'Almendrón Driver', un thriller cotidiano en La Habana
PABLO PASCUAL MÉNDEZ PIÑA | La Habana | 29 de Septiembre de 2016 - 08:19
CEST.
Que Julio César, un botero de 40 años, eche una mirada al retrovisor del
carro para preguntarle a su imagen "¿estás hablando conmigo?", no
significa que esté chiflado. Bromea y reconoce ser un cinéfilo de
competencia y admirador de Robert De Niro. Cuenta que una noche, frente
al semáforo de Prado y Neptuno, una jineterita con aires de Jodie Foster
cruzó por delante del almendrón mirándole con fijeza, reviviéndole la
escena de Travis Bickle, el personaje protagónico de Taxi Driver.
Más allá de su imaginación, este universitario sentado detrás de un
timón por conveniencias económicas, desempeña un rol de reparto en otro
thriller, basado en hechos reales, que bien pudiéramos llamar "Almendrón
Driver", una suerte de dramatizado sin videocámaras sobre las
diferencias entre usuarios y taxistas particulares, quienes rompieron
las hostilidades el pasado mes de julio, cuando a consecuencia de la
debacle económica cubano-venezolana, fue anunciada la reducción del 50%
de las asignaciones de combustible al sector estatal (fuente de abasto
de diesel barato a los cuentapropistas), provocando la subida de precios
del transporte.
Basado en hechos reales
La gente se queja —comenta Julio Cesar— dentro del carro arman tremendos
petates. Nos acusan de inconscientes, descarados; vociferan que ojalá
nos decomisen los almendrones y otras barbaridades. Yo les pregunto:
¿Por qué no exigen al Gobierno que mejore el transporte público? Si
ponen las guaguas cada cinco minutos, vendo el almendrón y me dedico a
otra cosa. Y callan. Porque al pasarle la pelota a Hannibal Lecter, el
silencio de los carneros se impone. La fórmula no falla.
El Gobierno no pierde ni a las escupidas —asevera— como mínimo por cada
jornada hay que echarle 20 CUC al tanque. Luego espantarse 10 horas
detrás del timón para sacar la inversión, impuestos, combustibles,
arreglos del carro y comprar los féferes, porque manejar almendrones
como muchos piensan erróneamente no da para lujos. En materia de lujos
el experto es Antonio Castro Soto del Valle y, que yo sepa, ese tipo no
es "almendronero".
Al obligar a los almendroneros a serviciarse en los CUPET y habilitar un
número telefónico para denunciar a los violadores de la tarifa (10
pesos), las carreras se han partido en dos tramos; por ejemplo:
Playa/Coppelia (10 pesos), Coppelia/ Capitolio (10 pesos). Total: 20
pesos. De esta forma los números dan, de lo contrario tendremos que
encaramar el cacharro sobre burros.
Según la sociología, "al hombre le gusta comprar en el mercado más
barato y vender en el más caro". Clientes y cuentapropistas se comportan
de manera normal. El proceder anormal viene del Estado, que por
terror-pánico a las aperturas, no negocia fórmulas mutuamente ventajosas
para ambos grupos. Solo le importa evitar que los particulares acumulen
riqueza.
Gracias a su aparato mediático victimizan al usuario, satanizan a los
particulares y luego Papá Estado interviene látigo en mano para meternos
en cintura. Sin embargo, el único logro de la medida es que
cuentapropistas y usuarios se traten como enemigos. La propaganda sitúa
a los boteros en el bando de los abusadores y especuladores, mientras
los pasajeros son potenciales chivatos.
Destapando el tanque de combustible
A nivel nacional el diesel solo ha experimentado rebajas quileras. A
pesar de la depreciación del crudo en más de un 60% a nivel mundial,
todavía el litro se vende a 1,10 CUC en los garajes CUPET. Por ejemplo,
la carrera del Vedado/Capitolio tenía el precio de 10 pesos cubanos
porque la totalidad de los almendroneros compraban el combustible
malversado al 50% del precio oficial.
Nadie se sorprendió con la noticia. El mercado subterráneo de
combustibles es de total conocimiento del Estado, que mediante los
impuestos recupera las pérdidas.
Paradójicamente, la Mesa Redonda trató, hace algún tiempo, la supuesta
creación de una tarjeta magnética para vender combustible subsidiado a
los particulares. ¿Pero dónde está? El abandono de esta idea evidencia
que al Estado le conviene más el trapicheo y la corrupción que bajar los
precios.
