domingo, enero 01, 2017

Steiners cubanos

Steiners cubanos
JOSÉ PRATS SARIOL | Miami | 1 de Enero de 2017 - 10:39 CET.

Reafirmé mi certeza de que no todo lo que George Steiner escribía eran
nueces cuando leí el artículo de hace años de Mario Vargas Llosa contra
sus "inepcias" —así las llama el Nobel peruano—. Acabo de releerlo a
propósito de ciertos intelectuales cubanos —no solo oficialistas, como
Pedro de la Hoz, musicólogo que ejerce de inquisidor cultural—, que
resbalan con la misma cáscara que les hace creerse duchos en casi todo:
aptos para disertar "profesionalmente" sobre economía política y
abstraccionismo, antropología y música concreta, historia y poesía, arte
narrativo y filosofía...

Lectura para "nuevos cultos" —definición que tomo de las
caracterizaciones de los "nuevos ricos"—, cierto ensayo-conferencia del
profesor inglés irritó al novelista del Boom, aunque le concede algún
piropo para limar el filo de sus críticas contra la ilusión del
sabelotodo. Igual nos pasa —mutatis mutandis— con algunos intelectuales
cubanos —sean oficialistas o insubordinados—; aunque quizás en el caso
de los exiliados se prefiera el silencio, para evitar acusaciones de
provocar "fuego amigo". O por algo tan sencillo como que los autores son
tan "buena gente" que a uno le da pena...

Y no se trata —desde luego— de casos patológicos como el del difunto
Fidel Castro, siempre dispuesto a descargar —¿reflexionar?— sobre los
más disímiles temas y personajes cubanos o no, culturales o no.
Imposición que debió servirnos como antídoto —por contraste— para que
ningún intelectual rodara peligrosamente a la definición de diplomático
que diera un iconoclasta italiano: "El diplomático es un caballero capaz
de hablar animadamente dos minutos sobre cualquier tema. Dos minutos.
Tres resulta calamitoso".

Vargas Llosa no edulcora su juicio de valor contra el infundado
catastrofismo de Steiner. Desde el primer párrafo discrepa del afamado
políglota judío nacido en Francia, aunque elogia lo estimulante que a
veces resulta. Dice: "Pero, desde hace algún tiempo, tengo la sospecha
de que comienza a sucumbir a esa tentación en la que suelen caer grandes
talentos, la del facilismo frívolo, o aptitud para demostrar, con una
prosa elegante y lo que parece sólida erudición, cualquier cosa, incluso
algunas inepcias".

No puedo evitar pensar en que ese sayo —¿el "síndrome Steiner"?— le
sirve a cubanos que conozco, sin la justificación de que la abrumadora
mayoría de los políticos no tienen ningún pudor en opinar sobre
cualquier cosa...

Porque desde luego que derecho nos sobra para opinar hasta sobre los
aguacates de Catalina de Güines o las narconovelas; lo que no
profesionalmente, lo que no desde el buen o regular prestigio ganado en
nuestros respectivos ámbitos. Porque doy por cierto que no nos gusta
confundir al público no especializado, caer ocasionalmente en el
facilismo frívolo, en inepcias transitorias, como he padecido en
historiadores metidos a críticos literarios, periodistas que en
programas televisivos hablan más que sus invitados, demógrafos metiendo
la cuchareta en pronósticos sobre Cuba...

Recientemente llegué a escribir una crítica sobre una comedia de Alexis
Valdés —Oficialmente gay— que vi representada en un teatro de Miami.
Antes de enviarla para publicar tuve el pudor de llamarme al orden,
decirme que no soy crítico teatral. La borré enseguida de mi ordenador,
apenas conversé después con uno de los actores, Orlando Casín, pero ya
como simple espectador...

Ahora que la brutal trivialidad mediática tiene como norma entrevistar a
cantantes, actores y deportistas para que opinen hasta sobre la galaxia
Andrómeda, con más razón debe evitarse saltar hacia precipicios
exegéticos sin paracaídas. De ahí el alto nivel de exigencia que debe
primar, sobre todo con aquellos que por su prestigio tienen una mayor
responsabilidad.

Por eso el autor de La casa verde arremete contra "la artillería
estadística que dispara Steiner" al vaticinar la muerte de la
literatura, y de ahí la burla al invocar a Casandra. Le critica el
"airecillo superior y socarrón", su "alegre masoquismo", la "innecesaria
truculencia", la "delirante provocación" que olvida denunciar la
subcultura con que se nos bombardea a diario, "de una estupidez
vertiginosa"; y de la que indirectamente forma parte la frivolidad de
hablar sin ton ni son sobre temas que uno no domina, disfrazado de
intelectual omnisciente y gastando fama adquirida en otros menesteres.

Supongo que el brillante autor de Grammars of Creation recibiera la
advertencia del talentoso novelista de La guerra del fin del mundo, bajo
la certeza de que la crítica a veces ayuda más que el aplauso. Así
quisiera que se reciba la mía, porque algo de verdad está en la
advertencia. Donde sí no hay nada que buscar es en el "facilismo frívolo".

Source: Steiners cubanos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1482880592_27712.html

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