Martes 25 de Mayo de 2010 11:14 Julio Franco, La Habana
Cuentan que Fidel Castro, tras sus propios errores, aconsejó a los
sandinistas de los 80 no pelearse con la Iglesia. Treinta años después,
la advertencia tintinea en los oídos de Raúl Castro, quien ha ido más
lejos que su hermano al obsequiar concesiones políticas a la milenaria
institución.
A petición del clero, hace ya varios domingos que las Damas de Blanco se
manifiestan sin abucheos corales ni cordones policiales por la Quinta
Avenida.
"Es un buen gesto, en otros momentos se nos habría respondido con el
silencio", reconoció el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana,
al comunicar a la prensa los resultados de su mediación.
Una de las integrantes del grupo, Berta Soler, dijo que la Iglesia
Católica "está jugando un papel muy importante" como "puente" con el
gobierno. Se ha regresado así al discreto status quo de años atrás.
Empuñando gladiolos, nadie impide ahora (al menos en apariencia) que las
mujeres reclamen mediante caminatas la libertad de sus familiares presos.
Costos y beneficios
Pero la reposición del viejo escenario no parece salido de una charla de
sobremesa entre la Iglesia y el Estado. Se trata, sin duda, de una carta
jugada tras largas cavilaciones acerca de costos y beneficios.
De hecho, uno de los primeros efectos indeseables de esta licencia es
que hay más mujeres involucradas en las demostraciones, casi el doble
que las originales. Y ese factor numérico de las llamadas Damas de Apoyo
preocupa a las autoridades.
Potencialmente, además, otros grupos opositores podrían estar tentados a
comprobar cuán tolerante se ha vuelto el régimen. Sería un error. Es
obvio que el paraguas de protección pactado por el clero se limita a las
familias de los reos y punto. No habrá efecto derrame.
El cese de los hostigamientos abre un paréntesis en una dinámica de
final incierto, en la que las fuerzas contrarias podrían perder los
estribos y llevar los hechos a un punto de no retorno. Léase un
escenario de violencia incontrolada.
Aunque el régimen forzó una superioridad numérica en las calles,
reiterando la determinación de no ceder el espacio público, las escenas
de estas mujeres subidas a empellones en buses y violentadas por el
griterío fueron todo menos políticamente correctas.
Dado el grado de información alternativa en la sociedad cubana —no alto,
pero sí suficiente para no ser ignorado— el régimen no tuvo más opción
que trasvasar el caso a los medios de comunicación oficiales —ya era la
comidilla en las esquinas habaneras— y abrir una guerra verbal contra
Bruselas y Washington.
Apagar reflectores: una prioridad
Con la situación en este punto, la Iglesia ha entrado en acción.
Hubo contraseñas. Hace semanas, el propio cardenal Ortega halagó a las
autoridades al emplear un discurso espejo del oficial. Recriminó al
presidente estadounidense Barack Obama por repetir el viejo esquema de
sus antecesores de pedir respeto a los Derechos Humanos a cambio de
levantar el embargo, al tiempo que manifestaba que la "violencia
mediática" contribuía a exacerbar la crisis.
Desde la asunción de Raúl Castro, en febrero de 2008, el toma y daca
entre Iglesia y Estado ha procurado un equilibrio felino entre
concesiones y reclamos. El jefe de Estado acudió a la beatificación del
padre José Olayo Valdés, autorizó misas navideñas en las cárceles,
recibió a personeros del Vaticano, ayudó a la rehabilitación de templos
y autorizó a Caritas a repartir ayuda a los damnificados por los
huracanes de hace dos años.
Por su parte, la Iglesia transformó la revista Vitral, en su momento una
de las voces más contestatarias de la Isla, y no pierde oportunidad en
condenar las sanciones estadounidenses impuestas desde 1962.
Las miras están puestas ahora en la próxima visita del canciller del
Vaticano, Dominique Mamberti, a quien el régimen podría gratificar con
algunas excarcelaciones, demostrando así que mantiene abiertos los
canales de negociación.
Mamberti inaugurará en La Habana la décima Semana Social de la Iglesia
Católica de Cuba, a celebrarse entre el 16 y el 20 de junio. El
canciller hablará nada menos que en el Aula Magna de la Universidad de
La Habana, un estrado por el que ya pasó el papa Juan Pablo II, pero
también Fidel Castro y Hugo Chávez.
El evento anuncia una agenda caliente: la necesidad del diálogo y la
reconciliación entre cubanos, los retos de la economía nacional, y las
complejidades actuales de la sociedad, estarán entre los asuntos a debate.
La Iglesia, que apura al régimen a tomar reformas económicas radicales
que eviten una ruptura de la "frágil cohesión social" existente, asegura
que "el Estado cubano no tiene en ella ni un aliado ni un enemigo". Del
otro lado, quisieran decir lo mismo.
http://www.diariodecuba.net/cuba/81-cuba/1747-pas-de-deux-entre-iglesia-y-estado.html
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