Como ejemplos del descontrol sobresalen el gran robo de una cisterna
ferroviaria con capacidad para más de 25.000 litros de diesel destinada
al SECONS (Ministerio de la Construcción). Hasta la Policía ha sido
pillada sacándole gasolina a los patrulleros para vendérsela a
particulares. Sin embargo, el Gobierno y la prensa oficial guardan
silencio para no destapar los escándalos.
Consciente de que el pueblo es carnero a morirse, el Estado ni bajará
los precios del combustible ni sancionará a los miles de ladrones.
Simplemente elevará los impuestos para recuperar lo que le roban. Así
acaballa al usuario (los ladrones se camuflan entre ellos) que
indirectamente paga lo malversado y ahora costea el sobreprecio de la
venta estatal de combustible. Es como un círculo vicioso.
El saldo de la reacción oficial ante las quejas de la población fue de
al menos 55 almendrones decomisados y un sinnúmero de licencias
retiradas. También las calles quedaron desiertas y menos del 50% de los
almendrones dejó de circular, ya fuera porque los papeles de los
conductores no estuvieran en regla o los carros no aptos técnicamente,
demostrándose el alto grado de corrupción de los controladores estatales.
Fuentes oficiales plantean que en todo el país se han emitido más de
7.400 licencias para ejercer labores de transportistas. Otros estiman
que al menos 7.000 boteros más ejercían la ocupación sin ese permiso.
Actualmente, muchos de los sin papeles pasan los cursos de
recapacitación (Ley 28) para someterse después al examen del somatón,
validar las condiciones técnicas del carro y solicitar la autorización.
Acelerar los trámites depende del calibre de los sobornos.
Abriendo el maletero
El Estado cobra impuestos, ¿pero a dónde va el dinero?, nos preguntamos
los que vemos a diario las calles desbaratadas. Los almendroneros no
ganamos para pagar las reparaciones de amortiguadores a causa de los baches.
Si no se esfuman de los mercados, las gomas son vendidas por el Estado a
más del 250% del precio razonable (tomando a Goodyear como referencia).
Las cooperativas dedicadas a la chapistería cobran más de 700 CUC por
arreglos ligeros y pinturas. Y conseguir piezas de repuestos para los
motores diesel es una pesadilla.
A los inconvenientes añadimos la corrupción de los funcionarios,
controladores y policías, que parecen estar autorizados a machacarnos.
En los días próximos a las navidades se apostan en zonas oscuras para
evitar las filmaciones de vídeos y, parando taxis amarillos o
almendrones, so pretexto de cometer alguna violación, consiguen el
aguinaldo para comprar el puerco, la cerveza y el ron de fin de año.
El transporte en La Habana y otras provincias sin los taxistas privados
sería caótico. Nuestro trabajo es duro y arriba de eso tenemos que
soportar las descargas de los usuarios, que al llegar a sus destinos nos
pagan a regañadientes y nos tiran las puertas para fastidiarnos. Algunos
colegas se vengan poniéndoles música de reggaetón a todo volumen. A fin
de cuentas, todos somos hijos del maltrato.
Prescindir de nuestros servicios crearía un problema mayor. Los
almendroneros damos de comer a corruptos y ladrones, o sea, a media
Cuba. También puedo asegurar que acumulo las vivencias necesarias para
escribir una novela urbana. Algún día lo experimentaré.
A propósito de tu versión de Taxi Driver a la cubana ¿qué pasó con la
joven parecida a Jodie Foster que viste en Prado y Neptuno?
Pues arrimé el carro y la llamé. Ella asomó por la ventanilla para
decirme: "El sexo oral cuesta cinco CUC; el intramuscular 20 CUC, y el
preservativo hay que pagarlo aparte a cinco CUC". A manera de aperitivo
me enseñó un tatuaje pélvico que decía: "Agárrame si puedes". Entonces
le pedí una rebaja.
¿Y qué?
Ná, me mandó a la mierda. Y dijo que todos los almendroneros son unos
HP. Después tuve que desviarme para el Cardiovascular. A una vieja que
vaciló el play desde el asiento trasero le dio una sirimba.
Source: 'Almendrón Driver', un thriller cotidiano en La Habana | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1475086327_25629.html
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