción de un cierto número de mercancías,
la diferencia entre el contenido de los libros de inventario y la
cantidad real de mercancía, y conlleva a una pérdida monetaria.
Técnicamente es la disminución de utilidades en términos físicos. Pablo
lo explica de otro modo: "la merma es lo que se me echa a perder".
Los descuidos, errores y omisiones no son los motivos que lo
importunaban. Le rebajaba el precio a la mercancía cuando perdía
frescura, la pesaba con precisión, la manipulaba suave, la contabilizaba
al detalle y la merma continuaba fastidiándolo.
Desde que abrió el negocio se dio la tarea de contactar suministradores
con mejores ofertas de calidad y precios. Así fraguó una asidua
clientela. Después de contratar un joven honesto y laborioso, dice
satisfecho: "ya tengo un ayudante".
Espera con ansiedad los créditos y la venta de insumos anunciados por el
gobierno para los trabajadores por cuenta propia. Quiere adquirir una
batidora industrial y, si no es mucho fantasear, comprar una
moto-triciclo para transportar la mercadería.
Antes ni por la mente le pasaba que algunas frutas, como el melón,
poseían hasta un 90 % de líquido. En nuestro clima tropical, a un mango
o una naranja, a temperatura ambiente, se le evapora casi un quinto de
su peso al quinto día de ser recolectadas. Las hortalizas, al tercer día
amanecen marchitas.
Luego de un año de experiencia, Pablo se abastece en proporción a la
demanda de la clientela. A los "peligrosos" les da regalías para
conservarlos del lado suyo. Los productos, al menor indicio de que
puedan echarse a perder, los hace pulpa, jugo o los prepara encurtidos
en vinagre. Y los desperdicios que antes botaba a la basura ahora se los
comen dos hermosos cerdos.
http://www.primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/1688-cuidado-con-la-merma
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