Paranoia del comunismo
Pasarán muchos años antes de que el miedo deje a los cubanos
martes, marzo 29, 2016 | Frank Correa
LA HABANA, Cuba.- Argimiro Caro fue un activista por la democracia en
Cuba hasta que emigró a "tierra de libertad" en el 2005. Me juró una
vez que, en una visita al dentista, le habían insertado un chip en una
pieza para mantenerlo localizado.
"¿No ves una sombra oscura dentro de la muela?", enseñaba. "Ahí está. Y
además de ubicarme donde quiera que vaya, también transmite lo que hablo".
Me reí de su ocurrencia, pero fue convincente al explicarme que, cada
vez que daban una reunión del grupo, estaba monitoreada por la policía
política.
"Por mucha compartición que mantenga saben por dónde ando. A veces sólo
yo sé lo que vamos a hacer y como quiera dan con el sitio. Luego, cuando
me llevan para la unidad, repiten lo que hemos hablado. ¡Hasta en
sueños! ¡Cosas que he dicho dormido la conocen de manera textual! ¡Es
una locura! ¡Por eso tengo que irme!"
Le sugerí que la sacara y concluyera aquel martirio, pero me mostró la
encía. Aquella muela y tres dientes mal distribuidos, era lo que
subsistía de su dentadura.
"La falta de calcio en la prisión, compa, de esa nadie escapa. Y no
quiero vivir a base de sopita".
Le propuse se pusiera una prótesis y se aterró más. "¡¿Tú estás loco?!
¡¿Quieres que me llenen la boca de chips?!".
Julio Peña, alias Pipo, vecino del callejón de San Felipe en Jaimanitas,
también emigrado para Estados Unidos, me visitaba todas las tardes en
los días anteriores a su salida y me contaba cómo era seguido a todas
partes por agentes vestidos de civil.
"En los ómnibus, a pie, en taxi, como quiera que me mueva ahí están,
pisándome los talones. Se turnan cuando los descubro. He aprendido a
localizarlos, no solo por sus motos, también por sus camisas, pulóveres
y tenis. Un entramado como una tela de araña".
Intenté convencer a Pipo que era irracional creer que tal gasto de
recursos, hombres y salarios, se destinaba solo para saber adónde iba y
con quién hablaba. Respondía: "¿Y tú no crees que ahora mismo nos están
filmando y grabando?" Me devolvió mi desconfianza diaria que todo lo que
hago, hablo y pienso lo saben. Y sentí aversión por aquel miedo
colectivo, especie de "1984" a lo cubano incubado en los genes de estas
generaciones post 1959.
Miré a ambos lados de la calle y vi gente parada en los portales, o
matando el tiempo en la esquina, y sospeché de todos. Alguno se
encargaba seguramente de "identificar" qué me contaba Pipo y qué le
respondía yo.
La vigilancia comunista comenzó en Cuba con la creación de los Comités
de Defensa de la Revolución en 1960. Vecinos que en cada cuadra
controlaban la vida de los otros hasta en sus detalles íntimos. No
dejaban resquicio para el pensamiento contrario a las ideas del nuevo
gobierno revolucionario de "crear una nueva sociedad y un hombre nuevo".
El movimiento opositor fue quien más padeció estos males y este férreo
control, que muchos llamarían paranoia. Andy, mi barbero, comenta que
profesa un profundo respeto a "esa gente". Porque a pesar de ser
desvalidos sociales que no poder ni siquiera trabajar para el Estado
porque no se le permite, disienten. Hablan. Escriben. Denuncian. En un
país con un poderío tremendo sobre el individuo.
Le pregunto cómo deber estar "la cosa" ahora, con la visita de Obama y
un escalofrío lo hace persignarse. Con su frase habitual resume ese
miedo colectivo que llevará generaciones en arrancarse del cubano: "¡Hay
que estar más quieto que una foto!"
Source: Paranoia del comunismo | Cubanet -
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