Los sobrevivientes
By ALEJANDRO RIOS
En un precursor documental de Alberto Roldán, ``Una vez en el puerto'',
del año 1963, ya una familia cubana se queja del mal estado de su casa,
donde del techo asoman amenazantes vigas oxidadas a punto de
desprenderse. En otro testimonio esencial, el filme Havana, de Jana
Bokova, que data de 1990, el vecino que vive en un segundo piso de
cierto solar habanero amanece en la primera planta luego de un derrumbe.
En un audiovisual más cercano, Hogar dulce hogar, de los directores
Hansel Leyva y Christian E. Torres, realizado en el 2009, sobre el
estado precario en que se encuentra la arquitectura de Guanabacoa, una
de las ciudades históricas más ilustres de Cuba, la persona que trata de
colar café en su cocina siente que el piso cede y aparece magullado en
la primera planta de la otrora distinguida Casa de las Cadenas.
Ajena a la arrogancia y distancia de los intelectuales cubanos
oficiales, quienes tratan, denodadamente, de convencer a no se sabe
quién que Cuba está sometida a una feroz campaña mediática con capitales
en Estados Unidos y España y que cuando ceda la presión foránea todo va
a regresar a los mejores años del patrocinio socialista internacional,
se encuentra la mayoritaria población cubana que trata de evitar, a toda
costa, que el techo le caiga encima.
Muchos de esos sobrevivientes es ahora que se enteran del desafío
semanal de las Damas de Blanco y de la entereza de Guillermo Fariñas y
su legendaria huelga de hambre porque la prensa oficial y otra que se
filtra los ha mencionado a propósito de unas conversaciones con
representantes de la Iglesia Católica que no van a variar la naturaleza
incómoda y represiva del régimen.
Han estado muy ocupados en vencer el día a día y sus agudas carencias,
que nunca llegan a la hambruna africana, por supuesto, pero que
incapacitan para considerar la libertad como un concepto respetable y
posible.
Ya olvidaron las promesas incumplidas del primer Castro y pierden las
esperanzas con las tenues alternativas de cambios del segundo. No los
dejan intervenir en impostergables transformaciones económicas o
sociales y luego son acusados, públicamente, de ser constructores o
agricultores incompetentes, esperando las cada vez más limitadas dádivas
de papá-estado.
Las remesas de los que se fueron y las redes del mercado sumergido
suplen necesidades perentorias, como el aceite o el jabón y hasta algún
que otro gusto petulante, para la situación, como un ajuar de Dolce y
Gabbana.
La ansiedad por consumir es como una olla de presión a punto de estallar
luego de cincuenta años del catecismo social austero al cual nunca se
atuvieron ni se atienen las clases dirigentes de primer nivel.
Hace rato que los jóvenes abjuraron del credo revolucionario donde no
obtienen ningún beneficio ni espiritual ni material. La vida está en
otra parte y tanto Silvio Rodríguez como Carlos Varela pertenecen al
período Jurásico de la simulación, el primero para ser denostado por el
exilio consecuente y el segundo para ser admirado por los emigrantes.
uestos a escoger entre el impresentable Machado Ventura, representante
de la más rancia militancia partidista, y Alexander, líder del grupo de
reggaeton Gente de Zona, la opción más que nunca sigue estando en la
acera del vacilón porque los jóvenes ya han perdido bastante tiempo con
tanto inmovilismo, entre los mayores, y guardan la no tan secreta
esperanza de que algún día serán dueños de su destino.
Los sobrevivientes hacen su murumaca de subsistencia cotidiana mientras
la fijeza insufrible de un sistema comienza a dar señales de un giro
dramático en esta tragicomedia costumbrista sin fin.
http://www.elnuevoherald.com/2010/05/28/729730/alejandro-rios-los-sobrevivientes.html
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